Tienen dos diarios. Uno en español, La Semana, y otro en portugués, Jornal da Praça. Y apenas una calle divide la frontera entre Paraguay y Brasil. Si se camina por la avenida Gaspar Rodríguez de Francia se está en territorio guaraní. Si se cruza la calzada se llega a la Rua Floriano y todo está en portugués. Se puede cambiar de país con sólo cruzar una calle. Son dos ciudades colindantes en esta frontera situada a 540 kilómetros de Asunción. Del lado paraguayo la ciudad se llama Pedro Juan Caballero y del lado brasileño es Ponta Pora. Quienes arriban por vía aérea lo hacen a través del aeropuerto de Ponta Pora, porque es el único en el que pueden aterrizar aviones de envergadura. En la pista de Juan Carlos Caballero apenas caben pequeñas avionetas. Pero las distancias son imperceptibles, porque ambas ciudades están tan juntas que comparten todo. Los pobladores de Juan Carlos Caballero hablan tres idiomas: español, guaraní y portugués, y muchos de ellos mezclan los tres idiomas para terminar generando una mezcla imposible de entender. En lo que no se hacen ningún problema es en el uso de la moneda. Negocios son negocios y circulan, sin necesidad de casas de cambio, el dólar, el guaraní y el real.
A la hora de la diversión la influencia brasileña es notoria y estos paraguayos cuentan que se convierten en bailarines de samba y se entonan con tragos de caipirinha, aunque durante la semana su bebida favorita es la yerba mate, ese brebaje que caracteriza a los argentinos, pero cuya producción se origina en esta ciudad y que tomada con agua fría se llama tereré.

Un poco de todo
Como toda ciudad de fronteras tiene algunas peculiaridades: contrabandistas, traficantes de droga (se produce abundante marihuana) y ladrones al paso. Por eso hubo desplazamiento de policías desde Asunción y la noche anterior al partido se realizó una redada para guardar a los inquietos. Pero no todos son así, por supuesto. Al contrario, la mayoría de su población tiene la cálida hospitalidad de las gentes de provincia y en esta ciudad de Pedro Juan Caballero —muy parecida a Pucallpa o Tingo María— la Copa América se vive con interés a pesar de la lluvia, la neblina y el intenso frío.
Hasta aquí llegó la Selección Peruana en un vuelo que juntó a los cuatro equipos del grupo. Cuando descendieron los jugadores peruanos, paraguayos, japoneses y bolivianos, la población que fue al aeropuerto desafiando a la persistente lluvia, se lanzó en pos de autógrafos sin importar nacionalidades ni figuras. Se trataba de visitantes en una pequeña y humilde ciudad que vive aislada, y esta invasión de extranjeros rompía su rutina.
Perú eligió como alojamiento el hotel Barcelona en el lado brasileño, ubicado a cinco minutos del estadio Río Parapití. A pesar de que toda esta región se llama Amambay, que significa en guaraní «punto culminante de la lluvia», la naturaleza decidió dar la contra con exagerado énfasis. Toda la noche anterior al partido cayó una fuerte lluvia que impidió cualquier entrenamiento. Apenas, en una pausa, se pudo hacer el reconocimiento de cancha para comprobar que estaba en mal estado.
Varios cambios
Después de tener el parte médico, Juan Carlos Oblitas empezó a diseñar una alineación alternativa teniendo en cuenta las lesiones de solano (un golpe en la rótula izquierda) y Maestri (sentido del aductor y con tarjeta amarilla), además de la necesidad de preservar a los que tenían una tarjeta amarilla (Reynoso, Jayo y Holsen). Por esas razones y por estar ya clasificado, Perú envió a la cancha una alineación totalmente distinta y cambió el esquema táctico utilizando un 4-4-2. Las horas previas al encuentro fueron también de pésimas condiciones climáticas. Amaneció con una neblina tan baja que las torres de iluminación del modesto estadio Río Parapití parecían esconderse entre las nubes. Durante todo el día una tenaz llovizna no dejó de caer en ningún momento y la temperatura fue descendiendo hasta alcanzar los 4 grados, aunque la sensación térmica era bajo cero. Los fotógrafos tuvieron que acondicionar cubiertas de plástico para ubicarse en la cancha, mientras los cronistas veían como guarecerse. Abajo, en el campo, en la cancha mojada, el frío era aún más intenso. En esas condiciones, absolutamente impropias para jugar al fútbol, salió Perú a enfrentar a los paraguayos.
