Aquí empezó a definirse el título

En el año 1997, Alianza Lima obtuvo el título de campeón del fútbol peruano.Cuando arrancaba un nuevo proceso.

Redacción ONCE
Lima - 6 diciembre 2020

Si existe una fecha clave para Alianza, ésa es el viernes 10 de enero de 1997. Aquel día el colombiano Jorge Luis Pinto fue presentado como nuevo técnico en Matute. Muy pocos lo conocían, algunos lo miraban intrigados, intentando descubrir si ese hombre de 43 años sería capaz de cambiar una historia de 18 temporada sin títulos. Pinto habló lo necesario, se reunió con el plantel y explicó lo que pretendía. Eran días difíciles, y se especulaba que lo único que le interesaba a la directiva de Alianza era un técnico capaz de implantar una «disciplina férrea» para tratar de controlar algunos excesos extradeportivos que se atribuían a sus jugadores.

El gesto adusto del colombiano, ajeno a la sonrisa fácil, era una primera muestra de su seriedad. Se confirmaba que la apreciación inicial era correcta, pero había que agregar también que Pinto, además de tener un claro apego por la disciplina, por encima de todo era un técnico trabajador y perfeccionista, con conceptos claros y decidido a cumplir sus objetivos.

Tres días después de su llegada a Lima, Pinto viajó a Arequipa para iniciar los trabajos de pretemporada junto a un grupo de jugadores integrado por Francisco Pizarro, Héctor Hernández, Christian Del Mar, Carlos Basombrío, Marco Agapito —hoy en Alianza Atlético de Sullana—, Frank Ruiz, Wálter Machaca, Marcial Salazar, José Luis Reyna, Javier Mosquera, Henry Quintero, Christian Vásquez, Paulo Hinostroza, David Chévez, Roberto Holsen, Walter Reyes, Marco Valencia, Pedro García, Mario «Kanko» Rodríguez, Roberto Silva, César Rosales, Jerry Tamashiro y An­ drés «Balán» Gonzales. Este grupo, al que luego se sumarían Waldir Sáenz, Juan Jayo Legario y Juan Carlos Bazalar, quienes entrenaban con la Selección, y Marcelo Bujica, de vacaciones en Brasil, tenían por delante un año lleno de viajes, concentraciones, partidos amistosos y, finalmente, la vuelta olímpica, aunque entonces nadie lo sabía y pocos creían en esa posibilidad.

Archivo ONCE. Noviembre 1997.

Rumbo a Arequipa

El inicio de la aventura arequipeña no estuvo a la altura de la Ciudad Blanca. El vuelo se retrasó tres horas y el plantel se hospedó en el hogar de retiro Quinta Santa Luisa, en el distrito de La Chilina. Había cielo despejado y un buen clima, pero las comodidades estaban ausentes. Al día siguiente, cuando el equipo se presentó a entrenar en el Club Internacional se encontró con una cancha resembrada, plagada de huecos e imposible de utilizar para una práctica seria de fútbol. Pinto dispuso el regreso a La Chilina. El técnico había visto un descampado en el camino y no lo pensó dos veces. Pocas horas después el equipo compartió el entrenamiento con algunos chivos y vacas que pastaban en la zona. La inusual y pintoresca situación no dejó de provocar fastidio en el técnico, quien expresó sus inquietudes al presidente de la delegación, Javier Alván. La organización de la pretemporada no era la mejor y para componer la situación el dirigente Alejandro Herrera viajó a Arequipa.

El equipo se fue completando y la tranquilidad llegaba de a pocos. Bujica se incorporó el 16 de enero y el mismo día, en Bogotá, Víctor Hugo Marulanda arregló su contrato, mientras que Jayo, Sáenz y Bazalar viajaban con la Selección Nacional a los Estados Unidos para jugar un torneo cuadrangular amistoso. Pinto seguía sin conocer a sus jugadores seleccionados, pero ya se animaba a dar algunos conceptos sobre su equipo. «Alianza tiene técnica, pero habría que buscarle alternativas de ordenamiento, de comportamiento táctico, de dinámica…»

Archivo ONCE. Noviembre 1997.

La bitácora señala el 17 de enero. Ese día se produjo el éxodo aliancista. La delegación abandonó las incómodas instalaciones de la Quinta Santa Luisa y se alojó en el hotel Quepay. Sin embargo, los problemas siguieron repitiéndose a la hora de los entrenamientos. Por ejemplo, el equipo fue desalojado del estadio Mariano Melgar porque se iba a realizar un festival deportivo de la policía.  A pesar de los problemas el trabajo no se suspendió.

