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Hugo Sotil: el cholo del pueblo

Hugo Sotil ya tiene 76 años y que mejor regalo que después de medio siglo llegue a la pantalla grande la versión restaurada de la película peruana “Cholo” de Bernardo Batievsky; protagonizada por el mismo Sotil.

Foto: Andina.
Eloy Jauregui
Lima. - 22 mayo 2022

1.-

Hugo Sotil estaba orando. En la silenciosa nave del templo de Mahikari en el distrito de Lince, Sotil era un kumite reconocido, una suerte de pastor renombrado en la congregación japonesa en el Perú. Sotil había llegado a Mahikari en 1987 un año después que se retirara del fútbol profesional cuando dirigió al Deportivo Junín, de esa vez, cuando jugó su último partido en el Estadio Heraclio Tapia de Huánuco frente al León de esa ciudad. Toda la familia de Sotil practicaba aquel arte de la purificación y la imposición de la mano de los japoneses, su madre Nora, su esposa Guillermina, sus hijos. Ese mediodía de martes de un verano fiero lo abordé apenas terminó su rito de despedida. Ese martes terminamos en la anticuchería Doña Julia del barrio de Jesús María antes de la madrugada. Y hablando de lo mismo, su vida.

Una noche parecida de un verano excitado de 1969, Hugo Sotil debutó con el Deportivo Municipal en primera división frente a Universitario de Deportes en el Estadio Nacional de Lima. Cierto, llegaba con la fama del pobre. Sotil había conducido al modesto “Muni” en la campaña triunfal en segunda división que se jugaba en estadio San Martín a la vera del río Rímac muy cerca del Centro de Lima. Sotil inauguró en esa cancha polvorosa el marketing del modesto y el humilde. Todos hablaban de él en un año que Perú se preparaba para jugar el mundial México 70 y había un superávit de estrellas. Teófilo Cubillas en Alianza Lima, Roberto Challe en la “U”, Ramón Mifflin en Cristal. No obstante, ninguno atraía a las multitudes como Sotil. Sotil no se parecía a ninguno, ninguno tenía esa magia que ponía en escena el popular “Cholo”.

Apenas ingresó al Estadio Nacional todos lo siguieron con las miradas imantadas por su embrujo. Cuando paró su primera pelota frente al defensa de la “U”, Héctor Chumpitaz, toda la defensa se “comió” el amague. Sotil hizo que se iba para la derecha pero puso un freno hidráulico. Parecía que se caía y ahora cargaba para el lado opuesto. Y salió de tres defensas, inclinó su torso al contrario y con la izquierda hizo la contramarcha. Ilógico, había roto la ley de la física. Sotil era dueño de una de inercia propia, la teoría del todo antes que Stephen Hawking descubra el origen del cosmos. Era verdad, tenía el ocultismo de Vides Mosquera como de Carlos Gómez Sánchez, era atrevido como Miguelito Loayza e insolente cual Toto Terry.

Sotil pertenecería desde esos días a la religión pasional del fútbol. El Perú vivía los efluvios generado por el gobierno militar del general Juan Velasco Alvarado, un militar reformista que había exacerbado el asunto de la identidad nacional. Los pobres ingresaban a la escena política como nunca y se reivindicaba al provinciano vía reforma agraria. En esa teatro nacionalista la figura de “El Cholo” caía a pelo. Su facha de peruano oriundo más un look cosmopolita le otorgaban un pasaporte de ídolo del contexto social. Era Sotil un provinciano que triunfaba en el universo de las patadas solo con su estilo malcriado e insolente. Y con eso era suficiente para engrosar el erario simbólico nacional.

Hugo «El Cholo» Sotil cuando debutaba en Primera con la camiseta del Deportivo Municipal. Lima 1969.

2.

Sotil succionaba el balón y lo pegaba a sus pies contrahechos, luego aceleraba violentamente cinco zancadas y otra vez frenaba. Entonces atraía las marcas y como nadie, tenía salida –visa, salvoconducto y asilo– por izquierda y derecha. Era al mismo tiempo un émbolo en un tris de terreno y un estanque de agua dormida al instante. Sotil a pesar de todo, era la antítesis del futbolista elegante. Aparte de su rostro con un aire al Túpac Amaru estilizado de los afiches de la época, parecía un zapateador de huaylash. Con su metro setenta y su estampa de cocinero de chifa con tres mujeres, fue un enigma popular que el pueblo al instante lo hizo suyo porque al hincha del fútbol no hay que explicarle nada, la geometría del gol solo tiene alegorías, leyendas y héroes. Así, Sotil se hizo credo y veneración.

