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Agustín Lozano, el juez de línea de Bascuñán

Dieciocho días antes del encuentro contra Brasil, en las oficinas de la FPF se conoció el nombramiento del chileno Bascuñán y Lozano y Chiri no hicieron nada por impedirlo. Aquí la historia.

Umberto Jara
Lima - 18 octubre 2020

Para que ocurran ciertas adversidades, el primer requisito es la ceguera. Lo acabamos de vivir. El árbitro Julio Bascuñán fue designado para dirigir el Perú–Brasil el día 25 de setiembre de 2020. Antes de que ese hombre pisara el Estadio Nacional de Lima, trascurrieron 18 días y nadie se percató de que era chileno y que a la siguiente fecha jugábamos contra Chile.

La carta con su designación la recibió Oscar Chiri, el secretario general de la FPF, y remitió copias a las oficinas de la selección peruana y a la Comision Nacional de Árbitros (CONAR). En la prensa nos enteramos por el boletín de la Conmebol. La ceguera fue total. Nadie se percató de la nacionalidad de Bascuñán ni preguntó por sus antecedentes.

Sin embargo, existe una persona que no puede alegar ceguera porque, en su caso, es una  obligación estar atento. Se trata de Agustín Lozano. Su rol de presidente de la FPF lo obliga a resguardar los derechos de nuestra selección. No es ninguna casualidad que la carta con el nombramiento de los árbitros sea remitida a las oficinas de la FPF por la Comisión de Arbitraje de la Conmebol. El problema es que Lozano considera que todo lo que llega desde la Conmebol es una orden, entonces no hizo absolutamente nada y no tomó en cuenta el valioso antecedente de las eliminatorias pasadas.

Bascuñán y al lista completa de árbitros para el Perú vs. Brasil.

En efecto, para competir en las eliminatorias que nos llevaron al Mundial Rusia 2018, se cuidó cada detalle y uno de ellos fue el factor clave del arbitraje. En aquella ocasión el gerente deportivo de la selección, Juan Carlos Oblitas, y el gerente de selecciones, Antonio García Pye, efectuaron un listado de todos los árbitros habilitados para los partidos clasificatorios al Mundial y le solicitaron al entonces titular de la FPF, Edwin Oviedo, que viaje a Asunción y se entreviste con Wilson Seneme, el presidente de la Comisión de Arbitraje de Conmebol, y le haga saber que en ese listado aparecían las nacionalidades de cada árbitro y que no debían programarse referís que podían tener un conflicto de intereses en razón de su nacionalidad.

Aquella gestión se realizó en base a un antecedente. En el año 2013, bajo la gestión de Manuel Burga, existió un acuerdo, nunca llevado a una norma, pero sí respetado como un pacto tácito de los presidentes de las federaciones con la Comisión Arbitral de la Conmebol. Ese acuerdo consistía en no programar árbitros cuya nacionalidad pudiese generar suspicacias o conflictos. La idea era que los amaños arbitrales no fuesen tan atrevidos como poner en la antesala a un árbitro que favorezca a su propio país.

Lozano, ocupado en sus tareas de corruptelas, no entiende ni sabe cuál es el rol de un presidente de la FPF en unas eliminatorias mundialistas y no se le ocurrió hacer una gestión equivalente y tomar contacto con el brasileño Wilson Seneme que programa a los árbitros. Dejó libre la cancha y ocurrió algo estrepitoso: un brasileño designó al árbitro para el partido que iba a jugar su país y ese árbitro, a su vez, pertenecía al país con el cual jugará Perú la próxima fecha. Favores mutuos para un sándwich de mal sabor que se comió Agustín Lozano. De paso cabe decir que el programador de árbitros Seneme tiene tantos antecedentes negativos como Bascuñán. Ver: https://bit.ly/3k41qHA

Es evidente que Lozano no tiene la menor idea de las tareas del cargo que ejerce y también es cierto que carece de toda capacidad para negociar pero, al menos, si no viajó a Asunción a revisar el tema con la Comisión Arbitral de la Conmebol, pudo hacer público el tema y exigir a través de los medios de comunicación que se cambie al chileno Bascuñán por otro árbitro. Nada de eso. Se limitó a recibir la carta con la designación del referí y, junto a su secretario general, le dijeron a la Conmebol “Sí, señor, lo que usted ordene”.

