Mifflin, el más cosmopolita de los futbolistas peruanos

Ramón Mifflin Páez, fue un gran mediocampista. Titular en la selección peruana del Mundial México 70. Jugó al lado de Pelé, es amigo de grandes estrellas dentro y fuera del fútbol, un gran conversador lleno de anécdotas. En esta magnífica entrevista habla de su vida desde su descanso en el balneario de Punta Hermosa.

Ramón Mifllin / Foto: El Comercio.
Sengo Pérez
Lima - 6 septiembre 2020

Mifflin jugó en siete equipos de cinco países: Perú, Argentina, Brasil, Colombia y Estados Unidos. Gastó zapatos bailando desde el parque Municipal de Barranco en carnaval, al Studio 54 de Nueva York. Recorrió el mundo con el Santos de Brasil. Jugó con cuatro de los mejores futbolistas de la historia: Pelé, Beckenbauer, Cruyff y Best.  Ya retirado se hizo amigo de dos más, Di Stéfano y Maradona

Pelé, Giorgio Chinaglia y Ramón Mifflin en el Cosmos / Foto: Oto Maximilian.

Hoy, a los 74 años, Ramón Mifflin pasa los días de cuarentena en Punta Hermosa, localidad en donde recaló en el 2003. Allí duerme en un cuarto que da al mar “donde me arrullan las olas”, mira fútbol, escucha música y sigue conversando con su esposa, a más de cincuenta años de su matrimonio nos dice: “la cuarentena, nos ha unido más”.

Quiso ser alcalde en el 2010 “por ocurrencia de unos locos que me mandaron al bombo. Me presenté por el APRA y era fijo que iba a quedar último porque el partido andaba medio bajetón”. Su espíritu de colaboración con el distrito, si bien no se tradujo en las ánforas, recibió su recompensa cuando en el 2016 le pusieron su nombre “Ramón Mifflin Páez” al estadio Municipal. Justo homenaje a un buen vecino y a un gran futbolista que jugó 44 partidos por la selección peruana desde el 66 al 73. Sigue vinculado al fútbol como comentarista de Gol TV.

Lo conocí en el Cusco y tengo con él una anécdota impagable. En el año 2008, un alemán llamado Jonás Kliesow manejaba el apoyo de la cooperación alemana al Centro Bartolomé de las Casas en Cusco y solía visitar mi local, una parrilla llamada Tango Beef. Nos hicimos amigos y en una de nuestras charlas Jonás me contó que en sus años juveniles había sido mozo y lo había disfrutado y me dijo: “Si alguna vez necesitas un mozo, me llamas”. Una noche lo necesité y lo llamé. Y ese día coincidieron en mi parrilla, el ex mozo y el ex jugador. Rondaba la medianoche en la ciudad imperial —ya no había clientes— y en Alemania amanecía. Ramón Mifflin estaba esa noche. Era el manager del Cienciano de Cusco y solía frecuentar el restaurante.

“Así que eres alemán”, le dijo Ramón a Jonás y le preguntó: “¿Quién es tu ídolo?” Beckenbauer, respondió Jonás sin dudar y sin saber ante quien estaba. “Ah, Franz, mi amigo —dijo Ramón—. Él se levanta temprano ¿quieres hablar con él?” le preguntó. Jonás me miró mudo, sin entender nada. Me seguía mirando mientras el ex mediocampista peruano marcaba un número en su teléfono. La mirada del alemán iba del teléfono a Ramón y de Ramón a mí, levantando las cejas en un gesto mezcla de pregunta y sorpresa. Alguien atendió. Yo tampoco entendía nada. Mifflin habló en alemán y le pasó el teléfono a Jonás. Hablaron. No duró la conversación más de dos o tres minutos, no sé qué se dijeron. Y cortaron.

Jonás se quedó mirando el teléfono hasta que levantó la mirada y se encontró con la mía que preguntaba sin hablar. El funcionario alemán que esa noche hacía de mozo por afición, me pidió un whisky y me dijo, con una mirada sorprendida, “Acabo de hablar con el Kaiser” y bebió un buen sorbo. “¿Qué te parece Pelé?”, me preguntó Mifflin, señalando su teléfono con el dedo índice. “¡Dejáte de joder cabezón!, le dije, en Brasil son la dos de la mañana, dejálo dormir al negro”.

El reflejo de la memoria / Foto: Perú21.

