Esta noche de Belo Horizonte trae un sentimiento difícil de manejar, mucho más difícil de explicar. Hay una pena inmensa, un dolor que inevitablemente marcará los recuerdos. Hay lágrimas de varones en su tristeza de jugadores alejados de un sueño. En esta noche, en medio del gramado del inmenso estadio Mineirao, hay muchachos de corazones estrujados porque pusieron todo para conseguirlo, pero el destino prefirió obsequiar a los rivales un gol sin gracia, pero gol al fin. Hay desolación porque el triunfo era posible y no pudo ser.
Pero en esta noche de Belo Horizonte hay otro sentimiento que también pide permiso para existir, que enciende su luz para alumbrar las sombras de la pena. Es un sentimiento que llena de legítimo orgullo porque los peruanos llegamos a una final de la Copa Libertadores jugando sin complejos ni temores. Un sentimiento que está lleno de satisfacción por una campaña impresionante, plena de emociones y alegrías, de victorias importantes y momentos inolvidables.

Por eso en esta noche triste de Belo Horizonte hay un sentimiento difícil de manejar, porque mezcla pena y satisfacción a la vez, porque habla de algo que no se consiguió, pero a la vez recuerda lo mucho que se hizo.
Hace unos meses nadie se atrevía al sueño de una final de Copa Libertadores. En esta noche estamos en medio de un estadio de enormes dimensiones como protagonistas centrales. Cuánto crecimos en el camino es lo que cuenta, aunque la garua de los ojos esté mojando nuestros buenos momentos en esta Copa Libertadores. Así está hecha la vida, mezcla el dolor y la alegría. Son caminos que van y vienen entre lágrimas y risas. Por eso importa mucho más lo que los días van dejando. Y allí tenemos mucho por recoger. El protagonismo internacional recuperado para el fútbol peruano, por ejemplo. El surgimiento de nuevas figuras también. Allí está Ñol Solano y su enorme calidad rumbo al fútbol argentino, allí está el Chorri Palacios que es parte de esta generación, Martín Hidalgo y Flavio Maestri en el fútbol europeo, la consolidación de Jorge Soto, el anuncio de Miguel Rebosio, la personalidad y el coraje de Erick Torres, las posibilidades de Manuel Marengo.
Hay mucho por recoger. La autoestima recuperada, el saber que sí podemos ingresar al concierto internacional ocupando un lugar propio; el entender que los procesos dan satisfacciones y que Sporting Cristal supo hacer el suyo y ha marcado el camino que es obligatorio continuar. En esta noche triste de Belo Horizonte hay también un sentimiento que todo el Perú comparte: la gratitud a estos muchachos por estos meses felices. Eso es lo que cuenta
Detalles de una final
El bus que trasladó a la delegación de Cristal desde el Hotel Ouro Minas hasta el Mineirao partió a las 7 y 30, con una anticipación de dos horas al inicio del encuentro. La ruta, que debía cubrirse en apenas media hora, estaba totalmente congestionada por la multitud de autos y ómnibus desplazando a 100 mil hinchas. El chofer decidió usar rutas alternas y enfiló el bus por las peculiares callecitas de Belo Horizonte que mezclan una tras otra pronunciadas bajadas y subidas hasta llegar al portón principal del estadio apenas una hora antes del encuentro. El Mineirao es sin duda un estadio de élite, uno de los más importantes del mundo. Los vestuarios tienen comodidades que no se hallan fácilmente en otros escenarios: once jacuzzis para que los jugadores puedan relajarse al final del encuentro, duchas limpias y en número suficiente, sillones de descanso y una habitación amplia con alfombra verde para el precalentamiento.
Al lado de los vestuarios, las facilidades para la prensa son destacables. Tres laboratorios para revelar fotografías y una sala con las conexiones necesarias para enviar textos y fotografías vía módem sin necesidad de salir del estadio.
Afuera de la cancha la iluminación es impecable y el bullicio de cien mil personas entregadas al frenesí del aliento es impactante. Antes del inicio del encuentro un funcionario de la Confederación Sudamericana de Fútbol trajo la Copa Libertadores. Con toda su carga de historia fue puesta en una mesa en la pista atlética de la tribuna preferencial para que todos la admirásemos y algunos profanos se fotografíen.
Apuntes previos
Mientras sus compañeros se cambiaban en los vestuarios, el ‘Conejo’ Rebosio asomó por el túnel para ver la cancha y las tribunas. Algunas horas antes había logrado cierta tranquilidad después del malestar que le generó haber quedado descartado incluso como suplente por su lesión al tobillo. Pero el muchacho, al ver el escenario con ese césped iluminado por una luz fulgurante y esas tribunas encendidas de pasión, volvió a sentirse tocado y con la mirada húmeda por la bronca nos mostró el tobillo hinchado y alcanzó su frustración: «No puede ser que me haya quedado sin jugar esta final, era mi sueño, pensar que podría haber logrado esto a los 20 años». De nada sirvió alcanzarle el consuelo de que otras contiendas lo esperan en su carrera que recién se inicia, para él ésta era su final.

Cuando los once titulares salieron a precalentar en la cancha para ir acostumbrándose al ensordecedor griterío de las tribunas, el profesor Markarián se apoyó en el armazón del banco de suplentes y aceptó cruzar unas palabras y nos habló de la tranquilidad que sentía por la actitud serena de sus jugadores. Horas antes, en la madrugada, el amable técnico rimense nos había regalado, junto al equipo de Goles en Acción que dirige Alberto Beingolea, una inteligente y sabia charla sobre todo lo que existe detrás de un partido de fútbol. Los espectadores alcanzan a ver los 90 minutos de un encuentro en la pan talla del televisor, pero no alcanzan a conocer la tensión que se instala en la mente de los protagonistas, la larga reclusión en un hotel sin conocer la ciudad que vis itan , la lucha por controlar la ansiedad, la necesidad de tener la mente en claro para no olvidar las indicaciones a seguir y, como dice Sergio M arkarián,
«la importancia de hace r todo bien, pero teniendo en claro que se debe mantener un estilo de juego».
Y eso fue lo que hizo Cristal: jugar sin traicionar su estilo, fiel a lo suyo hasta el final, incluso en la caballerosidad de ir a recibir la medalla de plata, detalle que el famoso árbitro Javier Castrilli destacó porque no siempre ocurre y en más de un a final las medallas al según do han sido desairadas.
Final de la Final
Hubo un partido que no es necesario reseñar. Lo vimos todos y todos lo recordaremos porque ya forma parte de la historia del fútbol peruano. Hubo un gol que nos gustaría olvidar. Y hubo una campaña que nos dejó muchas alegrías que hacía tanto tiempo estábamos necesitando. Hubo una final de Copa Libertadores y la jugó con categoría un equipo peruano. Y hay una escena conmovedora que resume el final de esta noche en Belo Horizonte. Todos los integrantes de Cristal, en un sector de la cancha, abrazados en círculo, inician un ritual que en los partidos anteriores correspondía a los vestuarios, esta vez acontece en la cancha: con el rostro abierto al mundo entero, elevan al cielo una plegaria de gratitud, una oración de hombres agradecidos y luego se van con algunas lágrimas, con el andar lento, con los rostros dolidos rumbo a ese túnel que los transporta hacia la historia mientras un país les dice: «Gracias, Sporting Cristal».