Los hinchas del Real Madrid dirán que tienen un gran equipo capaz de remontar resultados adversos. Celebran jubilosos creyendo que este Real Madrid es un equipazo. En realidad, no lo es. Sus virtudes no están en ser un gran equipo, si entendemos equipo como un conjunto que tiene un estilo de juego y un planteamiento estratégico. El Madrid es un gran protagonista Es una oncena que tiene ráfagas que o salvan. Una ráfaga ante el desordenado PSG dio la apariencia de que se trataba de una máquina madridista; otra ráfaga ante el Chelsea reafirmó el espejismo. No es un equipo. Es una suma de jugadores por largos momentos sin poder tener el control del balón. Pueden estar debajo del marcador por 2-0 apenas a los diez minutos de una semifinal de Champions y sacar el impresionante oficio de algunos de sus jugadores para remontar la adversidad y generar el espejismo de que son un equipazo.

El 2-0 inicial ante el Manchester City se convirtió en 2-1; luego el 3-1 lo convirtieron en 3-2 y cuando el 4-2 parecía lapidario lograron un 4-3. No lo hicieron desde un juego estratégico, tampoco por dominio del encuentro. Nada de eso. Fue 4-3 porque el City, que pudo golear, es lo contrario al Real Madrid: es un realmente un gran equipo con un estilo de juego definido pero sus jugadores no tienen el gran oficio de las figuras del Madrid.
La mejor muestra es cómo llegaron los goles. Los del City fueron producto de elaboraciones de juego, de inteligencia, de buen toque, de saber crear y explotar espacios, en suma, fueron cuatro goles que mostraron la belleza del fútbol bien jugado. Los goles del Madrid llegaron por otro camino. No por sus virtudes, sino por errores del rival que jugadores de altísima calidad como Benzema capitalizaron de inmediato. El primer gol de los blancos fue producto de un mal saque del displicente arquero Ederson y un desorden en la marca que permitió que el balón llegue a Benzema que definió como él sabe: con enorme calidad. El segundo gol fue producto de la velocidad de avión de Vinicius a partir de un error de Fernandinho; y el tercero por un torpe penal cometido por el zaguero Laporte y que Benzema ejecutó con frialdad y arte, a lo Panenka.

El City va a Madrid a definir el pase a la final, sumamente preocupado porque en su noche de espléndido juego con cuatro goles en una semifinal, no logró sacar más ventaja porque fue, también, su noche de errores: los tres que causaron los goles y los otros tres tantos que se perdió. Era goleada y apenas tienen un gol de ventaja. El Real Madrid es eficacia a partir del oficio, es destreza que aprovecha las oportunidades que se aparecen. No es un equipo pero con once con oficio le alcanza para dar pelea, para ser un peligro constante. Y claro, obvio, tiene a Benzema. 41 goles en 41 partidos y goleador de la Champions. Estuvieron a punto de ser goleados y volvieron a casa con solo un gol de diferencia que le hizo decir al técnico Ancelotti: “En Madrid si defendemos bien, ganamos”.

El Manchester City 4- Real Madrid 3 fue un deleite de fútbol por la sabiduría de Pep Guardiola. Quién puede discutir que no solamente es el mejor entrenador del mundo sino también el hombre que ha revolucionado el fútbol moderno. En este partido, Guardiola salió con otra innovación. Puso un 9 neto como Gabriel Jesús pero, para desconcertar a la defensa rival, hizo que Kevin De Bruyne fuese un 9 fantasma. En el primer gol, De Bruyne cabeceó como delantero de punta; en el segundo gol el 9 fantasma De Bruyne le dio la asistencia al 9 verdadero Gabriel Jesús. Y repitieron el esquema varias veces para volver locos a los dos centrales madridistas Militao y Alaba.

Un canto al fútbol en la noche inglesa. Guardiola y los suyos poniendo el fútbol bien jugado. Ancelotti y los suyos poniendo coraje y eficacia. La eficacia del Madrid es tan letal que terminó generando una paradoja: el ganador del encuentro va a buscar la revancha muy preocupado. El derrotado vuelve a casa con la sonrisa que da la esperanza.