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Alianza Lima 1997, el título que más tardó en llegar

La última vez que los blanquiazules habían logrado un título había sido en 1978 con un extraordinario equipo en el que jugaban Cueto, Cubillas, Sotil, Velásquez, La Rosa. Después hubo un largo silencio hasta ese título que tardó 19 años. Aquí el recuerdo.

José Miguel Cabrera
Lima. - 28 noviembre 2021

Una cruz humana se formó en el centro del campo para dar inicio a la fiesta. La celebración, que se extendió desde el desierto de Talara hasta el estadio de Matute, se dio en medio de un espectáculo inolvidable: un categórico 5-0 y una gran demostración de fútbol terminó por cerrar la brillante campaña de este Alianza Lima versión 1997.

Con esa cruz humana formada por los jugadores se recordó a la generación blanquiazul que se perdió en el mar de Ventanilla. Y fue un momento de gran emoción. Después, otros jóvenes y una inmensa cantidad de hinchas que apenas alcanzan la mayoría de edad, pintarrajeados de blanco y azul, tuvieron el honor de ver campeón al Alianza por primera vez en su vida.

Desde muy temprano, en las inmediaciones de Matute se vivió un ambiente de fiesta. Porque eran miles de personas con la certeza de quien está a punto de ser testigo de un hecho histórico, del estallido de una emoción contenida   durante un tiempo que se hacía eterno. Por eso el loquerío del final, con la cancha invadida de gente convirtiéndola en una tribuna más.

El pueblo aliancista vino a celebrar y se encontró con un equipo seguro de sí mismo, que podía jugar pensando en hacer feliz a su gente porque el título ya estaba bien puesto en el pecho.

En la tribuna se levantaban las olas humanas, los cánticos, los polos dando vueltas en las manos, y el movimiento de una tribuna que quería remar y llevar esa sensación de felicidad lo más lejos posible. Abajo, en la cancha, el equipo abría el marcador a los 34 minutos tras un toque sutil de David Chévez con pierna derecha y se acababa el primer tiempo.

Más tarde un pase preciso de Juan Carlos Bazalar dejó a Chévez solitario para poner el segundo; y el tercer gol de Waldir Sáenz dejó una hinchada de pie con la garganta enrojecida. ¡Alianza ya salió campeón!, ¡Alianza ya salió campeón!, se lo dedicamos al gordo, ese h… que es un hablador.

El brasileño Marquinho le sacaba lustre a su extraordinario remate de derecha con dos espectaculares tiros libres, sumando el cuarto y quinto gol para traer abajo un estadio de Matute repleto y feliz.

Tras el último gol de brasileño, el mejor de la tarde, los jugadores se dieron el lujo de hacer un “trencito” arrodillados y a partir de ese momento una enorme masa humana bajaba de las tribunas para intentar ingresar al campo y cumplir con el sueño tantas veces postergado de dar la vuelta olímpica.

Alianza puso el fútbol y no se cansó de celebrar porque la fiesta fue completa a pesar de los desmanes del final del encuentro que impidieron a los jugadores terminar la ansiada vuelta olímpica. La vida tiene compensaciones, había dicho el técnico Jorge Luis Pinto antes del inicio del encuentro. El colombiano fue el gran artífice de este campeonato y ésa es una cuestión que hay que recordar siempre. Y más aún en este magnífico momento blanquiazul.  Ahora que se recoge el fruto de un trabajo planificado que tuvo momentos difíciles por el rechazo inicial que tuvo su manera de imponer la disciplina, exigiendo trabajo y más trabajo, con charlas extensas, con llamadas telefónicas y visitas sorpresivas a los jugadores en sus casas para cerciorarse de que todo estaba en orden. Con enseñanza táctica y un sistema de juego en zona que costó tanto asimilar.

Archivo ONCE. Edición impresa 09 de diciembre de 1997.

Atrás quedaron las discrepancias con algunos jugadores como Juan Jayo y en el camarín se vivió un carnaval inacabable que se prolongó hasta las siete de la noche. Dirigentes, hinchas, jugadores y hasta periodistas se empaparon de agua y compartieron ese inolvidable momento de alegría.

Desde la pretemporada en Arequipa, pasando por la conquista del Torneo Apertura y el logro del Clausura, hubo muchos cambios en la vida de este plantel. Se debieron adecuar a una rutina extenuante de trabajo, a concentraciones largas y dejar de lado algunas costumbres que no iban de la mano con lo que significa ser un deportista profesional. Gracias a eso pudieron llegar a conocer la felicidad de tener un estadio lleno con gentes coreando sus nombres, compartiendo lo conseguido.

El agradecimiento del pueblo aliancista se sintió también en el grito de «Pinto corazón» que llegó hasta el camarón entre lágrimas y abrazos. Desde ese lugar, el técnico se comunicó a través de una radio local con su amigo Miguel Prince, presidente del Unión Magdalena, y también con el alcalde de San Gil, el pueblo que lo vio nacer. Y se le quebró la voz y no pudo contener la emoción. Con los ojos húmedos, Pinto dijo lo siguiente: «Ojalá podamos volver a vivir esta alegría. Quebramos un récord de puntos acumulados que tenía Sporting Cristal y convertimos este día en una tarde hermosa. Este es el título de todos los hombres de Alianza. Ahora les he dicho a los jugadores que en los momentos difíciles recordemos estos días de felicidad».

Estos días de felicidad que el pueblo aliancista quisiera prolongar por siempre. Se acabó la mala racha.  Son campeones. Lo consiguieron en la cancha y se lo merecen.

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