Como no podía ser de otra manera, el estado del terreno de juego obligó a la Selección a optar por una formación de carácter defensivo. Haber obtenido la clasificación una fecha antes permitió que Oblitas enviara al campo de juego una alineación alternativa que formó con Oscar Ibáñez, Luis Guadalupe, José Soto, Miguel Rebosio, Percy Olivares, Juan José Velázquez, Marko Ciurlizza, José Pereda, Roberto Palacios, Andrés Mendoza y Claudio Pizarro.
En los primeros minutos, Perú tuvo por más tiempo el control de la pelota, apoyado en el buen trabajo de Ciurlizza y Velázquez en la mitad del campo. Sin embargo, no tuvo profundidad ofensiva, a pesar de los esfuerzos de Mendoza y Pizarro por abrir espacios en la defensa paraguaya. Después de los primeros 25 minutos, el equipo local emparejó el trámite del partido, le quitó la pelota a Perú y empezó acercarse al arco de Ibáñez. Sin embargo, ninguno de los dos equipos tuvo posibilidades claras de ponerse en ventaja y el empate a cero cerró el primer tiempo.
Con ese resultado la Selección mantenía el primer puesto del Grupo A y evitaba tener que volver a este estadio, que es, sin lugar a dudas, el peor de la Copa América.

Otra Historia
En la etapa complementaria, básicamente por la cancha pesada y la dificultad para manejar el balón, Perú se vio obligado a cederla la iniciativa a Paraguay, un quipo mucho más acostumbrado al terreno borroso del estadio de Pedro Juan Caballero. Precisamente los locales eligieron esta sede por sus características. Sabían las pésimas condiciones en las que se encontraba el lugar, porque incluso jugaron aquí un amistoso contra la Selección Matto Grasso.
La neblina llegaba a la altura del campo de juego, el frío agarrotaba a los jugadores peruanos, que aún así mostraron un excelente estado físico. En el segundo tiempo el dominio local fue mucho más claro y aumentó la labor de la defensa, incluido el arquero Oscar Ibáñez, que tuvo hasta tres intervenciones claves para mantener el cero en su arco. Roberto Palacios fue amonestado con tarjeta amarilla y Oblitas se vio obligado a reemplazarlo por Roberto Holsen, pensando en el partido de cuartos de final. Este cambio hizo que Claudio Pizarro retroceda al medio campo y se encargara de las funciones que cumplía Palacios. Perú ya no inquietaba al portero Tavarelli, pero tuvo una clara ocasión de adelantarse en el marcador, que Andrés Mendoza no pudo aprovechar. Más tarde ingresó Jorge Soto por Pereda (ya no tenía piernas) para cuidar un resultado que nos mantenía en la punta de la serie.
Pero cuando el partido parecía controlado, Miguel Rebosio abandonó su posición defensiva, se lanzó al ataque, perdió la pelota en campo paraguayo, no se hizo el revelo oportuno y en la réplica los locales marcaron la diferencia. El Toro Acuña habilitó al juvenil Roque Santa Cruz, que sorprendió a la defensa, dejó en el camino a Ibáñez y puso el 1-0 que cambiaba el destino de Perú en los cuartos de final. Ahora habrá que esperar al segundo del Grupo B (lo más probable es que sea México) y regresar a esta sede que no está acorde con la categoría de una Copa América.
Por lo visto a lo largo de la competencia, Perú mantiene intacta sus posibilidades de seguir avanzando en Paraguay 99. Con cinco suplentes, un esquema distinto y una cancha en condiciones deplorables, Perú le plantó cara al dueño de casa y demostró que nada se puede dar por perdido.