El 17 de agosto de este año, doce años después de aquella noche, le envié un mensaje vía whatsapp a Ramón Mifflin. Me llamó y le dije “Cabezón quiero entrevistarte”. Recordamos algunos momentos de esas veladas en Cusco con esa confianza de barman a cliente y viceversa, en una barra, esas charlas que se dan en la noche y con un par de whiskys de por medio. Esta vez era distinto. El virus obliga a la invisible señal de telefonía celular pero el personaje es el mismo.

La memoria de Ramón es notable, en cada hecho me menciona el día, mes y año, no es cabezón por las puras, todo está guardado. Aquí el testimonio de aquella conversación telefónica.

¿Dónde naciste?

Nací el 5 de abril del 1946 en mi casa, como se acostumbraba en esos tiempos, por la Plaza Raimondi de Barranco. Qué lindo era, recuerdo las fiestas de carnaval en el Parque Municipal, con grandes orquestas, música cubana, mambo, guaracha, son. Bailé con el panameño Armando Boza, con Chivirico Davila. Recuerdo la bajada a la playa en el funicular, por 80 centavos… en la playa había concursos de baile, pista… ¡y yo que era tremendo bailarín! Jugábamos pelota todo el día, alcancé a jugar con pelota de trapo, con las medias de mi mamá, la cancha estaba bajo el Puente de los suspiros, allí había un cuadrilátero, así le llamábamos, y poníamos ladrillos como arcos. Una vez me dieron el dinero para pagar la pensión del colegio, y me compré unos chimpunes, le dije a mi madre que me los había ganado en una rifa. La palomillada se descubrió cuando me quisieron echar del colegio por falta de pago.

¿Ibas a ver fútbol?

Íbamos a Lima en el tranvía. Recuerdo haber ido a la despedida de Lolo en el ‘52, yo tenía 6 años. Iba a ver a Alianza al Estadio Nacional. Jugaban Félix Castillo, Valeriano López, Huaqui Gómez Sánchez, Benítez. Pero tenía un acercamiento con jugadores de Universitario porque en el Barranco Tennis Club, se “concentraban” René “La Lora” Guitiérrez, Mario Minaya y Toto Terry. Yo le cargaba el maletín a la Lora y con ellos iba al estadio. Recuerdo que estando en el vestuario de la U me escapé y me metí al de Alianza. Quería ver a “Vides” Mosquera de cerca. La Lora se molestó bastante por eso. Y lo que son las cosas, llegué a jugar con él cuando reforcé a Universitario y jugaba para el Centro Iqueño. En el ‘63 También jugué con el conejo Benítez al final de su carrera, en Cristal.

Ramón Mifflin defendiendo la camiseta de Cristal.

Viviste siempre en Barranco…

No, nos mudamos a Magdalena. Yo andaba buscando equipo y descubrí una canchita de tierra donde se jugaban campeonatos infantiles y juveniles, atrás del Salesiano: Yo tendría unos 14 años y encontré al Don Bosco y Domingo Savio. Allí jugaba Héctor Bailetti y el caudillo, el líder, era Roberto Chale. Me presenté, quiero jugar dije ¿y tú quién eres? me respondieron, les dije: yo no soy nadie, pero las camisetas de ustedes están bien feas, yo tengo mejores, se las regalé y me pusieron. Eran del cura de la parroquia de Barranco y no las había devuelto cuando me mudé. Un día se enteró por dónde andaba y me buscó para que las devolviera, pero yo ya las había regalado. Me perdonó el pecado. Mi carrera comenzó en el Centro Iqueño, un semillero, llevado por el profesor Eugenio Castañeda, que se recorría Lima buscando jugadores. Debuté con 16 años en primera, contra Cristal.

Un joven Ramón Mifflin con la camiseta peruana.

¿Cuál era tu característica?

Buena técnica, visión, era lanzador, algo no muy habitual en esa época en que se trasladaba mucho y se entregaba la pelota al pie. Igual era Roberto. No marcaba mucho. Eso lo aprendí después con Didí y más que marcar a ubicarme mejor en la cancha.

¿Qué es lo que más recuerdas de esos tiempos?

