La Comisión de Disciplina de la FPF esta semana mostró nuevamente su errático rumbo y la disparidad de criterios para sus decisiones. Esta vez con el caso Jefferson Farfán demostraron que su accionar no tiene que ver ni con la disciplina ni con la justicia sino con los acuerdos a puertas cerradas para tomar decisiones de acuerdo a favores o intereses. Estos son los hechos que están detrás de los peculiares castigos de una comisión sin reglas claras.
Empecemos resolviendo el primer misterio, quiénes son los integrantes de la famosa Comisión de Disciplina. Se trata de un grupo de abogados que vive en las sombras. Casi nada se sabe de ellos, nunca quieren dar una entrevista y actúan de manera subrepticia. Estos son sus nombres: Luis Navarrete, Omar Figueroa, Miguel Mesías y Edwin Zamora. El primero de ellos, Navarrete, es quien firma las resoluciones como secretario. Según fuentes a ONCE, todos ellos tienen una cercana relación con Agustín Lozano —aunque él insista en afirmar que no los conoce— y en más de una ocasión han aceptado emitir fallos siguiendo “el consejo” del presidente de la FPF. Otro punto es que Luis Navarrete y Omar Figueroa también formarían parte de la primera instancia de la Comisión de Justicia de la FPF. Es decir, el poder que tienen en La Videna no es pequeño.
La Comisión de Disciplina tiene como una de sus principales funciones que no se rompa el reglamento Covid-19. Pero es justamente en este punto donde empiezan las decisiones arbitrarias porque jamás se estableció una escala de sanciones. Simplemente su acción consiste en abrir un expediente, escuchar a la parte acusada, recibir el soporte legal del club hacia su jugador y, finalmente, apoyarse, de ser necesario, en opiniones médicas. Luego de juntar estas piezas tan solo deliberan y emiten una resolución de acuerdo a lo que piensan porque no existen reglas pre-establecidas. Casi siempre votan por unanimidad pero también están dispuestos a terminar retractándose, como ha ocurrido en más de una oportunidad.
Hablemos del caso Farfán. El delantero de Alianza Lima apareció en la red social Instagram asistiendo a un restaurante sin respetar las reglas sanitarias de la pandemia y rompiendo las reglas Covid-19 de la Liga1. Esto se reveló el 18 de abril. La Comisión de Disciplina le abrió un expediente al jugador y dio a conocer su fallo diez días después. En ese ínterin, el aliancista se presentó de manera virtual para exponer su defensa. El jugador explicó a la comisión que en el restaurante le solicitaron una foto y simplemente accedió y fue publicada en Instagram sin su conocimiento. Los cuatro miembros de la Comisión de Disciplina le expresaron que su versión no los dejaba satisfechos pero que iban a debatir con el apoyo del informe médico. Este informe indicó que Farfán había dado negativo en dos pruebas de Covid-19.

La sanción fue generosa: apenas dos fechas de suspensión. El criterio que la comisión tuvo fue distinto al que aplicaron hacia otros jugadores. Por ejemplo, el marcador derecho de Universitario de Deportes, Aldo Corzo fue captado, el pasado 8 de abril, saliendo del hotel de concentración y posteriormente pasando a recoger a una joven con la que compró cerveza y luego pasó la noche. Al día siguiente la dejó en su casa y horas después entrenaba con su equipo sin importarle que podía haber adquirido el virus y propagarlo. El jugador fue sometido a una investigación de la Comisión de Disciplina y aquí viene lo cuestionable: el castigo fue de apenas una fecha porque Aldo Corzo dejó ‘satisfechos’ a los miembros de la comisión con sus explicaciones y disculpas. Una inaudita benévola sanción.
Pero hay más. Cuando el defensor de Cantolao, Víctor Salas, organizó una fiesta por su cumpleaños en plena realización de la Liga1, incurrió en una falta grave rompiendo todos los protocolos establecidos. Los miembros de la Comisión de Disciplina examinaron videos y pruebas contundentes. En las imágenes se ve al jugador acompañado de mujeres y hombres, sin distanciamiento ni mascarillas y con una bebida en la mano. Sin embargo, Salas recibió apenas dos fechas de castigo. Igual sucedió con el delantero de Melgar, Kevin Quevedo, al que lo sancionaron con la misma cantidad de jornadas también por asistir a una reunión social incumpliendo los protocolos sanitarios.

En el caso de Jefferson Farfán, también se aplicaron apenas dos benévolas fechas de sanción pese al grave episodio de rompimiento de normas de sanidad que el país entero exige cumplir. Alianza Lima presentó hasta dos apelaciones buscando que Farfán pueda librarse del castigo pero la Comisión de Disciplina decidió no responder. Cuando el jugador ya había cumplido una de las dos fechas de castigo, los directivos de Alianza insistieron en una salida que permitiese jugar a Farfán. La Comisión de Disciplina demostró ser permeable a las presiones y terminó anunciando una decisión sin autoridad: decidieron concederle una rebaja de sanción al delantero a pesar de que la sanción ya había sido emitida y se había ejecutado en su primera parte.
A través de un comunicado dieron una cantinflesca explicación sosteniendo que “El jugador es pasible de ser beneficiado con la suspensión parcial solicitada, tendiendo además en consideración que, a la fecha, ha cumplido la mitad de la sanción impuesta”. Es decir, el sustento consiste en señalar que, al haber cumplido el jugador la mitad de la sanción, se le exonera del resto de la pena impuesta. ¿Por qué? ¿Cuáles son los motivos? ¿Cuáles son los nuevos hechos? Nada de eso se sabe. Lo inaudito es que la Comisión de Disciplina, en su afán de justificar el favor a Alianza Lima, estableció, como si se tratara de un colegio y no de un torneo profesional de fútbol, que “El futbolista estará sujeto a un periodo condicional de conducta que concluirá al término del actual Campeonato de Apertura 2021, debiendo comportarse conforme las normas señaladas en el Protocolo Vuelta a los Entrenamientos y Competencias de la Liga de Fútbol Profesional de la FPF”. Una payasada total que siguió esta secuencia: Farfán cometió una falta grave en plena pandemia rompiendo el protocolo Covid-19, expuso su salud y puso en potencial riesgo a sus compañeros; a continuación la Comisión de Disciplina le dio una benévola sanción de dos fechas; el club reclamó porque necesita que el jugador esté en la cancha —Alianza tampoco respeta las normas—; la comisión le perdonó la mitad de la sanción; y, finalmente, le dijo al indisciplinado futbolista “pórtate bien muchachito”.
Este pésimo manejo de la Comisión de (In) Disciplina volvió a asomar con otro involucrado en el rompimiento de protocolos, el volante Luis Ramírez de Sport Boys. El miércoles 5 de mayo, el mediocampista compartió una foto junto al fisioterapeuta del Corinthians, Caio Mello, y el defensor Fabio Santos posando los tres con la camiseta de Sport Boys. Ramírez visitó con esas camisetas la concentración del club brasileño que vino a jugar la Copa Sudamericana, rompiendo totalmente las normas Covid-19. La foto fue borrada a las pocas horas, pero hasta el momento la comisión no se ha pronunciado al respecto y ni siquiera habría intenciones de abrir un expediente o iniciar una investigación.
Tampoco se ha indagado sobre una posible indisciplina del volante de Sporting Cristal, Gerald Távara hace poco más de un mes. Bajo este manto de oscuridad, la Comisión de Disciplina de la FPF viene inoculando al fútbol el virus del desorden.