Las disputas regionales dividen opiniones entre los hinchas brasileños, la mayoría pide su fin y, muchos defienden su continuidad. El fútbol de Brasil nació en los Estaduais, como popularmente son conocidos, y de ellos continúan surgiendo nuevos talentos. Los 27 estados del país cuentan con campeonatos regionales que dan vida a muchos equipos de fútbol. Si en las tres divisiones nacionales (Series A, B y C) hay 60 clubes, sólo en la 1ª división de los Estaduais hay más de 250.
Estos comenzaron como torneos municipales o metropolitanos. El primero fue en São Paulo, en 1902, con cinco agremiaciones que disputaron entre si partidos de ida y vuelta. El Club Athlético Paulistano y el São Paulo Athletic Club empataron en número de puntos y jugaron un partido extra, que acabó 2 a 1 a favor del São Paulo, con goles del paulistano Charles Miller, personaje importante de la historia del fútbol brasileño por ser quien introdujo ese deporte en el país. Lo hizo cuando terminó sus estudios en el Banister Court School, en Southampton, Inglaterra y desembarcó en el puerto de Santos con dos pelotas de fútbol y el libro de reglas, en 1894.
El paso del tiempo y el crecimiento de las ciudades obligó a los clubes a agruparse en asociaciones o federaciones en sus estados. Antes de 1910, cinco tenían torneos regionales y llegó a 18 la década siguiente.
Cuando Charles Miller y Artur Friedenreich disputaban el regional paulista había una norma, no escrita, en casi todos los estados prohibiendo que afrodescendientes y analfabetos jugaran fútbol. Uno de los tantos casos sucedió con Antonio Gatto, jugador del Gremio Esportivo de Bagé, Rio Grande do Sul. Era 1928 y su equipo disputaba la final de la región Sur del Gauchão contra el Rosário do Sul. Antes del partido, dirigentes del E.C Pelotas intentaron impedir la finalísima alegando que Gatto era analfabeto. El Gremio Esportivo jugó y ganó, pero Gatto fue suspendido.
Hasta 1960, el campeonato de Rio Grande do Sul se jugaba por regiones dentro del estado, y los mejores de cada región enfrentaban a los equipos de la capital, Porto Alegre.

Polémico Fla-Flu
En los años 30 del siglo pasado se organizaron las federaciones estatales y los campeonatos se estructuraban respondiendo a los dictados de sus presidentes. Cuanto más tiempo duraba el campeonato, mejor. El número de personas que frecuentaban los estadios aumentaba. Aun no existían las hinchadas organizadas (el primer registro es de 1939, año de fundación del Gremio São Paulino, que luego cambiaria de nombre: Torcida Uniformizada do São Paulo, la TUSP) y el interés crecía entre la gente. Los medios (prensa y radio, primero. TV después) ayudaron a promocionar los regionales, los nuevos talentos y los equipos memorables, como el Expresso da Vitória, el Vasco da Gama, que dominó Rio de Janeiro entre 1945 y 1952 o los imparables Santos y Botafogo, de Pelé y Garrincha.
Cuando no existía el Maracanã, los cuatro grandes de Rio de Janeiro jugaban en sus estadios. La última fecha del Carioca 1941, Flamengo recibió a Fluminense en el José Bastos Padilha, más conocido como el estadio da Gávea, construido a orillas de la laguna Rodrigo de Freitas, en la zona Sur de la ciudad. Jugando por un empate para coronarse bicampeón, el Flu, del delantero Elba de Padua Lima, Tim, abrió 2 a 0 pero Flamengo empató en la etapa final. El entusiasmo rubro-negro aumentó cuando el defensa tricolor Carreiro fue expulsado al reclamar por el gol de empate, mientras el arquero Batatais se dislocaba el hombro. Como los cambios no se permitían, Batatais tuvo que seguir jugando hasta el final del partido.
Para defender el empate, Fluminense replegó líneas y cuando recuperaba la bola, sus jugadores la pateaban hacia la laguna, contigua al estadio, para enfriar el partido. Como no había muchos balones, el partido se interrumpía continuamente y los 15,213 presentes vieron la desesperación de los directores del Flamengo, ordenando a los atletas del equipo de remo a recoger las pelotas que flotaban en el agua. De poco sirvió semejante alboroto, el Fla-Flu da Lagoa acabó 2 a 2 y es considerado uno de los más polémicos de la historia.