A inicios de la década de los sesenta, la familia de Hugo Sotil decidió mudarse a Lima. Para el Cholo atrás quedaban las calles cenicientas de la ciudad de su Ica natal, los primeros amigos, sus encuentros de fútbol que él jugaba sin zapatos porque mamá Nora no quería que destruya el único par que tenía para ir al colegio. Una noche llegaron a El Porvenir en el distrito de La Victoria alrededor del jirón Parinacochas, en el barrio de Los Gitanos. Entonces todo fue más espinoso. La vez que nos invitamos a almorzar al frente del taller de mecánica que su patota –esa peña de amigos que venera la memoria de sus gestas triunfales– administra en el Óvalo de Nicolás Arriola en San Luis, Sotil me contó que ese tiempo colaboraba con el menú familiar en el oficio de cargador en La Parada. El Cholo se acostumbró a levantar sacos de café de más de 70 kilos. Ese fue su gimnasio y aquello le fortaleció las piernas. Además, a los 14 años descubrió otro negocio, los domingos se alquilaba por diez soles y un plato de Sopa Seca con presa para jugar hasta cinco partidos y sin bañarse.

La campaña de Municipal en 1969 tuvo ribetes de leyenda. Le ganaba a los equipos grandes y apenas empataba con los chicos. Sotil, que ya había decidido jugar con estilo propio, era reclamado para la selección y el técnico brasileño Didí, al fin decidió convocarlo pero que integre esa escuadra que se preparaba para el mundial México 70. En la portada de la revista Caretas de julio de ese año aparece Sotil completamente rapado y una leyenda: “Nace un estrella”. Ese equipo no estaba para los lujos de ahora y al contrario concentraba en un cuartel. Didí había decido encerrarlos en el Colegio Militar Leoncio Prado. Era la única forma de ordenar a ese colectivo lleno de figuras, de picardías y de fiestas. Perico León, el más fregado, lo recibió con esta frase: “Yo te cuido sobrino”, y en un tris, le metió un corte de pelo con unas tijeras oxidadas. Sotil ya tenía padrino.

Debut en el Barcelona F.B.C. en una noche memorable en el Camp Neu.

3.

Eloy Campos, el defensa de Cristal –a quien apodaban “El doctor” por su técnica de cirujano en la marca– había dicho de Sotil: “Ese pata tiene duendes”. Cierto, Sotil, que lo había gambeteado todo un partido y le había “roto” la cintura parecía que había heredado los sortilegios de los brujos de su tierra. En los pagos de Cachiche abundaban hechiceros y nigromantes. Solo así se explicaba el estilo zahorí que empleaba el Cholo. En ese equipo del Deportivo Municipal que debutó regresando contra la “U” en 1969, los hinchas recuerdan esa formación de astros y estrellitas: Carlos “Blackaman” Espinoza en el arco, en la defensa figuraba Jorge Ayo, Fernando Cárdenas, Guillermo Guerrero y Alberto “Tito” Verástegui. En el medio estaba Roberto “Titín” Drago con Orlando “Motorcito” Guzmán y en la delantera alinearon Teodoro Alfaro, Jaime Mosquera y el viejo Nemesio “Cochoy” Mosquera. Cierto, la orquesta la dirigía Sotil quien luego incorporó al cerril Manuel Mellán para hacerlo famoso con sus goles.

El romance de Sotil con la tribuna empezó en el Estadio Nacional antes del mundial en febrero de 1970 cuando Perú juega un amistoso contra Bulgaria que llegaba con su estrella Georgi Asparoukhov, el mejor jugador de Europa ese año. El equipo de Didí perdía 2 a 0 y el brasileño decide que ingrese Sotil al inicio del segundo tiempo. El Cholo parecía un ángel coral en esa noche iluminada. En apenas 20 minutos hizo tres goles –uno de media chalaca– y dio pase para los dos tantos siguientes. Perú le ganó a los europeos 5 a 3 y ese fue solo el presagio luego de lo que sucedería en México 70 cuando contra los mismos búlgaros, perdía Perú igual, 2 a 0, ingresó Sotil por Julio Baylón y los peruanos ‘voltearon’ el encuentro conducidos por la magia del Cholo. Aquella fue una tarde inolvidable para el fútbol peruano en León. Luego jugarían contra Brasil de Pelé –a la postre el campeón– y otra vez Sotil, triangulando con Cubillas y Eladio Reyes, provocó el segundo gol de los peruanos. Ocho años luego, en el Mundial de Argentina, Sotil, que venía saliendo de una lesión, contribuyó a que Perú realice una primera etapa fantástica contra Holanda y Escocia.