Cambios profundos

El colombiano había llegado para cambiar las cosas, y sus primeras medidas apuntaron a tener un plantel concentrado en el fútbol el mayor tiempo posible. En este caso los celulares y el juego de cartas salían sobrando y fueron proscritos en la tienda blanquiazul. En Lima, el lunes 20 de enero se oficializó la salida del poeta de la zurda, César Cueto, del comando técnico. Pinto no aceptó que el notable ex jugador trabajara sólo medio tiempo en Alianza y prefirió quedarse con sólo un asistente: el preparador físico Santiago Santos. La decisión provocó la inmediata reacción de los jugadores, quienes no ocultaron su malestar por lo sucedido y provocó los primeros problemas entre el técnico colombiano y el plantel, que consideraba a Cueto más que un amigo, un símbolo. Los días estaban movidos, pero los primeros resultados llevarían las cosas a buen puerto.

El primer partido bajo la conducción de Jorge Luis Pinto, lo jugó Alianza el viernes 24. El rival fue la selección de Arequipa. Empataron 2-2 y la primera formación fue con Hernández (Francisco Pizarro estuvo lesionado durante casi toda la pretemporada), Basombrío, Ruiz, Reyna, Salazar, Hinostroza, Kanko Rodríguez, Valencia, Rosales, Balán Gonzales y Bujica. Los goles los marcaron Balán y Bujica. A la mañana siguiente se unieron al equipo los seleccionados Sáenz, Jayo y Bazalar, nuevas variantes en el medio campo y la delantera.

Luego Alianza dio un nuevo examen ante el Melgar. El encuentro terminó empatado 1-1, con gol de Bazalar, pero con un modesto rendimiento del equipo. Además, surgió un nuevo problema porque el mediocampista Kanko Rodríguez abandonó la concentración y volvió a Lima disconforme con el técnico porque no lo ubicó como titular ante Melgar. El resultado fue la separación de Rodríguez, quien terminó deambulando en el Municipal.

Jayo renuncia

El jueves 30 de enero el volante renunció a la capitanía del equipo, disconforme por los casos de Kanko Rodríguez y César Cueto. El conflicto entre jugador y técnico empezaba a hacerse público. Y las diferencias se hicieron más notorias cuando el 31 de enero Juan José, aduciendo que estaba agotado, pidió que no se le considere para viajar a Ecuador, donde Alianza jugaría dos partidos amistosos previos a la Copa Libertadores de América.

En canchas ecuatorianas, los aliancistas cayeron 2-1 ante el Nacional de Quito y derrotaron, en Guayaquil, 1-0 al Emelec. Luego de estos encuentros Pinto habló con los dirigentes para solicitar un refuerzo. «Los jugadores deben entender que la que debe correr es la pelota y no ellos. Estamos desequilibrados. Necesito un volante que maneje los tiempos del equipo».

A la semana siguiente se realizó la presentación oficial del plantel en el Estadio Nacional. Esa noche se apagaron las luces y todo se volvió de color moreno, hasta que el equipo irrumpió entre juegos de luces y ruidosas bombardas. Aún eran muchas las incertidumbres, pero la fe, como todos los años, seguía acompañando en las tribunas. Esa noche Alianza se enfrentó a Emelec sin los seleccionados Jayo, Sáenz y Bazalar, y el encuentro terminó igualado 3-3.

La Copa Libertadores

El miércoles 19 de febrero Alianza Lima debutó con un empate a cero ante Sporting Cristal y Waldir Sáenz volvió a convertirse en el protagonista de ciertos excesos en la madrugada que siguió al partido. Saltó a la luz que la disciplina aún no cuajaba en el plantel.

Sin embargo, cuando el ambiente andaba revuelto, llegaron los buenos resultados. El martes 25 de febrero el equipo victoriano superó por 1-0 al Cruzeiro de Brasil con un gol del cuestionado Sáenz. En la histórica popular sur, sólo los fieles presenciaron el partido y, con todo derecho, les gritaron a las estrellas el triunfo, albergando esperanzas para lo que se venía.

Archivo ONCE. Noviembre 1997.

El presidente Alberto Masías calificó ese partido como «el mejor de la era Pinto que se inicia». La confianza había vuelto a Matute y había razones para creer que se había tomado el rumbo correcto. Una semana más tarde el equipo cayó por 4-0 ante el Gremio. El discreto arbitraje del chileno Robles y la superioridad de los brasileños disimularon el mal rato, pero quedó en claro que aún faltaba mucho por recorrer.

Después de ese encuentro, Pinto insistió en el pedido de un refuerzo. El 7 de marzo la directiva anunció que se había puesto en contacto con el brasi­leño Marquinho y que todo estaba listo para llegar a un buen acuerdo. En el torneo local los íntimos empataron con Cienciano en el debut, derrotaron a Sport Boys y golearon a La Loretana.

