/

Roberto Palacios y un inolvidable triunfo en casa contra Uruguay

El Chorri Palacios, tras el empate con Uruguay, opinó que en casa se debe ganar y Renato Tapia salió a criticarlo. La historia le da la razón a Palacios. Crónica de la noche en que el ídolo convirtió una derrota en triunfo ante los uruguayos.

Umberto Jara
- 6 septiembre 2021

Marque la fecha en el calendario porque se quedará en la memoria para siempre, póngale una señal inmensa porque no la olvidaremos nunca: 10 de setiembre de 1997. Porque sufrimos pensando que el sueño se desvanecía, porque creímos por un momento que la negra noche de las jomadas tristes se vendría encima y no fue así. Porque ahí estaba bien en su lugar el corazón que se reanimó en quince minutos de vestuario y dio origen a ese segundo tiempo inolvidable, con la nueva actitud de estos muchachos: la del coraje y la del talento, porque fueron ellos los que decidieron que así nomás no iban a dejar pasar todo lo que supieron construir en estos meses. Póngale una marca inmensa en el calendario del recuerdo a esta noche porque nunca la olvidaremos.

Archivo ONCE. 11 setiembre de 1997.

El anuncio previo

Si creemos en los presagios todo empezó a las cinco de la tarde con el Chile-Argentina. Empezamos a sufrir y a gozar desde las cinco de la tarde. Porque esta noche feliz se inició en Santiago de Chile, cuando la selección mapochina se echó a jugar contra Argentina. En el fondo de nuestras escondidas ilusiones soñábamos con un triunfo argentino que nos pusiera solos en el cuarto puesto tan ansiado.  Y a cuatro minutos del final de ese encuentro, cuando todo parecía un empate, llegó ese triunfo, ese 1-2 a favor de Argentina que ha rezagado a Chile y nos ha instalado con todo derecho en la ilusión cada vez más posible de estar en Francia.  Empezamos ganando el primer partido de los dos que necesitábamos en esta fecha de Eliminatorias. Y luego en el nuestro también tuvimos que sufrir para luego disfrutar.

El mal momento

Un primer tiempo en el que olvidamos todo lo que sabemos. Uruguay planteó bien su libreto, tal vez por aquello que los viejos como Máspoli saben: utilizar bien lo poco que tienen. Puso un libero, cuatro defensas y cuatro mediocampistas y armó una muralla que nos dejó sin espacios para maniobrar y entonces caímos en el peor error, caímos en aquello que beneficiaba a los uruguayos: el pelotazo y los centros aéreos que no servían para nada.

Y apareció entonces la otra arma que dispuso Máspoli: apostar todo su ataque a la potencia y al talento de ese boceto de crack inmenso que va a llegar a ser Álvaro Recoba, y fue el muchachito de 21 años quien nos echó las sombras encima justo en esos minutos fatales que en esta Eliminatoria tuvimos más de una vez. A dos minutos del final del primer tiempo había que irse al descanso con un gol en contra y con los peores sentimientos. Pero esta noche estaba escrita para nosotros. Si Chile se había quedado como nos íbamos a quedar nosotros.

Archivo ONCE. 11 de setiembre de 1997.

Todo cambia

Si Máspoli ganó el primer tiempo, Juan Carlos Oblitas le ganó el segundo y el partido. Porque en esos quince minutos de vestuario puso las cosas en su lugar. Volvió a pedirles lo fundamental, aquello que estos muchachos habían olvidado en la confusión del primer tiempo: que la pelota al piso era el arma; que la movilidad y la rotación eran las claves; que el disparo de media distancia era lo único que podía abrir esa muralla defensiva. Porque aparte de eso Uruguay no tenía nada, ni manejo de balón ni salida clara, tampoco imaginación. De eso se dio cuenta Oblitas y dispuso un cambio inteligente: el ingreso de Jorge Soto, porque a este Uruguay de armas y planteamiento antiguos había que jugarle con un fútbol moderno, ése que aporta Soto de buen manejo de balón y marca a la vez, de toque y disparo de media distancia, y entonces el mediocampo volvió a ser nuestro porque todos pusieron lo suyo y empezamos a jugar el fútbol que sabemos.

Y entonces hubo alguien que volvió como vuelven los grandes, entonces reapareció como reaparecen los nacidos para ser figuras, los que tienen en los botines y en el alma el sello de crack. Roberto Palacios Mesta y su pequeña figura y su inmenso talento aparecieron cuando más se los necesitaba.  Con toda la raigambre de un verdadero número diez. Así asomó el Chorri y se empezó a mostrar, a pedir todas las pelotas, a repartir el balón, a animarse por la individual con criterio y a dejar sentir que el dueño de la pelota tenía que ser Perú, que el local era Perú y que Perú era el equipo que sabía jugar al fútbol. Todo eso empezó a poner el Chorri.

Archivo ONCE. 11 de setiembre de 1997.

Hasta llegar a ese momento sublime, a ese instante en que, en mitad de campo, tirándose al piso, recuperó el balón de los pies de Recoba como diciéndole «yo no juego en Italia pero puedo enseñarte» y tocó con Pereda y la volvió a pedir, y se hamacó de un lado a otro con un quiebre de cintura, sin tocar el balón, con esa plasticidad que dos defensas uruguayos juntos jamás podrán entender, y pasó entre ellos y se fabricó ese espacio que necesitaba, ese pedacito minúsculo de terreno que su talento requería para sacar ese bombazo espléndido con la cara externa de su botín derecho, y entonces  se empezó a pintar  el cuadro que todos colgaremos en la  mejor pared de nuestra remembranza: el Chorri en el aire, la pelota dibujando su curva inalcanzable, el golero Siboldi volando para acompañar la coreografía y un país rojo y blanco explotando de felicidad. Gracias por ese pequeño hecho de talento y creatividad, Roberto Palacios. El Chorri que volvió una noche cuando más se lo necesitaba.

Mírelo una y otra vez. Ese gol inolvidable tal vez en las próximas semanas signifique mucho más de lo que esta noche ha significado, porque empezamos a dar vuelta a uno de los partidos más difíciles que nos tocó en esta Eliminatoria.

Archivo ONCE. 11 de setiembre de 1997.

De los pies del Chorri también salió el segundo tanto; y del aporte de todos, este triunfo. Del coraje de Pepe Soto en el fondo de la zaga, de la serenidad de Marengo en su noche de mayor responsabilidad, de la salida permanente y la cuota de guapeza que puso Percy Olivares, del gran segundo tiempo del Chino Pereda, demostrando todo el futuro que tiene por delante si no lo dilapida, de la entrega que ya sabemos de Jayo, la entrega de Maestri y Carty.  Todo lo que puso Perú, todo lo que trajo esta noche triunfal.

Estos muchachos y su conductor vinieron desde el silencio a esta euforia. Trabajaron cuando sólo ellos crean en ellos. Y este triunfo que alegra a un país les pertenece en su integridad. Y a todos nos queda decirles: gracias por esta noche inolvidable. Porque podemos, porque el Perú crece.

/ MÁS INFORMACIÓN
Ver nota completa

Todo lo que debes saber del partido suspendido entre Brasil vs Argentina

Ver nota completa

Renato Tapia, el pecado de la soberbia