En 1971 Sotil figura como primer actor de un equipo que era su propia negación. A un empresario agudo se le ocurrió formar un equipo de dos. Entonces se anuncio que combinado Municipal-Alianza jugarían un serial de partidos internacionales en el Estadio nacional. Unas noches después, el ‘mix’ que tenía a Sotil y Teófilo Cubillas como estrellas derrota al Benfica del recordado Eusebio en una noche memorable y una semana luego, golean 4 a 1 al Bayern Múnich de Franz Beckenbauer, Sepp Maier y Gerd Muller. La prensa bautizó la empresa como “La dupla de oro” y no era para menos, Sotil y Cubillas, en ese par de encuentros, inventaron el fútbol de concierto. Es decir, paredes, amagues, gambetas, “huachas”, tacos y “chiches”. Hago una aclaración, eran jugadas que terminaban en gol, no era esfuerzos de malabarismo, al contrario, era la consolidación de un estilo, de una sinergia, de una asociación de prodigios y portentos.

Con habilidad y potencia destacó como uno de los mejores jugador en la historia del Barcelona.

4.

En 1960 un peruano fue un astro efímero pero deslumbrante en el Barcelona FC de España. Se llama Miguel Loayza, había nacido en Iquitos y se había criado en el barrio de Surquillo en Lima. Los catalanes recordaban sus hazañas y pedía que se repita. En 1973, la directiva azulgrana y el técnico holandés Rinus Michels llegaron a Lima. Venía a levarse a un peruano. Cierto, venía por Teófilo Cubillas. Pero desde su llegada ocurrieron hechos curiosos. La comitiva catalana no la pasó bien y Cubillas no anduvo en los tres partidos que lo vieron. Entonces Sotil fue el escogido.

Contaba el Cholo que una noche de domingo, luego que Municipal le pegó un baile al Sporting Cristal llegó hasta su casa en Cahuache la delegación completa del Barcelona FC. guiados por el dirigente edil Arturo Belaunde. Eran las nueve de la noche y Sotil, que estaba festejando con la familia y algunos amigos, los recibió en la calle. Entonces le preguntaron si quería irse a España. A los dos días, el Cholo se embarcaba con su familia en Iberia. Los dirigentes de Municipal cobraron diez millones de soles por el traspaso, al Cholo no le dieron ni para la propina pero esa vez había comenzado el capítulo más importante de su vida.

España vivía la peor de las épocas del franquismo. España era un país encerrado en España. Sotil sería ese aire fresco que se respiró en la dictadura. Su fama cobra dimensión internacional porque ese 1973 también llega al Barza el holandés Johan Cruyff que era considerado el mejor jugador del mundo de esos años. Los azulgranas, con los españoles Asensi y Rexach, formaron un equipazo y después de 14 años consiguieron la Liga española de la temporada 1973-1974. En ese torneo Sotil fue protagonista de la histórica goleada al Real Madrid por 5 a 0 en el mismo estadio de Santiago Bernabéu. El Cholo anotó el quinto gol de cabeza y desde ahí fue coronado como un semidiós de las tribunas.

Sotil en el Mundial de México 70. Frente a Bulgaria en León. Perú ganó 3 a 2.

5.