Años después surgió el torneo Rio-São Paulo (1950), el Brasileirão, originalmente llamado Taça Brasil (1959), la Copa Libertadores (1960) y varios otros que comenzaron a ocupar el calendario de los clubes. “Soy un nostálgico, mis referencias futbolísticas más remotas están relacionadas con los Estaduais, especialmente el campeonato Paulista. Pero las cosas han cambiado” afirma Milton Neves, periodista de la red Bandeirantes.
Las cosas han cambiado mucho. Actualmente, los grandes clubes no les dan importancia a los campeonatos regionales y priorizan otras competencias nacionales e internacionales. La Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) y las federaciones de los estados defienden los Estaduais porque impulsan el desarrollo del deporte (para muchos equipos chicos es la única competencia “grande” de la temporada) y donde se destapan nuevos jóvenes talentos, generadores de lucro para clubes menores, como el Ituano Futebol Clube, equipo que reveló a Gabriel Martinelli, joven delantero vendido por ocho millones de dólares al Arsenal de Inglaterra, al término del campeonato Paulista 2019. Al firmar el contrato, Gabriel tenía 17 años.
Otra critica a los Estaduais es el bajo nivel técnico de las competencias, cuando no las canchas precarias o el formato cambiante año tras año y, principalmente, su impacto en el desorganizado calendario del fútbol brasileño, sin tiempo para pretemporadas adecuadas ni pausas domésticas cuando hay fechas FIFA.
“Las federaciones no tienen como disminuir lo que se ha vuelto tan pequeño gracias a la terquedad. Los campeonatos regionales se deben jugar durante toda la temporada sin los clubes que compiten en los campeonatos nacionales o, máximo, con los jóvenes de la Sub-23 de estos equipos,” opina Juca Kfouri, columnista del diario Folha de S. Paulo.
Los campeonatos regionales estorban el calendario, pero mantienen vivas las rivalidades locales y el empleo de miles de profesionales. Tienen en los contratos de televisión su “tabla de salvación” para apoyar a los equipos de sus ligas, pero ¿Cómo mantenerlos si han perdido el interés de la gente y de los patrocinadores?
Antes del fin, tres anécdotas derivadas de la desorganización, falta de profesionalismo, aspectos culturales y personajes pintorescos de los simpáticos Estaduais.

El concierto del Rey Roberto Carlos
El Estrela do Norte pasaba serias dificultades económicas durante el Capixaba 2016 (ese nombre denomina a las personas que nacen en Espirito Santo), pero la dirección del club fue creativa al resolver la situación. Con salarios atrasados y jugadores dejando el club, el presidente Adílson Conti decidió otorgar entradas a los jugadores para el concierto de Roberto Carlos por sus 75 años, en el Estadio Mario Monteiro, casa del Estrela do Norte, en Cachoeiro de Itapemirim, ciudad natal del Rey. De las 450 entradas recibidas por el Estrela, 250 se vendieron rápido. Conti no pensó dos veces y reservó las otras 200 para los jugadores. Así, ellos podrían venderlas y usar el dinero para pagar sus deudas y cuentas mensuales. Al término del campeonato Estrela do Norte bajó a segunda.
Cambiar de idea no siempre es positivo
La alta rotatividad de entrenadores en el fútbol brasileño no es novedad, pero la dirección del Socorrense, de la primera división de Sergipe, exageró. Tras perder los tres primeros partidos, el presidente despidió al entrenador, Guidon Santos, un lunes. El martes cambió de opinión y reincorporó al profesional. El miércoles, tras empatar 1-1 con Lagarto, volvió a cambiar de opinión y despidió a Guidon por la segunda vez en tres días. ¿Adivine si Socorrense descendió a segunda? …si.
Cocada para Flamengo
“En los anales del club estará escrito que Vasco da Gama ganó el bicampeonato carioca con un gol de Cocada en el minuto 44, que entró a los 41 y fue expulsado a los 45. Un hito histórico para cualquier jugador “. Estas fueron las palabras proféticas de Cocada, la noche del 22 de junio de 1988, minutos después de haber marcado el gol del título del Vasco sobre Flamengo. Cocada fue expulsado por provocar indebidamente al banco de suplentes del Flamengo. Antes de los minutos finales, Romário, que había escuchado provocaciones de Renato Gaúcho durante 90 minutos, lo insultó. Renato intentó agredirlo, el “Baixinho” respondió y fue golpeado por Alcindo. La cancha fue invadida y comenzó una “batalla campal”. Además de Cocada, Romario, Renato y Alcindo fueron expulsados. Los días posteriores a la final, la principal diversión de los vascainos fue ofrecer cocada a los hinchas rubro-negros.