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La Copa Libertadores no puede jugarse ahora

Sudamerica se ha convertido en el foco de la pandemia por Covid-19 y la Conmebol tiene una extraña prisa por el retorno de la Libertadores. ¿Por qué? Aquí un completo análisis de Sergio Levinsky para ONCE.

Sergio Levinsky
Buenos Aires - 6 septiembre 2020

Los diez países sudamericanos que tienen equipos participantes en esta edición de la Copa Libertadores de América, totalizan 6.609.280 infectados por Covid-19 y 210.488 fallecidos, lo que corresponde a un 24 por ciento del total del planeta. Existe, además, un reconocimiento general de que, actualmente, esta zona del mundo acapara el foco principal de la pandemia. Sin embargo, las autoridades de la Conmebol no sólo llamaron a votación para reanudar el torneo, sino que ratifican su regreso para el 15 de septiembre cada vez en que aparece un nuevo caso entre los jugadores.

Al presidente de la Conmebol, Alejandro Domínguez, como a su dirigencia, no parece interesarles que ya en el terreno del fútbol, jugadores de equipos de cinco de los diez países, al menos, hayan padecido el Covid-19. Si en el Flamengo de Brasil hubo tres casos positivos entre el 30 de abril y el 3 de mayo pasados, en el Inter de Porto Alegre hubo otros cinco mucho más cerca de la actualidad, el 22 de julio. Hubo otros siete casos en el Bolívar, el 31 de julio, y a principios de agosto, otros dos en Liga Deportiva de Quito y seis en Binacional de Perú, pero el caso más aberrante es el de la semana pasada en Boca Juniors, con 18 casos. Lo que lo deja absolutamente disminuido para su partido del próximo 17 ante Libertad, en Paraguay. Ni siquiera eso, por una cuestión humanitaria, alteró los planes de la Conmebol. Lo sorprendente es que ni el club argentino se plantea un pedido de postergación.

A decir verdad, el argumento de una necesidad de vuelta de los torneos continentales de equipos (Copa Libertadores y Copa Sudamericana) así como la de la clasificación para el Mundial de Qatar 2022 desde octubre, parece muy confuso. Más aún, con lo peligroso que puede transformarse un viaje de un país a otro y el requerimiento, para que pueda cumplimentarse, de tener que eludir los controles a los que se someten todos los seres humanos que deben entrar o salir de los diez países, lo que constituye un inaceptable privilegio al fútbol sobre cualquier otra actividad.

En el caso de la Argentina, se trata de uno de los países cuya asociación, la AFA, ni siquiera reanudó las competencias desde que se suspendieron por la pandemia el pasado 16 de marzo, hace casi seis meses, y no estaba previsto el retorno, en un acuerdo entre la propia AFA, los ministerios de Deportes y Salud, y el presidente de la Nación, Alberto Fernández.

Finalizada la Superliga ganada por Boca en marzo pasado, todas las partes coincidieron en que no había ninguna prisa en regresar y como la TV siguió pagando los derechos anticipadamente, las pérdidas no fueron grandes toda vez que no hubo tampoco demasiadas erogaciones y el Estado se hizo cargo de parte de los salarios de los jugadores. Por esa misma razón, la AFA fue la única asociación que votó oficialmente en contra del regreso de la Copa Libertadores para el 15 de septiembre: este calendario, impuesto de cualquier manera por la Conmebol, obligaba a los cinco equipos participantes (Boca, River Plate, Racing Club, Defensa y Justicia, y Tigre), a regresar a los entrenamientos mucho antes de lo previsto, con lo cual empujó al resto de los clubes a un retorno y a repensar un nuevo campeonato para que cubra el resto de 2020 aún en el contexto de casi un pico de casos nacionales de Covid-19, cuando el país se ubica décimo en la tabla planetaria. Una aberración.

River, Boca y Racing, tres favoritos en la Libertarores.

También hay que destacar que esa votación, en la que la AFA fue la única asociación que se opuso, finalizó 7-1 porque ni la boliviana (su presidente, César Salinas, falleció el 19 de julio por coronavirus) ni la venezolana (su titular, Jesús Berardinelli, fue apartado por irregularidades y falleció poco después, el 6 de agosto), pudieron dar su parecer, por lo que ya se parte de que al menos un 30 por ciento de las federaciones no dio su consentimiento, y a ellas hay que sumarles otras que según la información que manejamos, sólo levantaron la mano apoyando la moción de Domínguez más por diplomacia que por acuerdo, algo que el presidente de la Conmebol sabe mejor que nadie.