Ya instalado como personaje catalán del jet set, Sotil demostró su debilidad por los autos. Su primer coche fue un “modesto” Fiat Sport para poder movilizarse de su casa al estadio. “Modesto” porque estacionado en la cochera del Camp Nou, el suyo pasaba inadvertido al costado de autos como Bugatti o Lamborghini que poseían sus compañeros de equipo. Sotil no tardó en convertirse en la figura, y una estrella no podía tener un carro tan inferior. Entonces escogió un Ferrari de color amarillo. Y aquello fue un escándalo en toda la ciudad. Cada vez que circulaba por las calles recibía el reconocimiento del todo el mundo. “Bastaron dos meses de sueldo para poder adquirirlo, pero eso sí, era de segunda mano”, declaró años después. Lástima, no pasó mucho tiempo para que a partir del Ferrari amarillo, la gente sabía que al peruano también le fascinaba la pista de las mejores discotecas de la ciudad. Fue el debacle de Sotil. Su nivel fue descendiendo hasta perder la titularidad en el equipo. En su favor, años después, Sotil diría que no se trataba de su carro, sino que se distrajo porque un aficionado millonario que tratando de imitarlo se compró el mismo carro.

El Cholo tendría problemas con su condición de extranjero –en esa época solo había plaza para dos y había llegado también el otro holandés: Neeskens– y estuvo parado toda una temporada, reapareciendo en 1975, que es cuando juega la final de la Copa América de Perú contra Colombia en una travesía sin permisos ni protocolos. Y desde que dejó el Barça en 1977, volvió al Perú previo pasó por Colombia y se retiró en su club de toda la vida, el Municipal. Antes  pudo encontrarse con su compadre Teófilo Cubillas en Alianza Lima. Luego sería otra vez campeón. Luego ocuparía el trono de los escogidos en este Olimpo del fútbol.

Para el diario catalán “Sport” confesaría no hace mucho: “En Barcelona me adoran, soy un ídolo allí, pero aquí, en mi tierra, me tratan muy mal”. Y ese lamento es parte de su melodrama que él mismo escribió.  “Llegar al Barça fue lo más lindo que me pasó en mi carrera, luego la vida me pagó mal”, concluye. Hoy todo es difuso. En la publicación cuentan que Sotil vive hoy en el modesto Cahuache. “Un modesto barrio de Lima, camina mal (tiene el tobillo izquierdo muy dañado, pero no quiere ni acercarse a los médicos porque les tiene pánico), se niega a llevar muletas y cuando sale a pasear, lo hace con una gorra del Barça. En cuanto puede, muestra el carné de ex jugador como si fuese un salvoconducto. Hugo Sotil Yerén, peruano, futbolista, figura popular siempre será pretexto para decirnos que en el fútbol alguna vez fuimos felices y los mejores entre tantos.

El Cholo anotando a la selección de Chile  en 1973. Estadio Nacional de Lima.

Hugo Sotil: “Muchachos, pongan todo en la cancha”

En octubre de 1975 Perú le ganó a Colombia en la final de la Copa América. El gol de la victoria lo marcó Hugo Sotil. Han transcurrido 42 años de aquella jornada memorable,  preámbulo de la participación peruana en los mundiales de Argentina 78 y España 82. En la víspera de otro partido crucial frente a la selección cafetera, el legendario ‘Cholo’ recuerda hazañas y travesuras dentro y fuera de las canchas.

Este barrio se llama El Porvenir y está en el corazón de La Victoria. Manchas negras de aceite se extienden sobre las aceras, frente a los talleres de mecánica automotriz del jirón Lucanas. En las bodegas no solo se ofrece abarrotes, también se puede beber cerveza o ron a media mañana. Estamos en una de ellas, esperando al ‘Cholo’, sentados en un banco que nos han prestado luego de pedir un par de gaseosas. Papapa -su compadre y mi abuelo- ha pactado este encuentro en la esquina en donde muchos años atrás los dos se reunían luego de los partidos que jugaban con los vecinos del barrio. Acaba de llegar un hombre mayor, pide una botella de ron Cartavio y luego se sienta a conversar al lado nuestro. Una boina cubre su cabeza y sobre su abdomen llama la atención un morral con el nombre y el escudo de un club: “Barcelona”. Solo ese detalle me permite comprobar que Hugo Alejandro Sotil Yerén, otrora estrella del fútbol peruano, ya está con nosotros. Algo le queda de los modales catalanes. Nos ha saludado de a besos en las dos mejillas. Mientras responde con deferencia a quienes lo reconocen, ubica su silla frente a nosotros.

-En 1975 usted fue protagonista del último título que obtuvo la selección peruana, la Copa América. Usted se escapó de la concentración del Barcelona para jugar la final contra Colombia. Fue un 28 de octubre, en el Estadio Olímpico de Caracas, en Venezuela.