La revancha copera nuevamente dejó a los aliancistas con la miel en los labios. El 13 de marzo Alianza y Cristal empataron 1-1 y Alianza perdió casi todas sus posibilidades de clasificar a la siguiente etapa. El equipo viajó a Brasil para cumplir los encuentros de vuelta de la Libertadores y regresó con dos derrotas, no tan abultadas como para avergonzarse, pero lo suficientemente duras para confirmar que había que seguir bregando. La desafortunada incursión a Brasil complicó el panorama de Pinto al frente del equipo y el entrenador  anunció que «tenía las maletas listas para irse en cualquier momento». Sin embargo, la directiva le dio su respaldo total. Había llegado a conducir un proceso y no iban a cambiar el rumbo. Meses después esa directiva se mostraría orgullosa por su acierto.

El primer clásico

Era el partido que todos querían ganar. Después de la campaña copera se vino el clásico ante Universitario. Y otra vez los momentos difíciles se superaron con un triunfo importante conseguido a través de un gol cuyo autor quedará siempre en la duda —Marquinho remató un tiro libre que supuestamente Rosales desvió de cabeza para descolocar a Ibáñez—. Pero después de la calma llegó la tormenta. En la novena fecha el equipo íntimo recibió al Unión Minas en Matute y terminó con una sorpresa: un empate sin goles que ponía en las sombras la posibilidad de ganar el Torneo Apertura. Esa tarde el técnico Pinto lloró de rabia. Su llanto en el vestuario tenía un significado: todo el trabajo podía irse al tacho y terminar en otra frustración, en otro título perdido.

A los tres días de ese empate se vino el encuentro decisivo con Sporting Cristal. Se jugaba a todo o nada. A esas alturas la directiva estudiaba el caso de Marquinho, porque el volante sólo había jugado dos partidos, no se recuperaba de una lesión y era demasiado caro. Pinto pidió que no lo dejaran ir.

Así llegó otro momento clave. Fue una tarde con angustias y alegrías, repartidas entre Alianza y Cristal. Fue la tarde del 5-4 de los íntimos contra los rimenses. Alianza utilizó un once más sólido porque Sáenz, Jayo y Bazalar se incorporaron al plantel después del triunfo peruano ante Colombia en Barranquilla por las Eliminatorias Mundialistas.

Un remate de Waldir Sáenz que se desvió en Rebosio abrió el marcador. Pero Cristal se recuperó y se puso 3-1 arriba. Cuando nadie creía en una reacción íntima, aparecieron los primeros signos sólidos del trabajo que se había estado realizando.  Sáenz puso el 2-3, Julinho volvió a ampliar la diferencia a 4-2. Y así acabó el primer tiempo a favor de Cristal. En camarines, Pinto sólo pidió un último esfuerzo, ordenó el equipo de otra manera y Alianza mostró toda su fibra, todo su corazón. Con anotaciones de Sáenz, Hinostroza y Bujica voltearon el encuentro. Habían estado muertos y terminaron resucitando. Alianza Lima 5, Cristal 4. Con grandeza, con goles y con fútbol.

A partir de ese triunfo memorable, Alianza no perdió el paso. Pinto borró del titularato a Pizarro, eligió a Del Mar y empezó el nuevo orden. Goleó 3-0 a Pesquero en Chimbote, derrotó por 3-1 a Torino en Lima y en el último partido del Apertura venció 2-0 a Melgar en Arequipa. Y quedó escrita la frase hermosa pero aún no definitiva: Alianza Lima campeón del Apertura. Medio título estaba en el bolsillo. Había que ganar el Clausura para tener el Campeonato Nacional.

Pero los aliancistas no se dejaron embrujar. Por el contrario, el título cambió muchas cosas. La mayoría del plantel pudo darse cuenta de que todo el intenso trabajo había servido para triunfar y que eso significaba una mejoría real para ellos y sus familias. Empezaron a disfrutar del premio al trabajo y se mostraron más dispuestos a escuchar a ese hombre al que habían dirigido reproches y que con paciencia y firmeza no había dado un paso atrás. Pinto se animó a decirles:

«El camino no ha terminado. Tenemos la mitad del título nacional. Nos falta la otra. Y debemos seguir avanzando. Nos falta manejo creativo y mejorar los relevos. En la recuperación del balón se ha progresado, pero el diálogo entre los hombres aún no es bueno. Yo soy un obsesivo amante de la perfección. Creo que a veces eso puede ser más un defecto que una virtud, pero así tendremos que seguir».

