No ha sido fácil. Nunca es fácil para nosotros. Arduo y largo es el camino a un Mundial. Esta vez mucho peor por la pandemia, por las ausencias de Guerrero y Farfán, por lo poco que tenemos, por todo lo que nos falta pero también por ese rasgo maravilloso que tiene este país de emprendedores que parece gritar a viva voz: Tenemos poco pero con poco logramos nuestros sueños.
Como hace cuatro años, otra noche feliz consiguiendo el cupo para el repechaje, el lugar que nos pone a un partido de Qatar 2022 como aquella noche de noviembre de 2017 cuando logramos el mismo cupo para tener la opción de dos partidos finales hacia Rusia 2018. Ahora será un solo partido definitorio, sin chance a revancha, sin poder corregir errores, nos jugaremos, en 90 minutos, a todo o nada, el sueño mundialista. Nunca es fácil para nosotros.

Los puntos perdidos por errores nuestros, el penal fallado en Buenos Aires, el gol robado en Montevideo, el error aquel en Bolivia, las lesiones, la falta de ritmo, el mundo en mascarillas, las tribunas vacías llenas de silencio, la ausencia de recambios, el plantel justito —que nadie se resfríe—, los meses mirando la tabla desde abajo, la racha que nos puso en carrera, las batallas finales para llegar al cupo del repechaje. Así es nuestro camino. Difícil, lleno de ansiedad y sobresaltos pero siempre cargado de esperanza.
Después del largo destierro de 36 años aquí estamos con la opción de tener un segundo mundial consecutivo. Hemos crecido a pesar de las carencias. Hoy tenemos una maravillosa hinchada que alienta y solo sabe alentar como corresponde y que en la cálida noche en el Nacional mostró un detalle conmovedor: todas las tribunas, todas, repletas de camisetas rojiblancas para mostrar ese hermoso paisaje de tribunas con la misma camiseta de los muchachos que entregaban todo en la cancha.
En noches como esta, en que el triunfo significa completar un proceso y tener un justo logro, acaso poco importa hablar del partido.

Que más da saber si hubo aciertos y desajustes, si perdimos el balón en gran parte del segundo tiempo, si hubo pases mal dados que complicaron. Lo que importa es ver que Cristhian Cueva decidió tomarse las cosas en serio, se puso en forma y nos demostró a todos por qué Ricardo Gareca confía tanto en él incluso cuando juega mal. Un pase de crack europeo en el gol de Lapadula, una jugada de sabor sudamericano en el gol de Yotún. Cueva, el díscolo, jugando como un crack, en ataque y en defensa.
No importa si jugamos bien por pasajes si en otros faltó control del partido. Lo que importa es el coraje inmenso, la entrega absoluta de Gianluca Lapadula —el de la nariz rota, el de los dientes partidos, el del rostro ensangrentado y siempre de pie— ese Lapadula que abrió temprano el arco paraguayo para evitar la angustia y, además, tuvo dos postes que le negaron el triplete que habría sido más que merecido para el nuevo ídolo peruano que responde con entrega y sacrificio.

No importa si el mediocampo no tuvo el control del balón durante muchos momentos. Lo que importa es la exhibición de Renato Tapia mostrando cómo debe jugar un mediocampista central de alta calidad. Tapia, la batuta del equipo, el que recupera los balones, el que pone pausa, el que distribuye pases cortos y pases largos, el que se convierte en defensa cuando arrecian los ataques del rival, el que impone calma con la madurez que ha ganado.

Que importa si la serenidad que necesitábamos se convirtió en demasiada calma en el segundo tiempo. Lo que importa es un plantel que merece un largo aplauso. No tenemos estrellas. No tenemos nombres con cifras inmensas en las cotizaciones de Transfer Market. Tenemos algo mucho más valioso: tenemos un equipo. Algunos dirán modesto y nosotros diremos sí, modesto pero con nobleza. Que otros tengan los nombres famosos. A nosotros nos alegra nuestro equipo. Una selección que refleja lo que somos como país, un país lleno de carencias, donde nada sobra y en el que cada día hay que librar una batalla. Así es nuestro equipo. Para otros Messi, Neymar, Suárez. Para nosotros estos muchachos que tienen el mejor secreto de los humildes: si cada uno aporta lo que sabe se puede armar un equipo.

Y aquí cabe el aplauso inmenso, cargado de gratitud a los que no están sobre el césped pero hacen posible esta alegría que estamos viviendo, esta segunda vez de un repechaje y el sueño mundialista nuevamente al alcance. El aplauso y la gratitud a Ricardo Gareca. Uno se ve tentado a decir que 200 años después José de San Martín volvió a estas tierras para liberarnos, esta vez, de la tristeza futbolera. El ‘Tigre’ Gareca, argentino como San Martín, con su excelente comando técnico: Néstor Bonillo, Sergio Santín, ‘Ñol’ Solano, junto a ellos Oscar Ibáñez, el Dr. Segura. Y el rol esencial de Juan Carlos Oblitas y Antonio García Pye, que construyen las buenas condiciones de trabajo.
El gol es grito de alegría que esta noche también es abrazo de gratitud para todos los integrantes de la rojiblanca cuyo esfuerzo, cuyo trabajo, cuya entrega nos regala esto que ahora vemos: Perú 2 – Paraguay 0. Perú dueño del cupo para el repechaje. Perú con tribunas colmadas de camisetas rojiblancas. Perú celebrando en medio de tantos días difíciles, esta esperanza mundialista que se llama Repechaje.
Gracias a todos y sigamos todos en el esfuerzo. Nunca ha sido fácil y por lo mismo es mas hermoso el festejo.