Lo grave de todo esto es que Perú se enfrenta a las Eliminatorias Qatar 2022 sin tener dirigentes con voz y voto y eso significa que estamos a la deriva en aquellas decisiones en las que se necesita una dirigencia con presencia. En los hechos, Lozano es un rehén de Alejandro Domínguez, el presidente de la Conmebol. Si osa discrepar, si plantea un reclamo, si se atreve a una mínima discrepancia, simplemente le aplican la sanción por revendedor de entradas y lo dejan en una situación peor que la de Bascuñán yendo a pie al aeropuerto.

No es ninguna exageración señalar que Perú no tiene un presidente legitimado para estar en el sillón de la FPF. Por esa razón, Lozano no pudo actuar como el presidente de la Asociación de Futbol de Chile, Pablo Milad, quien ante el penal que no le cobraron a su equipo ante Uruguay salió a reclamar y declaró: “Pediré los audios del VAR y pediré el castigo del paraguayo como árbitro FIFA”.

En Perú la situación fue otra. El presidente de la FPF, Agustín Lozano, se convirtió en un fantasma. Silencio absoluto desde La Videna. El jueves 15, recién dos días después del partido convocó a una reunión a los miembros del Comando Técnico, Ricardo Gareca, Néstor Bonillo y Sergio Santín; el gerente deportivo, Juan Carlos Oblitas y el gerente de selecciones, Antonio García Pye. En la cita, en la que también estuvo presente el representante de la CONAR, Lozano era renuente a enviar una carta de protesta. La situación fue tensa porque no solamente se trataba de la actuación del árbitro Bascuñán sino que ya se habían detectado las irregularidades cometidas por el VAR comandado por otro chileno, el árbitro Piero Maza: se ocultaron imágenes sobre todo las que corresponden a la mano cometida por Neymar que, al ser falta previa, habría invalidado el penal que le cobraron a Yotún y que dio lugar al primer gol brasileño. También el propio Maza se negó a revisar más imágenes del segundo penal. Existieron veintidós cámaras pero hubo ángulos que no se revisaron en los dos penales.

Se sabe que el magister Lozano sabe sumar (con calculadora) pero no sabe escribir; su secretario Chiri sabe sumar y también escribir (con corrector ortográfico) quizá ello explique por qué recién el sábado anunciaron que habían remitido una carta a la Conmebol con copia a la FIFA. Digamos que se demoraron mucho más que el VAR de Bascuñán.

Ser rehén de Alejandro Domínguez, el titular de la Conmebol, constituye una complicada condición porque se aplican códigos mafiosos frente a los cuales el ex alcalde de Chongoyape solo puede inclinar la cerviz. Él y su deshonesta ambición se buscaron ese destino. El problema es que Perú, en los salones de los dirigentes, está perdiendo y seguirá perdiendo y esas derrotas repercuten, como en el caso Bascuñán, en los partidos de eliminatorias.

Alguien dirá que no tiene sentido protestar porque el resultado no se puede modificar. Es cierto. Pero el objetivo de una protesta va por otro camino: si no se reclama, si no se hace visible y enfática la posición peruana se abre la puerta a futuras situaciones similares y se trata también de exigir que se implementen reglas claras en el tema de los árbitros y del VAR.

Finalmente, hay que tener en cuenta un asunto muy serio: el Caso Bascuñán es apenas la parte visible de un iceberg. Y es el siguiente. El rol usual de Perú era no clasificar a los mundiales y no nos prestaban mayor atención. Pero las cosas cambiaron. Ahora somos incómodos para el grupo del Atlántico que tiene el teje y maneje del fútbol sudamericano: Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay. Ese grupo dejaba que se embarquen en el avión mundialista a veces Colombia, otras veces Ecuador, pero ahora aparece Perú con posibilidades de adueñarse de un cupo y eso genera preocupación. Hay que recordar que para Rusia 2018, Argentina clasificó en el último partido ante Ecuador y estuvo a un tris de quedarse fuera si Perú convertía el cero a cero de La Bombonera en una derrota para ellos. En previsión de esos riesgos, nos han puesto los tropiezos desde el arranque.

La pregunta de fondo es ¿“La mejor hinchada del mundo” va a permitir que Lozano y su directiva sean un escollo en el camino a Qatar 2022? ¿El sector de la prensa que apoya a Lozano y a su directiva —que pasarán a la historia como los revendedores de entradas—van a seguir apañando a Lozano por encima de la selección peruana?

Lo de Bascuñán es la primera alarma.

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