Al retornar de su viaje por las fiestas de final de año, el director técnico de la selección nacional, Ricardo Gareca, fue recibido por una prensa alborotada que le pedía una opinión sobre el fiestón que Paolo Guerrero organizó en el Club Mamacona con 100 invitados y doble orquesta. El delantero y figura de la selección peruana había infringido todas las normas de prevención para evitar el contagio por coronavirus y los micrófonos se dirigieron como dedos acusadores hacia el técnico nacional.
La respuesta de Gareca fue inteligente: “Hay que dejar que la gente empiece a llevar una vida normal, a cuidarse sola, nadie tiene por qué cuidar de uno”. Con esa frase precisó que su rol no es el de guardián de los jugadores. Sin embargo, muchos cuestionaron la actitud del técnico y terminaron confundiendo las responsabilidades. Gareca no fue el responsable de la fiesta de Paolo Guerrero. No la organizó ni participó en ella. Cuando le exigen una posición sobre el asunto, en el fondo le están diciendo que asuma un rol paternalista. Le están pidiendo “castigar al hijo irresponsable”. No es la función del comando técnico de la selección peruana.

En la fiesta de fin de año estuvieron involucrados hombres adultos como el organizador Paolo Guerrero y sus invitados Jefferson Farfán, Edison Flores y Yoshimar Yotún. Son futbolistas profesionales y conocen muy bien cuáles son sus obligaciones. Además, son ciudadanos con la obligación de cumplir las normas sobre la protección en una pandemia al igual que todos los peruanos. Entonces, Gareca no es responsable de las actitudes de futbolistas que no entienden sus responsabilidades profesionales y sus obligaciones de ciudadanos que deben respetar las reglas. Por eso su respuesta fue muy atinada: “Nadie tiene por qué cuidar de uno”. Cada adulto es responsable de sí mismo. Y aquellos que, en todo caso, debían ocuparse del tema son las autoridades: la policía que no detuvo la fiesta, el municipio que dio la autorización y las autoridades sanitarias que no han dicho nada.
En el caso del sector de la prensa que ha criticado a Gareca, equivocan el asunto. ¿Por qué no fueron directamente a buscar a Guerrero, a Farfán, a Flores y Yotún? ¿Por qué pedirle cuentas al técnico y no a los autores directos del hecho indebido de festejar en pandemia? Cuando el Tigre dice “Nadie tiene por qué cuidar de uno” está señalando claramente que es cuestión de los involucrados si quieren o no quieren defender la camiseta peruana. Si en lugar de cuidarse prefieren una fiesta con riesgos, es asunto de ellos. Son ellos los que eligen: la camiseta peruana o la fiesta, justo cuando el Perú se juega la clasificación a Qatar 2022 este 28 de enero. ¿Por qué Gareca o su comando técnico tendrían que estar detrás de ellos como si de niños se tratase? Son los jugadores asistentes a la fiesta y en especial su organizador, los que no tienen claro su orden de prioridades.

Cuando se pone el acento en Gareca y no en Guerrero, no solo se incurre en un error, también se olvida algo importante. Paolo Guerrero es un personaje que no respeta reglas. Recordemos que inventó esa historia disparatada de la “contaminación cruzada” para intentar justificar su doping positivo por la presencia en su orina de benzoilecgonina, el principal metabolito de la cocaína, tras el partido Argentina versus Perú de octubre de 2017. Aquella vez, todo el mundo corrió a defenderlo y a creer totalmente en su palabra sin tomarse el afán de investigar si era cierto o no ese invento de la “contaminación cruzada” que la ciencia médica rechazaba por absurdo. Era el capitán y el goleador de la selección y creyó tener licencia para cualquier cosa. Quienes discutimos aquella historia y demostramos con una investigación a fondo la falsedad propalada por Guerrero, recibimos insultos de todo calibre pero la verdad es inmune a los agravios. Y esta vez, Paolo Guerrero incurre en lo mismo: para él no existe el respeto a las reglas ni el respeto a la verdad y tampoco le interesa ni siquiera pedir disculpas.
Millones de ciudadanos trataron de cuidarse y se privaron de festejos, menos el delantero de la selección nacional. La gente lo ubicó en el pedestal de ídolo pero él no sabe honrar ese lugar. ¿Cómo le puede decir un padre a un niño que se cuide en la pandemia si su ídolo exhibe imágenes zurrándose en los cuidados sanitarios del país?

Cuando Gareca afirmó: “Hay que dejar que la gente empiece a llevar una vida normal, a cuidarse sola, nadie tiene por qué cuidar de uno” se hizo acreedor a un aplauso y a elogios por una declaración sensata, pero un buen número de personas lo cuestionó quizá porque el técnico, con su declaración, dio en el blanco de uno de los peores defectos nacionales: buscar la responsabilidad en otro; echar la culpa a otro; eludir la responsabilidad propia. Tiene razón el Tigre: que cada quien asuma lo que le toca asumir.