-Yo ya me había nacionalizado español y la gente decía: “El ‘Cholo’ es antipatriota, no quiere venir a jugar por su país”. Mi madre me había dicho que le querían quemar la casa. Yo la llamé por teléfono y ella me preguntó: “Hugo, ¿dónde estás?”. “Ya estoy acá en Caracas, Mamá”. Había llegado para jugar la final.

-Y usted anotó el gol de la victoria…

-Así es. Yo fui, maté y regresé.

-¿Y qué pasó cuando regresó a Barcelona?

-Regresé a Barcelona el 29 de octubre. El 31 nació mi hijo Hugo. Yo estaba en la clínica y no me quería mover de allí. Ese día me llamó el entrenador: “Señor, usted está en la nómina para jugar en Oviedo”. Ya estaba en falta, no me quedaba otra. Hice el viaje, llegamos a Oviedo, jugamos y ganamos. Yo hice el gol. Cuando regresé a Barcelona la dirigencia me mandó llamar. El presidente (Agusti Montal Costa) me preguntó: “Señor Sotil, ¿usted sabe lo que ha hecho?”. Yo bajé la mirada y le dije: “Sí, profe”. “¡Alce la cabeza! Lo que usted ha hecho, nadie lo hace”, me respondió. Me dieron un premio de 20 mil dólares.

Hugo Sotil y Johan Cruyff.

¡Visca Barza!

-¿Cómo fue que los emisarios del Barcelona vinieron a ver a Cubillas y terminaron fichándolo a usted?

-No, no. No es que vinieron a ver a Cubillas. Vinieron a ver a los mejores jugadores que en ese momento destacaban en el fútbol peruano. Fue en 1973. A mi compadre Teófilo y a mí ya nos habían visto en el mundial de México 70. Fue un partido entre Alianza Lima y Deportivo Municipal. Ese día ganamos y al Nene no lo dejamos hacer lo que él sabe… En la noche llegaron a buscarme unos dirigentes: “¿Quieres irte a España?”. “¡Vale!”, les dije. Al otro día ya estaba viajando para firmar mi contrato. Yo no sabía qué era el Barcelona. Había llegado el equipo más importante del mundo, pero aún no lo sabía. Llego al aeropuerto y había decenas de periodistas esperándome. ¿Conferencia de prensa? Yo nunca había dado una conferencia de prensa. Me contratan a mí y lo contratan también a Johan Cruyff.

-¿Cómo describiría su relación con Johan Cruyff?

-Era mi hermano, mi compadre, mi amigo. Fue todo. Uno de mis hijos se llama Johan. No te digo más.

-En 1974 el Barza goleó 5 a 0 al Real Madrid en el Santiago Bernabeu. Usted anotó el quinto gol ¿Es cierto que Cruyff no lo dejó celebrarlo?

-Johan me dio el centro. Yo entro, cabeceo y me voy corriendo a la tribuna para celebrar. Entonces él me coge del cuello y me pregunta: “Cholo, ¿qué vas a hacer?”. Yo le dije: “Celebrar mi gol, pues”. “Estamos en Madrid, huevón, será para que nos maten”.  Yo estaba tan feliz que en el camerino le insistí: “¿Por qué no me dejaste celebrar mi gol?”. Y él me respondió: “Estos madrileños nos odian”.

-Muchos recuerdan que Rinus Michels, su entrenador en el Barza, trataba de controlarlo debido a que usted siempre tuvo una conducta irregular.

-Yo nunca tuve problemas con Rinus Michels. Cuando tenía que llamarme la atención, él me decía después del entrenamiento: “Quiero hablar contigo a las cuatro de la tarde, ven a mi oficina”. Y yo iba obediente. Recuerdo que él fue a Lima para contratarme, pero en el 75 cambiaron de entrenador, trajeron al alemán Hennes Weisweiler por una temporada. El Barcelona tenía que volver a salir campeón; si no era un fracaso. Ese año no quedamos ni en los primeros puestos. Luego ya no pude jugar de titular porque llegó Neeskens al equipo.

Recuerdos de infancia

Hugo Sotil nació en Ica en mayo de 1949. Sus padres eran muy pobres y soñaban con un futuro mejor para sus hijos. Él recuerda que llegaron a Lima a principios de los años sesenta.

