Entre varias, una de las imágenes clásicas de Ricardo Gareca es aquella diciendo, con el dedo en la sien: Pensá. Esa imagen sintetiza lo ocurrido en el Estadio Metropolitano de Barranquilla: la inteligencia también juega; la inteligencia conduce. A veces se logra la victoria y en otras no, pero la inteligencia es esencial. Gareca suele decir “Pensá” porque él piensa los partidos y esta victoria fundamental ante Colombia se origina en su razonamiento.
No fue ninguna casualidad que Gareca tome una arriesgada decisión: jugar a la defensiva y apostar a alguna oportunidad en contragolpe. Un empate ya era negocio. Una victoria fue apoderarse de la mesa de apuestas. Pudo no resultar pero quien no arriesga no gana. Gareca estudió a Colombia y un dato mostraba una cruda realidad de los cafeteros: hacía cinco fechas que no ganaban, habían obtenido un punto de quince posibles y existía, sobre todo, un dato central: Colombia tenía encima cinco partidos sin hacer un solo gol. Era razonable jugarles a la defensiva, cederles el balón y la iniciativa. Si no rompían en el primer cuarto de hora esa ausencia de gol se les iban a aparecer los fantasmas. Jugar a que Colombia busque el gol y Perú defienda era obligar a los colombianos a invadir territorio peruano y a jugar contra el reloj. Y esa fue la idea de Gareca.

Era una apuesta riesgosa. Bastaba un error y adiós estrategia. Pero el fútbol es correr riesgos. Y Gareca se la jugó. Sabía que si Perú metía un gol era suficiente porque Colombia, que carece de gol, no iba a poder anotar dos. El técnico de la selección peruana como enorme centro delantero que fue, sabe que cuando la sequía de gol se instala las penas son largas.
Es cierto que la ocasión que necesitaba Perú tardó mucho. Llegó recién a los 85 minutos. Pero fue muy bien pensada. Por eso el abrazo de Cueva con el técnico. En el entretiempo suele ocurrir una constante. Gareca despliega su sabiduría, replantea el partido o hace ajustes precisos. Y en Barranquilla, en el descanso tomó la decisión que conduciría al gol: ordenó el ingreso de Edison Flores y le dio instrucciones a Cueva para habilitarlo. No fue casual que tras el gol, Cueva corra a abrazar al técnico. El mediocampista lo festejó con el Tigre porque el plan había tenido resultado. Allí estaba el gol de la victoria.

La declaración al final del partido del antiguo goleador colombiano Radamel Falcao, es una síntesis: “Esto es con goles y no los hicimos”. En el lado peruano, el técnico supo cuál era la manera de llegar a ese gol. Resistir los primeros 45 minutos, seguir resistiendo en el segundo tiempo pero con una idea en claro que Cueva encuentre el espacio para Flores. Y así fue.
Pensá, hermano, siempre, nunca dejes de pensar. Es la forma de triunfar. Es la inmensa enseñanza de Ricardo Gareca.