De Tolstoi tengo esta frase “lo más importante de un genio es aquello que lo conduce”. Y, en el fútbol que es tan imprevisible a pesar de jugarse con los pies, los ejemplos abundan. ‘Cracks’ famosos que en los estadios fueron capaces de brindar espectáculos inolvidables con la pelota, pero que fuera de ella algunos apenas, sabían contar hasta diez y otros ni siquiera leer. En el caso nuestro hay un claro ejemplo: el de Pedro ‘Perico’ León (1943-2020) que siempre jugó con una muñequera en su mano derecha. El tercer arquero de la selección en el Mundial del ‘70 en México, Rubén Correa nos contó que el entrenador Waldir Pereira ‘Didí’ (1928-2001) conocedor del analfabetismo del ‘9’ aliancista y rojiblanco en esta ocasión —además de interesarse mucho por sus jugadores— le encomendó la tarea a él, Héctor Chumpitaz y Alberto Gallardo de enseñarle las primeras letras, además de fijarles otra misión de cuidarlo “no se vaya a perder”.

Lo de la ‘muñequera’ solo era un pretexto pues ‘Perico’ tenía siempre problemas a la hora de los autógrafos. ‘Didí’ le recomendó que con una muñequera podía disculparse de no poder firmar. “Cuando le dijimos que le íbamos a enseñar nos pidió al toque dinero para ‘comprar útiles escolares; fue un buen alumno. Aprendió rápido”, refiere sonriendo Correa. Pero antes de ello en Alianza Lima siempre el dirigente Alfonso de Souza Ferreira le hacía ‘firmar’ documentos en blanco a la hora de fijar un nuevo contrato. Y así fue su vida. Cuando llegó a Deportivo Municipal le hacía leer los periódicos a Germán Leguía su compañero de cuarto y si alguien se colaba para que le firmaran autógrafos le decía a ‘Cocoliche’ que firmara por él.
Había la versión que Valeriano López (1926-1993) tampoco sabía leer ni escribir, pero Lorenzo Herrera, ex directivo del Sport Boys lo desmiente. “Valeriano ante todo cheque que iba a cobrar presentaba su libreta electoral de ese entonces y firmaba, pero donde sí tengo mis dudas es en Carlos ‘Kukín’ Flores (1974-2019), a quién nunca le vi firmar un contrato, abrir personalmente una cuenta bancaria y por eso todo el dinero que ganó jugando por el Aris Salónica de Grecia lo vio desaparecer por el familiar más cercano a él. Pienso que en números estaba a cero”.

Del famoso equipo aliancista de los años 30 también se tejieron historias de jugadores que apenas sabían leer y hasta fueron motivos de burla. Se dio el caso del delantero José María Lavalle (1902-1984) de quién 50 años después se escribió un comentario donde se señalaba que durante las Olimpiadas de Berlín de 1936 al servirle el almuerzo a la delegación peruana don José María al ver los cubiertos alrededores de los platos, pidió a gritos que “le quitaran esos fierros de la mesa”. Lo cierto es que don José María nunca integró esa selección.
El entrenador Miguel Company aunque cortésmente se disculpó de mencionar nombres de jugadores que él llegó a dirigir o que tuvo como amistades que se acercaron a él para que les escribiera cartas de amor a sus enamoradas y él con el mayor gusto, respeto y cariño lo hacía. Varios de ellos —recuerda hoy— se terminaron casando con las destinatarias de esas cartas escritas por él.
En el extranjero el caso más emblemático por la jerarquía de futbolista que fue está el de Manoel dos Santos ‘Garrincha’ (1934-1983) a quién la ‘torcida’ brasileña lo llamó la ‘alegría do povo’ (la alegría del pueblo). ‘Garrincha’ que se casó tres veces —entre ellas con la famosa cantante Elza Soares— y tuvo 13 hijos pero no supo ni escribir ni leer. Con una pierna (la derecha) con seis centímetros más larga que la otra —lo que terminaba de confundir a sus marcadores— fue un fantástico alero derecho. Regateador incansable, dueño de la línea de cal, de pases medio-gol y otros tantos etcéteras. Un ‘7’ de otro planeta.

Ser analfabeto le jugó muchas veces en contra. En el Mundial de Suecia ‘58 que lo ganó Brasil por primera vez cuentan que ‘Garrincha’ en una tienda se compró una radio por 100 dólares y ya en su cuarto delante del utilero calvo Mario Américo escuchó de éste lo ‘malo’ de la compra por el idioma que iba a escuchar en las emisoras que captara lo que quedó demostrado al prenderlo y no escuchar ‘nada de portugués’ y sí de idioma sueco. Garrincha se sintió engañado y terminó vendiéndole el artefacto a Américo por menos precio, pero con la condición que no le contara a nadie de este episodio.
El argentino Orestes Corbatta (1936-1991) fue otro que ‘firmaba’ a punta de garabatos los contratos que tuvo como futbolista. Era iletrado también. De él se escribió que “apenas sabía contar hasta 10 pero en la cancha era el rey de los bardos, el Nobel de Literatura y el genio de las matemáticas”. El aficionado limeño tuvo ocasión de verlo en el Sudamericano de 1957 y donde Argentina con una delantera que integraron él, Humberto Maschio, Antonio Angelillo, Enrique Omar Sívori y Oswaldo Cruz se llevaron el título ese año goleando 3-0 a Brasil en la final. Lo llegaron a llamar como el primo blanco de ‘Garrincha’ y ‘otro dueño de la línea de cal’.

El norirlandés George Best (1946-2006) fue otro genial futbolista que en los estadios maravilló con su calidad, pero descuidó sus estudios para dedicarse más a manejar coches de velocidad, pintar paredes, frecuentar bares y mujeres mientras crecía su fama como un ícono social al mismo tiempo que decía “que los números están para los matemáticos, lo mío es otro”. Su delgadez la transformó a ser un atlético futbolista y, entonces, el crack de bello rostro apareció con mayor luz. “Si el fútbol es un arte, yo soy un artista” y, conocedor de la fama de ‘Pelé’ con cierta ironía llegó a decir: “Si hubiera nacido feo ustedes no hubieran oído hablar de Pelé” .