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Gianluca Lapadula: Concierto para piano y offside

Eloy Jauregui
Lima. - 8 noviembre 2020

Hace unos días apareció en Youtube, Gianluca Lapadula tocando piano. Interpretaba a Chopin y lo hacía magistralmente. Que un futbolista toque piano no es común, menos que haya nacido en Italia y que hoy juegue por la selección peruana. Este es el nuevo 9. Hay que marcarlo sin tregua. Él sabe lo que hace.

1.
No hay peor soledad que aquella donde habita un 9. Acaso un Robinson Crusoe en medio de una selva de codazos, cabezazos y patadas. El punta está obligado a ser un sicario sin lírica y un esbirro inclemente si anhela sobrevivir. Eso lo sabe Gianluca Lapadula Vargas, el centro delantero italiano-peruano que hace algunas horas llegó por primera vez a su patria, el Perú, su país (que no conoce) y está convencido de que no le teme tanto a los defensas contrarios o al lujo de conseguir su DNI peruano, sino a la turba de inclementes periodistas que lo arrinconarán con preguntas en su idioma (que tampoco conoce) y entre el interrogatorio de cebiches, piscos sours y Machu Picchu, clamará por su mamá Blanca Aída para que lo habilite en ese offside de la ignorancia.

La joven Blanca Aída Vargas fue una de las tantas víctimas de Sendero Luminoso y Alan García en la mitad de la década de los ochenta. Por ello, junto a algunos familiares y amigos, decidió viajar a Italia huyendo del terror y el hambre. Para finales de 1990 se solicitaba en la península itálica a peruanos como mano de obra barata para contratarlos en la industria, la enfermería y el cuidado de niños y ancianos. Los dos últimos casos fueron motivo para la inmigración de centenares de mujeres. Hoy viven oficialmente en todo el territorio italiano más de 109 mil peruanos —con mayor presencia en Milán, Turín y Florencia— convirtiéndose en la comunidad de latinoamericanos más numerosa en Italia.

En esos años en Turín, la joven peruana Blanca Aída Vargas conoció a Gianfranco Lapadula, un honrado representante de la mesocracia italiana, trabajador y tifosi hasta las cangallas. Eran jóvenes y se enamoraron desde el pitazo inicial. Y contrarrestando las gélidas noches piamontesas, decidieron acrecentar la dinastía y un 7 de febrero de 1990 nació un robusto niño a quien bautizaron como Gianluca. En casa, mientras se cultivaba el gusto clasemediero de la música sinfónica y siguiendo la religión, todos fueron hinchas de la Juventus.

Gianluca Lapadula no tiene una fisonomía de mercado. Uno tiene que verlo una decena de veces para recordar su rostro. En las pocas entrevistas en video que se le observa, impone solo hasta tres gestos. Cuando sonríe, otro cuando no sabe la respuesta y un último cuando mira para adentro. Así uno nunca sabe si está triste o alegre. Inexpresivo, es desde hace buen tiempo un oficinista del calcio. Así llega a Lima como el primer convocado de la historia a la Selección Peruana de Fútbol sin haber conocido nunca antes el Perú.

2.
Lapadula, que en la bolsa de valores del calcio italiano milita a mitad de tabla, llegó el mediodía de aquel 7 de febrero del 2016 al restaurante ‘Da Franco’ acompañado de su madre Blanca Aída que además estaba de cumpleaños. Ahí lo esperaba la delegación del entrenador de la selección peruana Ricardo Gareca para definir su presencia en las Clasificatorias Rusia 2018. Lapadula había llegado con su portátil, dos de sus representantes, Francesco Romano y Alberto Libertazzi. Almorzaron pastas y como Lapadula habla un español de torero y Gareca un italiano de gondolero, doña Blanca Aída ofició de interprete. El goleador del Pescara en ese entonces estaba a punto también de firmar un jugoso contrato con el Milan, así que la reunión que se suponía iba a ser distendida se tornó tensa por el asunto de fechas y viajes. Gareca diría después que el 9 era buen tipo pero que parecía que andaba en piloto automático.

