—¿Cuál es tu personaje preferido de Disney?
—Ninguno en especial. Porque de chico yo no miraba mucho dibujos animados, la verdad —sonríe— yo jugaba al fútbol.
Esa fue la respuesta de Lionel Messi al cronista que quiso conocer sus gustos infantiles. Otro periodista le hizo esta pregunta:
—¿Mira fútbol por televisión?
—No, no miro fútbol. Yo no soy de mirar.
Ese es el retrato de Messi, de niño o adulto, lo suyo es jugar al fútbol. Pero no jugar por jugar. Él juega para ganar. Eso explica la explosión que tuvo después de la derrota 1-2 del Barcelona ante el Osasuna que le permitió consagrar campeón al rival más detestado: el Real Madrid.
Messi no es un hombre de declaraciones explosivas. Habla muy poco y cuando habla no suele ingresar en polémicas. Pero al final del encuentro que cerró la pésima campaña 2019/2020 del Barcelona, asomaron sus ancestros italianos. Los Messi provienen de Recanati, un municipio ubicado en la provincia de Macerata, sede del Centro Mundial de la Poesía, pero el astro argentino no estaba para versos luego de perder el Campeonato y buscó un micrófono y fue muy contundente: “No esperábamos ni queríamos terminarla de esta manera, pero miren cómo fue todo el año: un equipo muy irregular, muy débil, al que le ganan por intensidad, al que le crean muy fácil y les hacen gol… Hemos sido muy irregulares y hemos perdido puntos donde no deberíamos. Este partido indica cómo fue el año nuestro”.
Hombre de silencios cuando explota remece el mundo Barza. Y el primero que tomó nota del alcance de sus declaraciones fue el técnico Quique Setién, quien declaró en tono apesadumbrado: “Espero entrenar al Barça en la Champions, pero no lo sé”. Quizá uno de los que menos entendió a Messi fue Setién. Guardiola solía decir que solo hay dos cosas que le gustan realmente a Messi: ganar al fútbol y dormir la siesta. Un ritual que inició de niño obligado al descanso después de las inyecciones para crecer. Ya de adulto es un ritual que dura dos o tres horas después del almuerzo. Tal vez Setién ignore lo del sueño pero el mundo entero sabe que Messi no se duerme en los laureles conseguidos sino que busca los triunfos que le faltan conseguir hasta el día en que marque su retiro.
Sus declaraciones son un reclamo para tener un equipo competitivo y no el pálido elenco que es hoy el Barcelona: “Tenemos que hacer una autocrítica como jugadores, pero también global, porque el Madrid puede haber ganado los partidos, pero nosotros somos el Barcelona y estamos obligados a ganar y ver por nosotros, no por el rival”.
Anotó un hermoso gol de tiro libre y no lo celebró. Su fastidio expresado a viva voz desencadenará movimientos en la institución porque su referencia a la Champions League toca a más de una puerta. “Parece que hace falta que nos metan un gol para que despertemos. Lo dije hace un tiempo: si seguíamos de esta manera será difícil ganar la Champions y queda claro que no nos daba ni para La Liga”.
La preocupación es válida. Si el Barcelona sigue jugando así, el Napoli lo sacará del juego en la Champions, como la Roma y el Liverpool en las ediciones anteriores. El argentino lo tiene claro porque sabe, además, que cuando todo falla (incluyendo el planteamiento del técnico), él es la última esperanza de victoria. Pero no siempre se puede. “Lo que vivimos, que fue muy malo de enero para acá y pensar que la Champions es una competición de cero, que son cuatro partidos que te pueden dar un título que todos deseamos. Por eso digo: tenemos que hacer mucha autocrítica y no pensar que perdimos porque el rival fue mejor”.
Solo hay una forma de entender a Lionel Messi. Y esa manera pasa por comprender lo que es el fútbol de hoy, un mega negocio a tal punto que solamente 25 países del mundo logran producir un PBI superior al que genera la industria futbolística; es el deporte más popular en todo el planeta y Messi el actor principal e indiscutible. Si un técnico o una dirigencia no entienden el reclamo de un mito viviente que ha vivido generando triunfos, de pronto el crack puede terminar vistiendo otra camiseta.
