Los alemanes, una roca de la competición, acostumbrados a una férrea disciplina de juego, sacaron el carnet de gran rival ante España. Así se debe entender el empate. Una España que venía de golear con un juego exquisito y terminó siendo, en varios pasajes, dominada por la técnica y la cabeza fría de los alemanes. España sacó como conclusión que ni todos los rivales son Costa Rica ni todos son Alemania. Ahora tiene ante Japón la opción de pasar a octavos como líder del grupo.
En un soplido se pasó de la pura vida al puro fútbol, a la Alemania de las cuatro estrellas, la que siempre tiene un Müller, el apellido del miedo, y un portero que atrapa el balón como si fuera un aceituna, ya sea Maier, Illgner, Kahn o Neuer. Se vio rápido que había un rival con actitud de campeón.
Hansi Flick, el técnico germano que ya le había propinado con el Bayern el 8-2 al Barça, sabe el código de barras del juego español. Busquets tuvo un centinela a su lado, Gündogan; Pedri tuvo encima a Kimmich, y Gavi tuvo que medir su coraje con Goretzka, un socio del fútbol muscular. En esa asamblea de centrocampistas iba a decidirse el destino del partido.

El primer susto lo dio Dani Olmo que disparó como un alemán para doblar la muñeca de Neuer antes de que la pelota rebote en el travesaño. Fue una chispa en un partido que empezaba a disputarse palmo a palmo, en el que cada pulgada de terreno había que ganársela.
En ese baile de pierna fuerte y marcas apretadas apareció Musiala, un bailarín con el balón. La joya del Bayern encontraba una facilidad pasmosa para eliminar marcas rivales. Menos elegante, pero más voraz, fue Thomas Müller tratando de agujerear la defensa española. Peor fue el túnel que encontró Rüdiger en una falta que cabeceó a la red sin oposición. Por fortuna para España, la NASA arbitral encontró un fuera de juego que los españoles celebraron como si el gol anulado hubiese un gol suyo.

La eficiencia alemana en un partido de inteligencia, hizo que Asensio y Ferrán Torres se desdibujaran y apenas, por la banda izquierda, Dani Olmo mostró nivel de alta competencia en un partido en que no había nadie cómodo en el césped. Ni español ni alemán. Era un encuentro de equipos de alto nivel mostrando al mundo cómo se juega el fútbol en la verdadera elite.
El golero español, Unai Simón, decidió desafiar la salud cardíaca de los hinchas españoles en el estadio y en sus casas, con esa insistencia en salir jugando muy cerca de su portería y entregando balones a sus compañeros que soportaban la marca intensa de los alemanes. En una de esas el balón, en el borde del área, llegó a Kimmich y el guardameta tuvo que recomponer lo que había originado con una gran parada. Fue el aperitivo antes del movimiento de ajedrez que, por fin ejecutó Luis Enrique y cambió el sofoco español: la entrada de Morata por Ferran Torres.

España volvió a tener un 9 de área y Morata, ducho en ese oficio, sacó provecho a un milésimo de segundo, suficiente para entender el pase de Jordi Alba y escapar de la marca de Süle antes de colocar el exterior del pie sobre el balón y evitar el esfuerzo de Neuer. 1-0 para España en el momento en que Alemania tenía superioridad. La ventaja de saber tener un 9 real en lugar de esa flotación estéril que había tenido Marco Asensio.

Como suele ocurrir, el gol no adormiló a esa máquina que siempre es Alemania. Al contrario, redobló su funcionamiento y empezó a invadir con firmeza y con el talento de Sané y Musiala, el área española. Luis Enrique envió a Nico Williams para tratar de evitar la subida de los defensores alemanes pero no sirvió porque el muchacho fue el más crudo para un partido del nivel que se estaba jugando. Con Alemania decidida a no perder el encuentro, las cosas se le pusieron difíciles a España. Sané empezó a dibujar con el arte de su zurda, Musiala demostró que sus 18 años son de un veterano anticipado y el tanque Fullkrug, el refresco que entró por Müller, reventó el arco hispano con un misil.

Quedaban ocho minutos de juego y Alemania desactivó a España en esa última recta del partido. Firmar el empate fue la mejor opción para España, sin quitarle mérito al elenco de Luis Enrique que supo estar a la altura de un partido de esos en el que la inteligencia, la precisión, la fuerza de la marca y el talento de los que desequilibran, se exhibió a nivel de concierto exquisito. El empate para España fue un logro. El partido de los alemanes fue una muestra de un equipo cinco estrellas, de esos que se muestran en un Mundial.
Con información de Marca