En esos días Lapadula fue convocado por el entonces seleccionador Giampiero Ventura. Debutaría luego en un partido amistoso en marzo del 2017 frente a San Marino donde Italia goleó por 8-0 y Lapadula anotó un triplete con el que parecía haber dejado clara su elección. Gareca lo metió así en su olla de Baño’e María. Además, el técnico ya no lo consideró, no solo por haber preferido antes a Italia, sino porque el jugador seguía sin tramitar el DNI. Y aquella era una condición sine qua non para que vista la blanquirroja. Lapadula jugaría una sola temporada en el Milan anotando apenas 8 goles en 27 partidos. Luego fue traspasado al Genoa y después pasaría al Lecce en el que hizo 11 tantos en 25 partidos.

Hace unos días, cuando ya fue oficial su convocatoria, en una entrevista para América televisión desde Italia, sus padres, Gianfranco Lapadula y Blanca Aída Vargas, aparecieron con una bandera peruana y contaron que habían apurado los trámites para el DNI en la oficina consular de Roma. Se los veía felices y dicharacheros. Hablaron sobre una conocida foto donde Gianluca de 12 años figura con una camiseta peruana. Doña Blanca Aída contó que hace 18 años estuvo de visita en Lima y sus hermanos que viven en la casa de Chorrillos le enviaron a los tres sobrinos la indumentaria nacional. El reportero, que se computa graciosito, los obligó a que terminaran la entrevista con un estentóreo: “Que viva el Perú, carajo”.
Ricardo Gareca, el día que hizo pública la convocatoria, explicó que el contacto con Lapadula se había hecho intenso en estos últimos días y, Jefferson Farfán, junto a una de sus piscinas dijo que, a Lapadula, lo iban a recibir como se debe, a la manera tradicional criolla, bailando festejo y con una vela prendida para quemarle el trasero hasta que grite.

3.
Para la zona de amortiguamiento afirmaré que los peruanos sabemos a qué sabe la cultura italiana. La vez del Mundial Italia ’90, el llamado “Sexy Mundial 90”, el periodista peruano Elejalder Godos tuvo un encuentro fogoso con la famosa Cicciolina, una actriz de películas triple X, que, aunque húngara, radicaba en Italia. El affaire fue descomunal y Godos cuando regresó al Perú jamás fue el mismo. De igual trascendencia es el aporte italiano a nuestra cultura popular. Los llegados de la península, principalmente de Genova y la Liguria, se establecieron en el Perú aportando de su bagaje tradicional, sapiencia y sabiduría. La familia D’Onofrio, por citar un ejemplo, fundadores del imperio de los helados en los valles costeros peruanos.

Pero igual puedo hablar de influencia italiana en nuestra gastronomía y vida artística. Ahí está el aporte de sus pastas y, sobre todo, del conocido Menestrón y sus pestos, la llamada también salsa verde que se acompaña con su “sábana de apanado”. O tragos como el Capitán en base al Vermouth Cinzano, o los panetones Motta, o Piero Solari o Ugo Plevisani. Pero influyeron más para nuestra literatura o los sueños húmedos, actrices como Sophia Loren, Laura Antonelli o Monica Bellucci o actores como Vittorio Gassman, Marcello Matroianni o Ugo Tognazzi. Y hoy, habría que añadir a ese 9, el que actuará en la más terrible soledad de las áreas.

Contaba que hace un par de años, Gianluca Lapadula fue invitado a un conocido programa de televisión italiana para mostrar su talento y no precisamente sus maniobras con el balón, sino para que tocara una pieza en el piano. Y el delantero se puso frente al instrumento e interpretó el Nocturno Op. 9 nº 1 en Si bemol menor del compositor polaco Frédéric Chopin. Seguro que Jefferson Farfán hubiese tocado el cajón o la quijada de burro. Esa es la diferencia mínima, pero diferencia al fin. Y añado que Nicolás Spolli, un compañero argentino en el Genoa de Italia hace algunas temporadas dijo de Lapadula que siempre tuvo la intención de jugar en la selección peruana pero que él le decía “tienes que aprender a hablar mejor el español para cuando te llamen de Perú”.

En unas horas Lapadula estará con nosotros. Y lo van a vacilar, cómo que no. Y estará solitario en el puesto del 9 y en sus hombros caerá la responsabilidad de nuestros goles contra Chile y Argentina.

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