Doña Lya tenía ocho meses de embarazo y todas las noches antes de dormir don Waldeny, su esposo, recostaba la cabeza en su barriga y decía “hijo tienes que ser un gran futbolista”. Cuando Julio dio sus primeros pasos corrió tras una pelota, como anunciando que haría realidad el sueño de papá.
Han pasado 31 años desde aquellas noches calurosas en la hermosa ciudad brasileña de Babia, y Julio de Andrade, Julinho, sigue esforzándose día a día por ser un gran futbolista, aunque don Waldeny no esté más en este mundo y desde hace unas semanas celebre sus goles desde el cielo.

«Mi padre me siguió la vida entera. Él me contaba que hasta los 18 años no sabía nada de fútbol, hasta que fue por primera vez a la cancha y quedó impresionado. Entonces comenzó a imaginar un hijo futbolista. Mi hermano mayor Marco jugaba muy bien, pero no quiso dedicarse a esto y yo siempre fui la esperanza, porque papá sabía que iba a nacer hombre desde meses antes que mamá diera a luz», cuenta con emoción, sin poder evitar que sus ojos se llenen de lágrimas.
Su padre tenía 72 años y murió a fines del mes pasado, luego que su corazón anunciara su cansancio final. Era el mejor amigo y el hincha número uno del buen Julinho, quien ahora trata de superar este momento tan difícil y concentrarse nuevamente en el fútbol para volver a brillar y cumplir con las promesas que le hizo a don Waldeny, antes que éste cerrara sus ojos para siempre.
«La relación que tuvimos fue excelente, era un gran hombre que me apoyaba en todo. Cuando lo llamé a contarle lo de la nacionalización se puso muy contento. Me dijo que estaba en el país que yo amaba. Hablábamos siempre. Antes de morir, me hizo prometer que ganaría la Libertadores con Cristal, que iríamos a Tokio y que ganaríamos allá también», recuerda.
Y en eso está Julinho junto a todo el plantel que dirige Sergio Markarián. Pese a la tristeza, a los recuerdos que siempre van a aparecer y a la ausencia de Milene su esposa y compañera quien continúa en Brasil. Estas dos semanas de duro entrenamiento, volviendo a hacer fútbol y, sobre todo, recibiendo el respaldo de propios y extraños lo están devolviendo a su nivel de delantero veloz, hábil y goleador.
«El miércoles llego bien de todas maneras. He recuperado la confianza y tengo las fuerzas necesarias para hacer mi fútbol Cuando volví, recibía la pelota y ni siquiera podía correr para desequilibrar y mostrar mi juego de siempre. Reconozco que el partido será muy difícil, pero Cristal puede ganar porque Racing es un equipo que te permite jugar más que Vélez, arriesga y te deja más espacios. Además, contra los argentinos siempre me salieron las cosas», afirma. Y tiene razón. Basta con recordar aquel baile a River Plate en Lima por la Libertadores del año pasado, que obligó a los platenses a la comparación con Juninho, el brasileño de los diez millones de dólares que por entonces brillaba en la liga de Inglaterra.
«Los argentinos me facilitan el fútbol. Porque soy rápido y encarador y ellos son fuertes y entran con todo. Entonces les haces un amague y pasan de largo. Aunque soy consciente de que me pueden matar a patadas, pero a veces eso es lo que busco, lo hago a propósito para obligar a la amarilla o la roja. Mis compañeros me dicen que toque rápido, que suelte la pelota, que me van a dar duro, pero ya me acostumbré».
La popularidad de Julinho es impresionante y lo comprobamos en la ruta hacia San Isidro para la producción fotográfica. Desde que salirnos del Rírnac, Julinho recibe decenas de saludos de la gente que lo reconoce a bordo de su auto. Los vendedores ambulantes levantan la mano, los colegiales detienen su desfile para acercarse aprovechando la luz roja del semáforo y más adelante hasta los policías de tránsito distraen su atención y apuran el paso del ídolo con la venia respectiva. Se trata del futbolista más carismático del país, no cabe duda.

«La gente me gusta. Me identifico con ellos. Parece que hubiese nacido en el Perú. Y esto tuvo que ver mucho a la hora de decidir mi nacionalización. Yo llegué en el 91, cuando los bombazos retumbaban en toda la ciudad. La explosión de Tarata fue a unas veinte cuadras de mi casa y nos asustamos mucho. Pero me quedé y no me arrepiento, por el contrario, estoy feliz. Milene ya está acostumbrada y Lucas también. Aquí nos han demostrado mucho cariño», cuenta sin disimular su alegría.
Los niños lo siguen. Es habitual verlos por la calle vestidos del celeste de Sporting Cristal y con el número 11 en la espalda. Un fenómeno que se repite en el interior del país. Él no se niega nunca a las atenciones del autógrafo o la fotito para el álbum familiar.
«Ellos son la cosa más hermosa que hay en el mundo. En los niños no hay maldad, encuentras miradas llenas de paz. Y cuando se me acercan, no les puedo quitar su ilusión, no puedo decepcionarlos. Hay que ser para ellos lo que están esperando de ti. Por eso jamás digo no a un autógrafo, debo haber firmado casi un millón desde que llegué al país».
Julinho piensa radicar definitivamente en el país y dedicarse a los negocios. Por lo pronto abrió la perfumería O’Boticario, que administra su esposa Milene en el Centro Comercial El Polo. Y para después imagina una tienda de ropa deportiva. También ha planeado con su señora la llegada de su segundo hijo, de preferencia una mujercita que acompañe a Lucas, de un año nueve meses, y a quien muchos ya reconocen en la calle luego de verlo en el estadio acompañando a papá.
«En Brasil ya no quiero jugar. Hace unos meses, cuando fui a disputar la Copa con Cristal, recibí ofertas de Santos, Internacional de Porto Alegre y Gremio, pero las rechacé. Antes había hecho lo propio con la gente del Barcelona de Guayaquil y el Puebla de México. Para salir tendría que ser por una cantidad de dinero muy grande. Pienso jugar un tiempo más y después retirarme bien. Podría ser dentro de cuatro años, o a lo mejor antes, cuando me cueste levantarme temprano para entrenar. Ese día, adiós».
Este es Julinho. El brasileño que hace seis años llegó al Perú y se ganó el reconocimiento de todos como buen deportista y mejor persona. El miércoles en la cancha de Racing, en Avellaneda, bajo el frío de Buenos Aires, Julinho será la carta de gol de los celestes. Un gol para el sueño posible, ese que soñó don Waldeny y que ahora compartimos todos los peruanos.