La tragedia del Estadio Nacional, el 24 de mayo de 1964. Terrible. Yo formaba parte de esa selección amateur sub 23. Estaba en el banco ese día: Jugamos contra Argentina que tenía a Cejas y Perfumo. Era para ir los juegos Olímpicos de Tokio. Yo vi los cadáveres. Me afectó mucho, tenía 17 años. Qué tristeza. Al año siguiente pasé a Defensor Arica, un club de los Nicolini que había ascendido. Ahí jugué con Julio Meléndez, con Ottorino Sartor. Salimos quintos en el campeonato. Yo fui el mejor jugador del año. En el ‘68 pasé a Cristal y Meléndez se fue a Boca. Mi entrenador era Waldir Pereira, Didí. Salimos campeones y con Didí llegué a la selección. Un día, por el año ‘69 le pedí permiso para salir. Había conocido a una chica. Estábamos en Ancón, concentrábamos en el hotel Playa Hermosa, y me dejó salir. Era un cumpleaños. Yo me había presentado como Gadés, el bailarín español de flamenco. ¡Y llegó Didí! era invitado y la chica me presenta: Didí, le presento a un famoso bailarín español: Antonio Gadés.  Didí me quedó mirando serio, moviendo la cabeza, yo dije: perdón, permiso, voy a comprar un ratito. Y me fui, ya no volví. Al otro día, en el entrenamiento yo pensaba ahora Didí me bota, y me pongo atrás en la fila para pasar desapercibido, entonces pasa Didí y me dice: Antonio, vai pra frente (adelante).

Más allá de lo futbolístico ¿qué recuerdas del Mundial México 70?

En la concentración Hugo Sotil era mi compañero de cuarto. Él venía de la Segunda División, con pocos partidos en Primera y Didí me dijo que lo aconsejara. Así que yo le decía al “Cholito” pásame esto, o aquello, o lo otro y él lo hacía. Le decía, oye están tocando la puerta es mi periódico, y allá iba él y me lo traía. Eso fue hasta el partido contra Bulgaria. Fue él quien cambió el partido cuando entró por Baylón y se juntó con Cubillas, Chale, Perico y conmigo. Ahí dimos vuelta el partido. De 0-3 a 5-3. Entonces, en la concentración quise seguir haciendo lo mismo y Sotil me respondió: la figura fui yo, así que ahora vas tú y te traes los periódicos. Y tuve que pararme.

Mifllin con la elección peruana 1969.

Después del Mundial ¿qué siguió?

Después de la Copa del Mundo del ’70 yo ya era conocido. Jugué un 10 de diciembre en la despedida de Antonio Rattin en la Bombonera en el equipo Resto de América. Conmigo jugaron Ladislao Mazurkiewicz, tremendo arquero, el chileno Elías Figueroa, Roberto Perfumo, Óscar Pinino Mas, Luis Artime, ¡y me designaron capitán! Tres meses después vuelvo a la Bombonera con Cristal por la Libertadores y se produce aquella famosa bronca: 18 jugadores expulsados, solo se salvaron los arqueros y Julio Meléndez. Terminamos todos presos, una vergüenza.

Y viene tu salida al exterior…

Eso fue en el ‘73, yo había campeonado con Cristal el año anterior. Racing se interesa en mí, yo no tenía una buena relación con Marcos Calderón, es más, creo que esa fue la causa de que no fuera al mundial Argentina 78, así que eso facilitó la salida, me lleva Adolfo Pedernera un histórico jugador argentino que se hizo empresario. Racing llevaba ocho partidos sin ganar. Debuté contra el Cipolleti, un club de la provincia de Río Negro. Ganamos 4 a 0 con tres asistencias mías, me sacaron cargado del estadio, salí en El Gráfico. Una locura. Yo estaba muy contento y la gente feliz conmigo.

Ramón Mifflin en la portada de la revista americana Soccer.

¿Y el Santos de Pelé?

En el ‘74, el Santos fue a Buenos Aires a jugar con aquel famoso Huracán de Menotti y se enteraron que estaba ahí. En tres días se hizo la negociación y fui a Brasil. Pero ellos ya me habían querido antes, en el ‘69 vinieron a Lima por mí y no me dejaron ir, Ricardo Bentín, el dueño de Sporting Cristal, dijo que yo era muy joven. Había jugado dos amistosos contra Brasil y me había salido todo. Me fui en el ‘74 a Brasil, Yo llego porque habían vendido a Nené y necesitaban un mediocampista mixto para acompañar a Pelé y Clodoaldo. Pelé fue el que me convenció en una conversación en el Sheraton. Me fui en el avión con ellos. También jugaban en ese equipo el arquero argentino Agustín Cejas, Carlos Alberto, Marinho Peres. A los dos días ya estaba viajando a Europa, llegamos a París. Y nos sacaron al llegar una foto que fue portada de un diario. “Llegó el rey y su corte” decía el titular, y yo estaba ahí, no lo podía creer.  Recorrí el mundo con el Santos, salíamos de gira a cada rato, todos querían ver a Pelé. Un gran tipo, muy sensible, el más sencillo del mundo, siempre me protegió, hasta hoy seguimos en contacto. Recuerdo los entrenamientos en la playa Sao Vicente, Guarujá, la música, la batucada. Fui muy feliz en el Santos. Gente muy alegre la brasileña. Siempre me invitan para el aniversario del club en abril. El técnico era Tim, fui yo quien años después lo recomendó para entrenar a la selección peruana, se lo sugerí a Pepe Aramburú, presidente de la comisión de la selección. Búscalo al viejo, le dije, tiene el perfil para nosotros.