-Y llegó aquí, a La Victoria.

-Así es. Prolongación Huánuco, cuadra 24. No teníamos dónde jugar, jugábamos en la pista. Luego fue en el “campo del cura”, que quedaba a la espalda de cine Mundo, mejor dicho, a la espalda de Huánuco.

-¿Cómo llegó a las divisiones menores de Alianza Lima?

-Un señor, que era mecánico de la Línea 24, me vio jugar en el “campo del cura” y me preguntó si quería probarme en Alianza Lima. Me probaron y me quedé jugando dos años. Ahí tuve la suerte de compartir con mi compadre Teófilo (Cubillas), él es de mi promoción. De día yo trabajaba con Patrocinio Eche, que luego se convirtió en mi suegro. Él tenía su club, el Deportivo Gaillard. De noche entrenaba con Alianza y también estudiaba.

-Luego viene el contrato con Deportivo Municipal…

-Yo estaba en el Deportivo Gaillard, el equipo de mi suegro. Habíamos jugado un partido preliminar con el Defensor Arica en el Estadio Nacional. Perdimos 5 a 2, pero yo hice los goles del Gaillard. En la noche vinieron a buscarme los dirigentes del Deportivo Municipal y se asustaron porque yo vivía en un callejón. Al otro día volvieron. Le ofrecieron veinte mil soles a mi mamá.

-¿Solo por su traspaso?

-Yo era menor de edad, eran veinte mil soles de prima y cuatro mil soles mensuales. Pero tenían que firmar mi padre y mi madre. Mi madre ya quería firmar, pero faltaba el ‘viejo’. Él era chofer y viajaba mucho. Al final lo convencieron y mi mamá se quedó con el dinero. Primero nos cambiamos de casa. Pasé de un callejón a un chalecito de ese tiempo.

-Usted fue clave para que el Deportivo Municipal vuelva a la primera división del fútbol peruano.

-Municipal había estado en Primera División y acababa de descender. Sabía que tenía una hinchada muy grande, pero lo único que yo buscaba entonces era garantizar mi comida. Me puse serio cuando vi a la hinchada en mi primer partido a estadio lleno. En el “campo del cura” entraban máximo 300 personas, en cambio en el estadio San Martín de Porres había quince mil en las tribunas. Todos querían ver a jugar al “Cholo” Sotil. “Ha salido un cholo que juega como los dioses”, decía la gente. Todos los domingos jugábamos allí y el estadio se llenaba.

-¿Cuánto ganaba entonces?

-Yo había firmado por un año. Otros equipos querían contratarme y el ‘Muni’ me ofreció 250 mil soles para renovar. “No, yo quiero 500 mil”. Esa fue mi propuesta y me dieron los 500 mil. En ese tiempo tenía una bolsa de tela donde ponía mis chimpunes, ahí metí la plata. Todo el mundo pensaba que llevaba mis chimpunes, pero estaba llevando medio millón de soles en la bolsita. Siempre firmaba por un año. Luego de que el ‘Muni’ volvió a la primera división me convocaron para el Mundial del 70. El ‘Muni’ recibía un billete por jugador que aportaba a la selección y yo fui el único que salí del equipo.

Tras su paso por el fútbol europeo, Sotil jugó en Alianza Lima y fue bicampeón con la camiseta blanquiazul en 1977 y 1978. Cuando se le pide que elija entre el ‘Muni’ y el club de La Victoria, no duda un segundo en responder. “Soy hincha de Alianza. Siempre Alianza Lima”.  Se acerca el final de este encuentro. Sotil recuerda sus últimas jornadas en la cancha, fue en 1986, cuando era entrenador del Deportivo Junín. “Yo ya me había retirado del fútbol. Un dirigente vino a buscarme y me dijo: ‘¡Pero si tú todavía puedes jugar, Cholo!”. Nos acercamos a la liguilla, pero no salimos campeones”. Poco después se fue del fútbol con la mayor discreción.

-¿Le hubiese gustado una despedida proporcional a su calidad como futbolista, con estadio lleno y rodeado de estrellas?

-No, maestrito. Yo me retiré del fútbol de la misma manera como entré a la cancha, humildemente.

Tomado de Somos periodismo. PUCP / Por Nicolás Altamirano Pebe, 2017.

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