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En mi cabeza hay un gol

En la edición 100 de ONCE revista, todos los redactores publicaron un artículo con su mirada hacia el oficio de periodistas deportivo. En recuerdo y en homenaje de Daniel Peredo publicamos esa versión para los lectores de ONCE de ese entonces y para los miles de lectores que hoy nos acompañan.

Daniel Peredo
Lima. - 22 noviembre 2021

El   viejo   diario   La Prensa  llegaba  a  ca­sa temprano. Mi vie­jo,  ex árbitro de fút­bol, lo traía  doblado bajo el brazo junto a una bolsa de diez panes y una botella de le­che Vigor  helada.  En  unos  se­gundos  la  página  deportiva  ya estaba en  mis manos. Antes  de tomar  un  pan, prefería apresar ese   extenso periódico tamaño standard.   Los lunes  la  sección ofrecía no sólo los resultados de los ocho partidos dominicales del antiguo   Descentralizado,   sino también contaba cómo formaban todos los equipos, puntaje inclui­do para cada jugador. Allí descu­brí que el siete u ocho calificaba a la figura y que el cuatro era si­nónimo de una mala tarde. Esas formaciones las leía de inmedia­to, me las comía en algunos mi­nutos (era la hora del desayuno), las aprendía de memoria, y  por las noches,  cuando papá  volvía de trabajar y yo volvía del cole­gio, jugábamos a que rendía exa­men oral… de fútbol.

Esa página  deportiva fue mi primer amor: la quería, la cuida­ba, la guardaba en un lugar es­pecial. Esa era mi vida futbolís­tica  de  la  infancia  feliz y creo que, en el fondo, ya soñaba  con ser periodista deportivo. Por eso, cuando pasaron los años, y hubo que tomar una  decisión, porque de algún modo había que ganar­ se  la  vida,  no tuve  que  pensar dos veces para dedicarme a esta profesión. Todo lo que leía en La Prensa, lo que escuchaba contar a Pocho por la radio, lo que ob­servaba por televisión o ­cuando juntaba  las   propinas­  lo  que veía  en  el  estadio;  todo,  lo  fui guardando  con un cariño especial en mi memoria.

En  casa  no existen  cuader­nos amarillentos con apuntes de fútbol, tampoco  en  la  moderna computadora aparecen archivos que  almacenen algún  recuerdo, desde mi niñez de hincha  en al­ guna tribuna (según la cantidad de plata) del Nacional, Matute o el Lolo hasta este presente como periodista,   en  la   antesala  del nuevo  milenio,  los  mejores  re­cuerdos del fútbol prefiero guar­darlos dentro de mí.

En  uno  de  estos  primeros 100  números  de ONCE,  previo al Mundial Francia 98, me crucé con esta  frase del  pensador ale­mán  Walter  Jens. 

Decía   así:

«Ahlers,  Muller,  Mohr,  Maier y Maaack… cuando ya me haya ol­vidado hasta el último verso de Goethe, voy a recordar siempre la  delantera  del Bayern   Mun­chen», Gran  verdad.  La cultura del fútbol se suele sobreponer a la cultura académica.

¿Quién no tiene en su memo­ria  un recuerdo del fútbol? Una alineación inolvidable, un gol im­posible  de repetirse, una  delan­tera famosa, una fecha histórica, una  estadística…  ¿Quién  no co­menta  de fútbol  sin importar el día o el lugar? ¿Quién no se apa­siona, y llega incluso a la discu­sión sacando hasta lo más hondo que lleva dentro de sí? En las ca­lles, en el trabajo, en las combis y en el más escondido rincón, las gentes se enredan con el encanto especial de esta fiesta. Y el Perú, al igual  que tantos  países en el mundo,  no puede  vivir sin  este deporte que genera alegría,  pa­sión,   tristeza, solidaridad; los sentimientos   del  ser   humano mismo. ¿Usted no tiene en la me­moria algún recuerdo del fútbol?

Pero todo esto  que para un futbolero es su particular álbum de recuerdos, con figuritas ima­ginarias de jugadas, goles y fes­ tejos,  es   para  este periodista una herramienta de trabajo. El fútbol generoso me ha permitido viajar,   conocer,   emocionarme (creo que aún sigo ronco de tan­to gritar el gol de Pereda en Ba­rranquilla)  y sufrir;  y todo  eso que  he  ido  recogiendo  en  mis épocas de hincha  y en una déca­da de idas y venidas  periodísti­cas,  forma parte  ahora  no sólo de los buenos o malos recuerdos, sino también un  archivo invalo­rable para mis crónicas y las de mis compañeros, colegas y ami­gos  que  consultan  mi  memoria en busca de unos datos. Y lo ha­go con el mayor de los gustos.

Mi memoria es mi mejor aliada y espero que nunca me falle siempre escucho decir que en el  fút­bol, uno  no  puede  vivir  de  re­cuerdos. Este periodista lamenta discrepar.  Yo  sí vivo  de  los  re­cuerdos. Me permiten escribir. Y así me ganó la vida.

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