Eres muy amiguero…

Lo que más queda es la persona, los amigos. Cuando te haces amigo, las puertas siempre están abiertas.

Entonces, llega el Cosmos.

Sí. El ‘74 fue el último año de Pelé en el Santos. Apareció el Cosmos de Nueva York y se lo llevó. Quedamos en el aire. Él era la atracción, sin Pelé éramos un club más y el Santos no era un club económicamente poderoso. Y ahora qué hago, me preguntaba yo. Pelé volvió a Brasil y me preguntó si quería irme, casi me desmayo le dije que sí, y al poco tiempo, después de un partido contra el Sao Paulo donde me eligen como mejor jugador, se hace la operación. No les gustó mucho a los brasileños. Cómo era posible que el Rey eligiera un peruano para acompañarlo, decían. Yo fui el primero que llevó, después se iría también Carlos Alberto y Nelsi Morais. Y así siguieron llegando Franz Beckenbauer —muy serio, pero encantador, un tremendo tipo, de primer nivel— Giorgio Chinaglia, delantero de la Lazio que había jugado por Italia el Mundial del 74. Fue una etapa maravillosa de mi vida, tal vez la mejor. La pretemporada la hacíamos en Hawai, Bermudas, Jamaica, Puerto Rico. El Cosmos era de la Warner Bros, así que era común encontrarte en los vestuarios con artistas como Jack Lemmon, Steven Spielberg, alguno de los Rolling Stones, Rod Stewart, también con Cassius Clay. Andábamos en limusinas, nos llevaban al estadio en helicóptero si había mucho tráfico. Después de los partidos me iba al Studio 54. El gol que más recuerdo fue justamente el que le hice a Santos en la despedida de Pelé. Ganamos 2 a 1.

Mifflin con dos grandes estrellas del fútbol.

Como si no fuera suficiente con los monstruos con que habías jugado, vendrían dos más…

Y si, en los Los Ángeles Aztecs jugué con George Best, el irlandés famoso del Manchester y Johan Cruyff. El entrenador era Rinus Michels, el de Holanda, la Naranja Mecánica. Con Cruyff no tuvimos una relación muy cercana, con Best sí. Salíamos de noche, había puesto un bar con otro irlandés del equipo, Bobby Mc Alinden, el Bestie’s, en Manhattan Beach, y ahí parábamos. George se podía tomar treinta vodkas y al día siguiente entrenaba como si nada.

Pelé, Cruyff, Beckenbauer, solo faltaba Diego.

Un gran tipo, como jugador y persona. Diego Maradona junto con Pelé fue lo más grande que ha dado el fútbol. Me lo presentó Miguel Ángel Brindisi, a quien conocía de mi época en Racing. Fue en diciembre del ‘81, cuando vienen los dos con Boca a Lima para jugar unos amistosos. Retomé la relación en Barcelona, cuando trabajé con César Menotti y Ángel Cappa que entrenaban al Barcelona, y yo hacía de espía observando a los rivales. Vivimos juntos con el flaco Menotti y con Diego nos hicimos muy amigos. Cuando lo venden al Nápoli me fui con él a Italia en un vuelo charter. Estuve el día de su presentación. Yo vivía en Barcelona pero iba y venía de su casa en Nápoles durante dos años. En una oportunidad, yo cumplía 40 años y estaba en San Francisco, también estaba Maradona con el club italiano. Salió de la concentración y se apareció con mariachis y cantó. Con Diego nos fuimos juntos a Japón a grabar un comercial para Xerox que yo le conseguí en el ‘86. Te cuento otra, en el 2001 le estaba ayudando a Kukin Flores a cerrar un contrato con Belgrano de Córdoba, estamos en el hotel y me voy a bañar. Cuando salgo Kukin me dice: te llamó alguien. ¿Quién? Le respondí. No sé, me preguntó por ti y le dije de parte de quién y me dijo: Diego Armando Maradona. Y qué le dijiste. Ah sí, seguro, si tú eres Maradona yo soy Pelé. Nooo, Kukín, era Maradona.