En busca del Clausura

Marulanda, Marquinho y Bujica a lo mejor conocen más departamentos del Perú que los diversos estados de sus respectivos países. El mes y medio sin actividad oficial —por la Copa América y la Copa Libertadores— sirvió para demostrar que el proceso de Alianza venía en serio. Su comando técnico decidió recorrer las provincias jugando amistosos, incluso en algunas ocasiones jugaron el mismo día los elencos A y B en ciudades distintas. No parar fue fundamental para mantener el ritmo de competencia. De ese modo evitaron el desenchufe del receso obligatorio.

El equipo victoriano volvió a la cancha en la primera fecha del Torneo Clausura. No cambiaron mucho, pero agregaron algunas variantes con la llegada de Darío Muchotrigo y la recuperación total del brasileño Marquinho, quien fue la manija del triunfo ante Cienciano en esa primera jornada.

Pero la historia no dejaba de ser dura con Alianza y los fantasmas aparecían en Matute. En el segundo encuentro Alianza empató 2-2 con Sport Boys sin Marquinho en el equipo titular, porque Pinto mantuvo sin concesiones su idea de convertir a los jugadores en verdaderos profesionales. Ocurrió que la noche previa al partido con Boys, Pinto llamó por teléfono a Marquinho y éste no se encontraba en casa, por lo que fue excluido del equipo titular, pese a que había sido confirmado en la práctica. Luego el jugador limó asperezas con el entrenador y Pinto decidió apostar por el brasileño. Así, Alianza. ganó en Pucallpa y goleó a Municipal con tres goles de Marquinho.

Después siguió sumando victorias hasta empatar sin goles el clásico con Universitario. Aún no estaba claro quién sería el campeón. La situación se volvió a complicar al perder ante Unión Minas en Cerro de Paseo, justo una fecha antes de enfrentar a Cristal. La apretada tabla dictaminó otra final anticipada entre victorianos y rimenses.

Era octubre, el Señor de los Milagros paseaba en hombros por las calles, mientras otra procesión iba por dentro de todos los aliancistas: sólo servía ganar, hasta un empate los ale­ jaba del título. Pero la incertidumbre se convirtió en fiesta. Tal como ocurrió en el Apertura, pudieron remontar una desventaja en el marcador (1-2) para terminar ganando 3-2 un partido durísimo. Un partido que, además, abrió las puertas hacia el título.

No había nada más que demostrar: Alianza merecía ser campeón. Los corazones latían enfervorecidos, pero 18 años habían enseñado a ser prudentes. Los hinchas guardaron silencio hasta el encuentro con Torino, y desde el norte llegó el júbilo, el alborozo, el llanto, todo resumido en sólo dos palabras por tanto tiempo esquivas: Alianza Campeón.

El futuro

«Reconozco que en el trabajo soy exigente, pero todo lo hago por el bien de los jugadores. Alianza necesita sacrificio y profesionalismo. Fuera de las prácticas me gustaría ser amigo de todos los integrantes del plantel», comenta Pinto, quien ya está pensando en el futuro.

Esta semana el presidente Alberto Masías anunció que la intención de la directiva es prolongar el contrato del comando técnico. «El profesor hizo su trabajo de una manera irreprochable. Hemos ganado dos títulos y no hay dudas sobre nuestros logros. La directiva le va a proponer que se quede hasta la Copa Libertadores del año 2000», dijo Masías.

Esa es también una clave del éxito. El proyecto emprendido por Masías y compañía respaldó a muerte al entrenador y no se dejó llevar por reacciones aisladas. La polémica entre Pinto y algunos jugadores se manejó de la mejor manera, dándole todo el apoyo al entrenador y respetando la escala de jerarquías del equipo. El proyecto colectivo estuvo más allá de posturas personales y ahí están los resultados.

Los jugadores disidentes como Jayo han anunciado la dificultad de continuar en Alianza el próximo año, pero lo cierto es que habrá otros tan buenos como él que permanecerán en el plantel. Esta fue una temporada estupenda de Waldir Sáenz, Juan Carlos Bazalar, Paulo Hinostroza y Marquinho, sin dejar de mencionar a David Chévez, Marcelo Bujica y César Rosales.

Hubo jugadores que entendieron el mensaje de Pinto y que lo cumplieron, mostrando sus discrepancias, pero sin desubicarse. Alianza es campeón ahora, como lo soñaron, durante tantos años, sus hinchas.

Todo empezó en Arequipa sin canchas para entrenar y mil dificultades. Ahora las caras felices en Matute son una realidad. Todo Alianza merece el campeonato. Y después de decirlo todas las palabras quedan sobrando. Alianza Lima Campeón 97.

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