Aunque todo parecía indicar que Luiz Humberto da Silva tenía un brillante futuro asegurado en sus piernas, han sido el destino y sus propias decisiones las que vienen apagando aquella luz que aún se resiste a morir. Mientras tanto, los seguidores y conocedores del deporte rey esperan a que este gran prospecto de delantero recupere el camino perdido.
Cae la tarde y va muriendo el día en Trujillo. Es el 9 de diciembre del 2015, Cristal juega la semifinal de vuelta del Descentralizado y ‘Beto’ da Silva coge la pelota en su campo, avanza con esa velocidad propia de los 18 años, encara dos defensas, los pasa por potencia y define ante el arquero de César Vallejo. Sí, pensé lo mismo que usted: “ya tenemos delantero en la selección peruana”. Joven, atrevido y goleador. Tranquilo Paolo Guerrero, tu camiseta será bien cuidada. Han pasada casi cinco años de aquella escena y usted y yo fallamos. Paolo sigue sin heredero y Da Silva anda mirando el Instagram en este momento.
La historia inicia cuando Luisinho Da Silva, un pícaro brasileño que jugó en Melgar y Torino en la década de los noventa, conoció a una guapa peruana y se la llevó a la ‘tierra de la samba’. Nació entonces Humberto, que mantuvo en la sangre la herencia del fútbol y a los 7 años ya tocaba la pelota en las canteras del Internacional de Porto Alegre. Tres años después se cambió de vereda al ‘archienemigo’ Gremio. Pero a los 13 años, retornó a Perú.

Pocos veían en él un talento en potencia, y tras un paso fugaz en la ‘U’, da Silva fichó por Sporting Cristal. Allí, con la camiseta celeste, llegaría el lanzamiento. Su físico aún no desarrollaba en gran medida, pero, pese a ello, en junio del 2013 debutó en la profesional cuando Cristal jugó contra Alianza Lima. “Vaya Beto, dé lo mejor de usted. Juegue, muestre y diviértase”, le dijo Roberto Mosquera. El chico jugó treinta minutos, y sea por nervios o golpes, se fue lesionado.
Un año después, en 2014, llegó a totalizar 14 partidos y a festejar 2 goles además del título nacional conseguido ante Juan Aurich. Poco a poco, el joven Da Silva, con 18 años en el DNI, empezó a pelear con Irven Ávila y Alexander Succar un puesto en la delantera y llegamos al 2015. Allí metió dos tantos –el segundo de ellos el gran relato del inicio- ante César Vallejo y, en la final contra Melgar, anotó otro y participó del segundo. Pero no pudo ser, y el local campeonó.
‘Beto’ da Silva perdió una final, pero ganó un inicio, el del despegue. Ese que trae las ofertas de empresarios y que lo ubicó en el gusto del seleccionador Ricardo Gareca. El año 2016 debía ser el de la consolidación de aquel muchacho que iba a darnos grandes alegrías, pero no fue así. Se deslizó por un increíble tobogán y sucedió lo inesperado.
La caída del predestinado
El 3 de enero del 2016 la noticia corrió como reguero de pólvora: Da Silva se va a Holanda. El delantero era jugador libre y decidió no renovar con Cristal e irse al PSV. Interesante apuesta, dijeron algunos que recordaban lo hecho por Jefferson Farfán en 2004. Sin embargo, llegó la primera gran diferencia: mientras la ‘foquita’ se fue directamente al primer equipo, a Da Silva lo enviaron al Jong PSV, la filial del club de Eindhoven para que gane experiencia.

Aquí surge el primero de los grandes problemas: la impaciencia. Si bien jugó 26 partidos, anotando 4 goles y repartiendo 5 asistencias, Da Silva quería acelerar su progreso. Logró debutar en un amistoso ante Porto con el equipo mayor del PSV que lo promovió en enero del 2017. Aquí viene el segundo error. Le llegó una oferta de Gremio en enero de ese año y decidió dejar el competitivo fútbol europeo para venirse a la tierra de su padre, en un claro retroceso que él mismo lamentó.
“En Holanda tuve algunas diferencias con los técnicos. Son muy estrictos y yo era más relajado. Me equivoqué al irme tan rápido”, dijo el atacante en 2018 al portal argentino Infobae. Retomando las aventuras del delantero, Gremio pagó 400 mil euros al PSV por el pase del jugador, que creía un ‘diamante en bruto’. Sin embargo, Da Silva solo jugó 18 partidos (uno como titular), se la pasó lesionado y marcó un solo tanto. La cosa seguía sin venir bien.
El ‘tricolor gaucho’ decidió entonces cederlo a préstamo a Argentinos Juniors el 19 de enero del 2018 a cambio de 570 mil euros. Una cifra que le salió carísima al equipo de ‘la paternal’ ya que el peruano volvió a defraudar y jamás le compitió el puesto a Gabriel Hauche y Raúl Bobadilla. Tuvo que regresarse en agosto de ese año a Brasil y dejó en Argentina solo retazos de cinco partidos en los que entró y ningún gol que festejar.
La segunda caída
Nadie le puso freno al viaje del jugador peruano. Regresó a Porto Alegre y Gremio hizo lo lógico: no renovó su contrato, le estrechó la mano y el delantero fue jugador libre. Era el 9 de setiembre de 2018 cuando Tigres de México lo oficializó por tres temporadas. El equipo de Monterrey era, se pensaba, el ‘trampolín’ que necesitaba ‘Beto’ para dar ese salto. Sin embargo, el equipo de UANL lo cedió en enero del 2019 a Lobos BUAP, donde anotó un solo gol en 11 partidos.