Ramón Mifflin y su esposa junto a Diego Armando Maradona en Japón.

¿Te gustaba la diversión, como buen barranquino?

Yo era noctámbulo, me gustaba la noche, las discotecas, pero eso sí: en los días libres-

¿Nunca tuviste problemas de disciplina?

Una vez. Estaba en Cristal. Había conocido a quien sería luego mi esposa, Ingrid Queirolo. Había una fiesta de año nuevo, que eran las más esperadas. Una fiesta con smoking y corbata michi. Fue en el club Esmeralda de Santa María pero como teníamos que jugar al día siguiente, al entrenador que era el Tano Sabino Bártoli, se le ocurrió prohibir las salidas y concentrarnos. ¡Y yo ya con el smoking alquilado! Así que fui igual. Era el ’69. Volví a las cuatro de la mañana y como no me querían dejar entrar, tuve que saltar un muro y me fui a mi habitación. Se armó tremendo lío. Al otro día, en el desayuno, me dijeron que tenía que irme. Entonces, intercedió por suerte la esposa de Bentín, doña Esther Grande, que convenció al Tano. “Es joven le dijo, no le debe haber afectado la mala noche, déjelo que descanse a ver cómo amanece mañana”. Jugué y fui la figura. Es divertido contarlo así, pero no debí haberlo hecho, no lo recomiendo.

Tu capacidad para hacer amigos no solo se dio en las canchas, también afuera, y sobre todo en las noches.

Compartí mucha bohemia con el cantane mexicano José José, en Miami, le gustaba el cognac. A Willy Colón lo conocí en Nueva York cuando jugaba en el Cosmos. Viajamos en un vuelo chárter a Japón junto con la famosa orquesta de salsa La Fania All Star. Seguimos viéndonos y me encuentro con él cada vez que viene por acá. Somos muy amigos con el compositor Armando Manzanero, mi mujer y yo nos enamoramos escuchando temas de él. Ha venido varias veces a mi casa. Al torero español Paquirri lo conocí en una entrevista que nos hizo Pocho Rospigliosi a los dos, él había hecho una gran faena en Acho. Después del programa nos fuimos a tomar algo y nos hicimos amigos. Yo lo paseaba por Lima en un convertible rojo que tenía. Un Impala. En España nos reencontramos, lo acompañaba en las giras. Una vez nos encontramos en Málaga. Después de haber toreado, paró en una finca para escuchar cantar a una mujer que lo tenía loco. Entramos, la vi y me acerqué yo primero, Paquirri era medio timidón. Yo se la presenté. Era Isabel Pantoja. Al tiempo se casaron. Al “Zambo” Cavero, lo acompañé en varias giras por Estados Unidos. Compartimos muchas noches.

¿Es verdad que eres amigo del gran político norteamericano Henry Kissinger?

Con Henry Kissinger nos conocimos en Nueva York cuando jugaba en el Cosmos. Siempre iba a hablar con Pelé y mientras esperaba que se fueran los periodistas que rodeaban al brasileño, hacía tiempo conversando conmigo. Así nos hicimos amigos. Salimos a cenar varias veces. Yo lo contaba pero nadie me creía hasta que una vez, con el equipo del Cristal, fuimos a Corea a jugar un amistoso. Y resulta que estaba Kissinger en el mismo hotel que nosotros. Había carteles por toda la ciudad que decían “Bienvenido Kissinger”. Entonces, Juan Carlos Oblitas me dice: “Ahí está, a ver, pues, si es tu amigo”. Aposté cien dólares con Ramón Quiroga. Lo espero llegar, la policía había hecho una cadena de seguridad, pero yo igual me meto, los “chinos” saltaron metralleta en mano por seguridad, entonces levanto la mano, Kissinger me ve y dice: ‘Oouuu Ramón, ¿how are you?’ y nos abrazamos. El loco Quiroga tuvo que pagar.

Henry Kissinger y Pelé.

Lo mejor para Mifflin

¿El mejor entrenador que tuviste?

Didí

¿El mejor jugador peruano?

 El conejo Benítez, sobre todos. También Cubillas, Chale y Chumpitaz.

¿El mejor extranjero?

Pelé, Beckenbauer y Clodoaldo.

El mejor nueve

Perico León.

El mejor dirigente

Augusto Moral Silva Santisteban, de Cristal.

El mejor trago

Un buen vino Malbec.

La mejor comida

 Cau cau y lomo saltado.

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