Los celestes no olvidan aún el 2018 cuando, de la mano del chileno Mario Salas, obtuvieron su estrella número 19 con un juego veloz y dinámico, orden táctico, disciplina y el sacrificio de cada uno de los miembros del equipo bajo el “estilo Salas”.
Sporting Cristal fue el equipo con más goles anotados, menos goles recibidos, más encuentros ganados y, por si fuera poco, con el goleador del torneo, lo que hace del paso de Salas por el club bajopontino una memoria feliz para el estratega. Hoy Salas vuelve al fútbol peruano por un nuevo y quien sabe aún más difícil reto: lograr que el plantel aliancista “compre” su idea y se comprometa en todo el sentido de la palabra con su forma de “vivir” el fútbol, una propuesta sumamente vistosa como ambiciosa que se conoce como “fútbol total”.
Pero no es tan fácil. Como ocurrió con el Colo Colo, último equipo de Salas donde su peculiar estilo no encontró ni la voluntad ni la disposición de parte de la interna, que se podría ejemplificar en las declaraciones del “mago” Valdivia: “En lo personal no me gusta cuando un entrenador se toma atribuciones sobre mi vida personal, me dice a qué hora dormir o a dónde puedo o no ir…”. Valdivia es una de las voces fuertes del plantel, y no sorprende entonces que el equipo no alcanzara los éxitos que sí cosechó Salas en Perú en el 2018.

El 2020, sin embargo, le brinda una nueva oportunidad en nuestro país con uno de los equipos de mayor arraigo popular y donde justamente el técnico previo -el uruguayo Pablo Bengoechea- dirimió al cargo por la falta de compromiso de varios elementos del plantel. En la rueda de prensa de despedida no pudo ser más claro: “No pude convencer al plantel de lo que quería, no logramos tener claro lo que hay que hacer para defender a una escuadra tan grande como Alianza Lima; no tengo la capacidad para revertir esta situación, la situación me ha rebasado y no tengo las fuerzas para ayudar a la institución…”. Con estas frases se despidió un técnico que antes supo salir campeón con equipos de la envergadura del Peñarol uruguayo y del mismo equipo íntimo.

A solo una semana del reinicio de la Liga 1 y con cuatro semanas de convivencia física con el plantel, el Comandante asume esta nueva batalla demostrando disciplina (retiró del plantel a Jean Deza, una de las caras visibles de la indisciplina en la era Bengoechea) con una tropa ilusionada en hacer una campaña a la par con las expectativas del hincha y la dirigencia blanquiazul, pues para nadie es un secreto que en Matute cuentan con uno de los planteles más ricos en recursos humanos, tanto en calidad como en cantidad, y, asimismo, es bien sabida la capacidad como director técnico que ostenta el chileno.
Sin embargo, en el fútbol no siempre 2 + 2 es 4 y habrá que esperar si esta “fusión” entre el trabajo de Salas y la riqueza futbolística del plantel victoriano da como resultado un grupo humano fuerte dentro y fuera de la cancha, capaz de ser campeón nacional y tener una participación acorde a la historia de la institución en torneos internacionales, gran deuda pendiente para todo el pueblo grone. Solo el tiempo podrá contarnos el final de esta nueva misión del Comandante.
¿Por qué “El comandante”?
Un apodo que se ha hecho popular tanto en Chile como en Perú, pero que en un principio no le gustaba. “Lo que me generaba esto del Comandante es que, si bien es cierto, yo había leído algunas cosas de Guevara, no era un fanático como decían algunos periodistas. Sí hay cosas que me llamaban y me siguen llamando la atención, me gustan sus ideas, pero estoy muy lejos de ser un fanático”, comentó tiempo atrás al diario El Gráfico.