Las conferencias de prensa de Ricardo Gareca y Juan Carlos Oblitas tuvieron ambas el mismo sello: una inmensa lección de decencia frente a la corrupción instalada en la Federación Peruana de Fútbol (FPF). Con lenguaje alturado, sin estridencias ni reclamos, con el respeto que no hubo para ellos, desnudaron, para el que quiera entender, las maniobras de Agustín Lozano.
En la conferencia del Gerente Deportivo de la Selección hubo quien reclamó porque había “mucha diplomacia y ausencia de titulares” y otro asistió para jugar el vulgar rol de provocador. Oblitas reaccionó con la altura y la ironía de quien sabe estar lejos de la prensa sensacionalista que tanto daño hace.
En el mundo del fútbol se repite el mismo escenario que estamos viviendo a nivel nacional. El presidente Pedro Castillo destruye la institucionalidad del Estado, implanta la más burda informalidad y se dedica al saqueo de las arcas fiscales. En el caso de la FPF su titular Agustín Lozano Saavedra, establece el mismo esquema. Retira a Gareca y Oblitas y con ellos a todos los profesionales que venían realizando el exitoso trabajo de la selección nacional. Desarmó el último bastión profesional.

Lozano generó la debacle porque necesita de la informalidad y no del profesionalismo para continuar con el esquema de corrupción. A Lozano le molestó que le plantearan la necesidad de un trabajo profesional en el fútbol peruano que consistía en que Gareca y Oblitas manejen las divisiones menores y tengan presencia en el manejo del futbol profesional para aplicar las reglas que están aprobadas desde antes de la pandemia.
Ese fue el detonante para que Lozano decida desarmar por completo la única área que funcionaba en el fútbol peruano. Necesita de la informalidad, de los dirigentes que lo avalan a cambio de prebendas y necesita continuar con el saqueo del dinero de la FPF. No le interesa estar cometiendo de manera reiterada diversos delitos entre ellos el de Fraude en la administración de persona jurídica. Juega la carta que juegan los corruptos: hacer dinero confiando en invertir parte de ese dinero en lograr, después, impunidad judicial. Esa apuesta, tarde o temprano, pasa factura y esa factura es doble: el desprecio de la gente y la prisión.
No existe ninguna diferencia entre Pedro Castillo y Agustín Lozano. Ambos provienen de la política menuda con antecedentes corruptos; ambos tienen falsos títulos de magister porque sienten la carencia de no ser nadie y ambos perpetran la destrucción de instituciones porque carecen de valores y solo piensan en el enriquecimiento para satisfacer sus orígenes sin nada y sus espíritus inflados de ambición.

El fútbol peruano tiene uno de los peores torneos profesionales; los equipos nacionales, con Alianza Lima a la cabeza, hacen el ridículo en los campeonatos internacionales —solo Melgar con trabajo serio es la excepción—; no existe fútbol de menores lo que equivale a decir que se condena al fracaso a un fútbol que no saca nuevas figuras. Ese es el escenario creado por Agustín Lozano y sus dirigentes adeptos. Se añade que hace meses quiso apropiarse de los derechos de televisión con un esquema que solo la ignorancia pudo diseñar y el próximo año esa bomba de tiempo explotará y no habrán ingresos (ni coimas) para los dirigentes que hoy protegen a Lozano y que mañana habrán de cuestionarlo. Ya se sabe: cuando se acaba el dinero corrupto, aparecen los delatores.
Tras propiciar la salida de Gareca, a Lozano le quedaba la opción de mantener en la gerencia deportiva a Juan Carlos Oblitas pero tampoco quiso esa opción y quedó nítido su juego: quiere estar solo porque su gestión entra a su fase final y necesita seguir extinguiendo el dinero del fútbol.
Las quejas sobre el desastroso futbol peruano son continuas pero, a la vez, apenas son declarativas. ¿Qué se hace para evitar eso? Nada. Los dirigentes siguen en el juego nefasto; un buen sector de la prensa, desde hace muchos meses, sostiene a Lozano y se negó a realizar campañas sostenidas para propiciar su salida; la mejor hinchada del mundo, la que grita y llora cantando “Contigo Perú”, está muda porque esos colectivos que tienen nombre no han asomado: ¿será verdad la versión que señala que para ellos también hay prebendas?; ciertos fiscales tienen sospechosa complacencia con Lozano y compañía y les extienden el beneficio de la impunidad.

Fueron siete años de un ciclo extraordinario. Con muy poco se hizo mucho y sobre ese ciclo se pudo implantar las bases para el resurgimiento del fútbol peruano que demostró que puede ser protagonista cuando está en manos de auténticos profesionales.
Lo que ha ocurrido es grave. Se ha perdido a Ricardo Gareca en el momento en que podía participar de las divisiones menores. Justo él que es uno de los poquísimos entrenadores que sabe hacer surgir nuevos jugadores. Lo ha demostrado a lo largo de toda su carrera armando planteles en los que convertía a desconocidos en figuras.
Se ha perdido la vigencia de Juan Carlos Oblitas, sin duda el peruano que más sabe de fútbol. Como jugador fue mundialista y figura de talla internacional; como técnico un exitoso entrenador a nivel de clubes y selección; como dirigente un profesional honesto y capaz; y en su etapa de director deportivo de la selección peruana fue el hombre que supo guiar el proceso de los siete años de éxitos con dos repechajes, un mundial y podios en la Copa América.
Se ha perdido también la presencia de Antonio García Pye, quien está considerado como el mejor gerente de selecciones a nivel sudamericano. Un profesional que de manera discreta, lejos de las cámaras ha desarrollado una labor de gran nivel en todo el complejísimo manejo que necesita el buen funcionamiento de una selección a nivel internacional en elección de concentraciones, vuelos, estadios para entrenar, hoteles, horarios y un sin fin de aspectos. No todo lo consiguen los jugadores como nos quieren hacer creer los pícaros seleccionados que han salido a defender a Lozano.

Ahora el futbol peruano está totalmente en manos de la informalidad y la corrupción. Lozano cree que ha logrado una victoria y no se da cuenta que ha ganado el oprobio. Cada vez que Agustín Lozano, sus dirigentes y sus familias, disfruten del dinero mal habido sentirán que cada lujo que se dan tiene el amargo sabor del dinero corrupto y todos aquellos que los vean haciendo ostentación de lo ganado con el delito, sentirán desprecio porque el país sabe el origen de lo que tienen cuando antes no tenían nada.
En cambio, Ricardo Gareca, Juan Carlos Oblitas y todos los que han trabajado bajo su liderazgo, tienen un honesto lugar en la Historia del fútbol peruano. Un lugar ganado con trabajo, con profesionalismo y dando lugar a inmensas alegrías. Han logrado la mejor recompensa: el respeto y el afecto de la inmensa mayoría de peruanos.
Agustín Lozano Saavedra también tiene un lugar en la historia, un enorme espacio en la historia de la infamia.