El magnífico significado de dar un pase

A partir del fenómeno Guardiola el pase adquirió un significado mayor en el fútbol moderno. Aquí un análisis sobre esa herramienta vital para llegar al gol.

Pep Guardiola.
Sergio Levinsky
Buenos Aires - 18 abril 2021

“En el pase, el hombre se reconoce como ser social”. Esta es una hermosa frase del gran periodista y escritor brasileño Nelson Rodrígues que aparece en una de las paredes del túnel que lleva a los jugadores al césped del legendario estadio Maracaná de Río de Janeiro, que hoy lleva el nombre de su hermano, Mario Rodrigues “Filho”.

Y es una gran verdad: no hay pase sin otro. Y al haber otro que lo recibe, hay sociabilidad. Necesitamos de otro para que haya un pase. Desde lo colectivo, es algo hermoso porque el fútbol no es un deporte individual, sino de equipo.

El pase, entonces, es necesario en un determinado momento, o en muchos momentos del partido. Nadie puede discutir esto, porque es muy básico. Es un gran recurso, un enorme recurso, y que de hecho, cuando se optó por él, significó un enorme salto de calidad en el fútbol.

Sin embargo, en estos tiempos y ya desde hace bastante, el pase se ha transformado en una pequeña (o no tan pequeña) trampa. Porque en buena parte de los equipos del fútbol europeo, a partir de algunos éxitos, hay un convencimiento de que no hay otra fórmula posible y que se trata del único camino a la felicidad.

La primera distorsión de esto pasa por creer que como hay un alto exponente de éxito en un equipo que se basa en los pases y la posesión de pelota, como el Manchester City, todos lo pueden emular, cuando no es así. Nomás con indagar cuánto lleva gastado el equipo que dirige Josep Guardiola en fichajes de jugadores, ya podremos concluir en que esto no es para muchos, sino apenas para una élite.

El problema, de todos modos, no es la posesión de la pelota. Aquello de que “si la tengo yo, no la tiene mi adversario” es una verdad sin tapujos. Entonces, ¿cuál sería la distorsión? Creo que pasa por el tipo de pregunta. No es si debo o no tener la pelota, sino “para qué” y “cómo” tenerla. Y allí, el pase entra como parte de la necesaria respuesta.

El pase es una herramienta más, muy importante en determinadas situaciones: para salir jugando desde atrás asegurando la pelota sin perderla en lugares peligrosos, para mover a la defensa rival cuando se mete muy atrás y cerca de su arquero, incluso a veces para superar a los marcadores.

El problema es cuando se empieza a creer que todo pasa por el pase y un gran ejemplo es lo que le ocurre hace un tiempo a la selección española y a muchos equipos europeos (y luego, copiado por otros de todo el planeta) con una falsa idea de lo que se dio en llamar “tiki-taka”. La selección española llegó a ganar consecutivamente dos Eurocopas y un Mundial entre 2008 y 2012 con el pase como estandarte, pero sin que nos olvidemos de que se trató de una Generación Dorada que no volvió a repetirse y que suele ser una excepción.

Pero en el fútbol, hay muchas más opciones que un buen pase, dependiendo de lo que requiera el momento: a veces, conviene más un regate en el uno contra uno para desbordar y desequilibrar así al lateral, o en otros, “colgar” la pelota al área para quebrar el ritmo sostenido del pase de un lado al otro, o el remate de media distancia. Son alternativas al pase que muchas veces convierte lo que vemos en un partido de handball, y en el que da la sensación de que se puede estar horas intentándolo sin superar a las defensas contrarias.

La actual selección española de Luis Enrique, por lo que se vio de sus primeros tres (de los ocho totales) partidos de clasificación mundialista para Qatar 2022 tiene este problema: se ha enamorado tanto del pase, que no concibe otra fórmula cuando se trata de un plantel bastante nuevo y si bien con muy buenos proyectos, ya casi no quedan más los Iniesta, Xavi, Cesc, Cazorla o Marcos Senna. Y ha perdido importantes puntos por eso, y no vaya a ser que termine jugando la repesca por consecuencia de esto.

El pase ayuda mucho en el fútbol, pero recurrir sólo a él en vez de buscar otras variantes, que las hay tantas, va convirtiendo al fútbol actual en un deporte previsible que en parte va perdiendo la gracia por falta de inventiva, de creatividad, y el pase está contribuyendo a esa distorsión cuando en vez de usarlo a su medida, se abusa de él.

Es tiempo de salir del letargo e intentar buscar algo más para salvar el espectáculo y evitar que todos los partidos se parezcan tanto, salvo que aparezcan los grandes talentos y hagan algo distinto. El fútbol es demasiado rico en posibilidades para permitirse esta limitación.

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