A Christian Alberto Cueva Bravo, lo quieres o lo detestas. Falla un penal en un Mundial y hunde a un país en la tristeza. Después anota en partidos clave y nos hace gritar hasta perder la voz. Cueva es el Perú: un sube y baja emocional. La fe y la esperanza haciéndole frente a la desazón de las estadísticas y a las reacciones primarias de las sumas y las restas. El Perú es como Cueva: esos claroscuros de quien se sabe talentoso pero lo olvida y en situaciones importantes de pronto asoma. ¿Qué puede ser más peruano que eso?

No perdamos de vista lo esencial. Lo de Cueva no es un milagro. Es, sencillamente, el haber reflexionado y haber decidido volver a ser un profesional. Decidió contratar un personal trainer que lo acompaña en Arabia. Se entrena con regularidad. Es titular en su equipo. Es decir, está haciendo lo que tiene que hacer: entrenar y jugar. Y los beneficios están a la vista. Llegó a Lima con el peso exacto y con buen estado físico. Por esa razón ubicado en el sector izquierdo está en condiciones de subir y bajar, de organizar ataques y contribuir en recuperar el balón. Si le sumamos su cuota de talento, todo cierra. No es un milagro. Es Cueva haciendo un trabajo profesional. Ojalá lo entienda para los cuatro últimos partidos a jugarse en el próximo verano.