Tras su regreso a Tigres, el club decidió prescindir de él y le empezó a buscar acomodo. Sporting Cristal y Alianza Lima pusieron sus ojos en el atacante, pero finalmente fue Deportivo La Coruña, de segunda división de España, el que en setiembre de aquel 2019 le abrió las puertas y la fortuna europea parecía haberle perdonado la afrenta de irse del PSV. Fue un espejismo, el peruano solo pudo alternar en 9 partidos sin trascender.
A inicio del 2020 Alianza pudo ficharlo y el jugador llegó con su carta pase. Febrero de este año y el club íntimo lo anunció como el ‘gran refuerzo’ hasta diciembre del 2022. ‘Beto’ había jugado dos partidos (ante Nacional de Uruguay y Universitario) y perdido ambos, cuando la pandemia del covid19 apareció en el horizonte mundial. Por ahora, aquí se detuvo su historia futbolística.
El karma de sus lesiones
Inmaduro para algunos, impaciente para otros y relajado para los demás, ‘Beto’ Da Silva ha tenido un problema recurrente en sus 7 años de carrera futbolística: las lesiones. Pese a ser tan joven, la continua racha de dolencias frenó y contuvo en parte lo que era la trayectoria futbolística del centro delantero. Estas fueron algunas:
2016
– Golpe en la cabeza tras un entrenamiento con el Jong PSV en octubre.
– Molestia muscular en el muslo derecho tipo desgarro en noviembre.
2017
– Lesión de grado 3 en el bíceps femoral en febrero.
– Contractura muscular en agosto.
– Lesión de Grado I en el abductor del muslo izquierdo en noviembre.
2018
– Dolencia muscular en la pierna derecha en abril.
– Lesión muscular la pierna izquierda en octubre.
2019
– Lesión muscular en marzo.
– Lesión muscular en octubre.
2020
– Lesión muscular sufrida en entrenamiento en España en enero.
El ‘Beto’ que todos queremos
Ni Roberto Mosquera fue loco para hacerlo debutar con 16 años, ni Daniel Ahmed estaba falto de visión para darle confianza. ‘Beto’ da Silva tiene características que otros delanteros de su generación o mayores que él no poseen. Partamos de la primera que no abunda: potencia, como en los goles a César Vallejo en 2015. Desde Jefferson Farfán no se ha visto un jugador que vaya hacia adelante y no sea detenido. Si a eso le sumamos que lleva la pelota pegada al pie, el mérito aumenta.

Esa particularidad de ‘Beto’ no la tiene, por ejemplo, Raúl Ruidíaz, además de ser este menos proporcionado en biotipo.
Vamos con la segunda virtud: la capacidad de resolución. Desde un gol de ‘palomita’ en la final del 2015, a una ‘tijera’ ese mismo año en Lima. Esa cualidad está distante de poseerla, por ejemplo, Yordy Reyna. El tercer mérito del jugador es el aplomo con el que se planta en la cancha. Jugó una final, un clásico, pisó canchas del ‘Brasileirao’, la liga de España y demás sin que los nervios lo traicionen.
Si Da Silva se da cuenta que todo eso está dentro él, el fútbol peruano habrá ganado un centro delantero que vista la camiseta ‘9’ y la porte con orgullo cuando Paolo Guerrero diga ‘hasta aquí nomás’.
En la mira del ‘Tigre’
Las cualidades futbolísticas de ‘Beto’ da Silva deslumbraron al seleccionador Ricardo Gareca desde que este asumió en 2015, el año del despegue y explosión del atacante. Gareca entendió que dentro de su universo de jugadores, ‘Beto’ era un tipo distinto y siempre lo tuvo y aún lo tiene en la mira. Se le acomoda a jugar de ‘9’, de ‘falso 9’ cuando arranca desde atrás y si le encomienda ir por los costados, el jugador también se acopla.
Por eso, apenas pudo hacerlo, Gareca convocó al ariete y este jugó 5 amistosos (marcó un gol ante Trinidad y Tobago), la Copa América Centenario (un partido) y 2 encuentros por eliminatorias (derrota ante Chile y empate contra Argentina). Incluso el último amistoso que disputó Da Silva, contra El Salvador, debió salir lesionado y ahora el seleccionador peruano desea que se ponga a punto en Alianza y pueda ser ‘bolo fijo’ en el arranque de las eliminatorias en octubre.
La vida personal en Instagram
En junio del 2017, cuando se encontraba en Gremio, ‘Beto’ da Silva anunció que iba a ser padre. La emoción lo embargaba y finalmente su pareja, Alessia Vurbal, dio a luz al pequeño Thiago, su primogénito. La relación tenía más de dos años con la joven brasileña cuando el futbolista de pronto apareció como soltero. Ese fue otro importante cambio en su vida, porque no solo no se rodeó bien, sino que empezó a descuidar el fútbol por cosas menos importantes.

Hoy en día, Da Silva vive en un departamento con el ‘chico reality’ Emilio Jaime y suele postear repetidas fotos de su musculatura, ejercicios o demás cosas banales. Además, es una persona muy activa en la red social Instagram y de allí nació el romance con la modelo Ivana Yturbe, conocida por haber tenido también un ‘affaire’ con Jefferson Farfán. Da Silva se sobreexpuso en Instagram y hasta oficializó su romance el 3 de junio. Todas previas salidas rompiendo el protocolo de sanidad y el distanciamiento, algo que no cayó muy bien en Alianza Lima. Para colmo, declaró a un programa de espectáculos cuando su relación terminó (el 7 de julio), la misma relación que hoy estaría por retomar, ante la molestia de los hinchas blanquiazules que ya empiezan a ver al Da Silva desconcentrado que se ha impuesto sobre el jugador en los últimos años.
Beto da Silva tiene 23 años y debe elegir ahora, en este instante, si es pasado, presente o futuro. Porque vivir en el limbo, es no vivir.