Es decir que no hubo consenso total para este regreso y es más: desde ese momento, la Conmebol se lanzó a lo más inaceptable, que fue buscar un acuerdo con los diez Estados nacionales para conseguir la aprobación a una especie de corredor sanitario para que se apruebe el ingreso y egreso de los equipos de todo el continente, algo que en el caso de Argentina y Uruguay logró a regañadientes y a ultimísimo momento. Es que, por ejemplo, las fronteras argentinas permanecen cerradas a vuelos desde el exterior, y lo mismo ocurre con Bolivia, Chile, Paraguay (donde se encuentra la sede de la Conmebol), Perú y Venezuela, mientras que en Uruguay pueden ingresar extranjeros pero siempre que puedan argumentar los requisitos y  mostrando un test de Covid-19 con resultado negativo que haya sido emitido 72 horas antes del viaje, o realizándose el test al arribar y todos los extranjeros no residentes deben contratar un seguro de salud que les cubra casos confirmados y sospechosos de coronavirus. Ecuador, por su parte, exige a los que llegan, una cuarentena de 14 días en su territorio. Todo esto está dispuesta a vulnerar la Conmebol con tal de jugar ya mismo.

Alejandro Dominguez, presidente de la Conmebol.

¿Cuál es el apuro? Esa es la gran pregunta en este caso. El argumento que utilizan sus dirigentes es que la Conmebol erogó ya mucho dinero para los clubes y que hay compromisos con los sponsors que hay que cumplir, especialmente los ligados a derechos de TV, algo que no parece tener pie ni cabeza, porque una postergación como la de estos torneos por una causa mayor, como es una pandemia, en ningún caso significa suspensión definitiva. Esto significa que esos derechos nunca se pierden, sino que en todo caso, se rentabilizan más tarde.

Otro argumento utilizado por quienes defienden a rajatabla el apuro por jugar pronto los partidos, sin esperar a que al menos baje la cantidad de infectados y fallecidos en el continente sudamericano, es que la Unión Europea de Fútbol (UEFA) disputó sin problemas la Champions League o la Europa League, sin reparar en dos aspectos, que esas competiciones se hallaban en las fases finales y no en las de grupos, y que luego de un largo parón se volvió a disputar cuando la curva de casos había descendido notablemente (lo que no ocurre por estos lares) y que en ambos torneos, se jugaron todas las competencias desde octavos de final a partido único (es decir, un sistema de clasificación rápida) y en una sola sede (Lisboa para la Champions, Colonia para la E-League), y en ciudades con menos problemas de coronavirus.

En cualquier caso, con tanta prisa, y siguiendo el caso de la UEFA, la Conmebol bien pudo haber tratado de organizar lo que queda del trayecto de los torneos continentales escogiendo como sede los dos países con mejor situación en la pandemia (Uruguay, con 1.653 infectados y 45 fallecidos, y Paraguay, con 20.654 y 398, respectivamente) y haciendo jugar partidos por un sistema rápido y en la misma sede. Pero… ¿hacer viajar a las delegaciones de un país a otro de manera permanente en medio de la pandemia?

Jugadores de Alianza Lima en el Aeropuerto Jorge Chávez.

Entonces, si hay razones de ética política y sanitaria para no regresar tan pronto a las Copas de clubes y para la clasificación de las selecciones (que habrá que ver si los clubes europeos, más centrados en estas lides, aceptarán ceder a sus jugadores para que arriesguen a viajar a territorios que les pueden ocasionar daños muy graves), ¿por qué nadie pone un freno a esta pretensión de la Conmebol?

Por miedo. De los clubes, a una represalia en los arbitrajes en vista de lo que ocurrió en ediciones pasadas. De los Estados, por intromisión penada por la FIFA y a partir de denuncias desde criterios discrecionales de la entidad continental (que hizo intervenir algunas federaciones sudamericanas y no otras por simpatía o antipatía), y de los jugadores, porque no tienen el nivel de consciencia y sindicalización necesarios en tiempos de continuos cambios y permanentes transferencias al exterior, fuera de los límites continentales. Y de buena parte de la prensa, porque pretende formar parte de la fiesta, para lo cual necesita acceder a las invitaciones a la misma.

Muy pocos se atreven a decir algo a cara descubierta. Uno de ellos, días pasados, fue contundente. Se trata nada menos que de Fernando Signorini, ex preparador físico personal de Diego Maradona, y de la selección argentina en el Mundial de Italia 1990 y en Sudáfrica 2010. “Yo no jugaría la Copa Libertadores. Jugar es no respetar la historia. Los jugadores tienen que decir “basta” de una vez por todas. No pueden permanecer como ovejas en un rebaño. El poder no los puede llevar a donde quiere. Si dicen “basta” se acaba toda esta irrespetuosidad con ellos y con el fútbol”.

¿Alguien se atreverá a recoger el mensaje? Aún quedan algunos días para manifestaciones de dignidad.

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