Los 70 años del “Pato Fillol”

El pasado 21 de julio, Ubaldo Matildo “El Pato” Fillol cumplió 70 años de edad. A 30 años de su retiro queremos recordar en esta edición de ONCE la trayectoria de uno de los grandes arqueros de la historia del fútbol.

Sengo Pérez
Lima - 2 agosto 2020

Apenas nació, lo primero que heredó Fillol fueron los nombres de sus abuelos: el materno Ubaldo y el paterno Matildo. Y para cargar con semejantes nombres había que tener buena fuerza en las piernas. Esa fue una de las virtudes del arquero a quien llamaban “El Pato”, nacido en San Miguel de Monte, provincia de Buenos Aires, en 1950.

Desde muy chico Fillol ejercitó su cuerpo, no pensando en ser arquero, sino porque de pibe se ganaba la vida cargando sifones de soda de los camiones repartidores. También lavaba vasos, y servía café y postres en un restaurante. Por la baja estatura de su edad, el futuro volador tenía que poner un cajón para poder alcanzar el mostrador. Lo demás, reflejos y carácter, fueron cosas de la misteriosa genética, esas señales con las que avisa el destino. Reflejo y carácter. De ambos cuentan las imágenes sus reacciones notables en partidos complicados. “Me encantaban los partidos difíciles. Y no me daba nunca por vencido. Adentro de la cancha me sentía invencible. No lo decía, pero lo sentía,”. Y discreción, humildad, nada de autobombo. Aspavientos, solo con el fin para el que nació: llegar a pelotas imposibles para atragantar los gritos de gol.

Un joven Fillol da indicaciones desde el arco de Quilmes.

En el club San Miguel de Monte no tenía capa pero empezó a volar del 60 al 64, entre niño y adolescente; aunque alternaba el puesto de arquero en la cuarta del club con el de centrocampista defensivo en la tercera, todo en el mismo día. Y así se presentó a su prueba en el Club Quilmes, respondiendo a la pregunta del entrenador: ¿Usted de que juega? “De cinco o de arquero” respondió. ¿Cómo que de cinco o de arquero, pibe, usted me está cargando? El grito de “Un ocho y un arquero” llegó providencial. “Voy” dijo, y ahí, en el arco, se quedó para siempre, trabajando entre práctica y práctica, partido a partido, y paralelamente en una panadería amasando el sueño de jugar en primera.

El 1 de mayo de 1969 fue su debut ante Huracán, lejos de ser el inicio soñado y con solo 18 años, se comió seis goles. 6 a 3 ganó Huracán. Lloró hasta el otro día. Volvió a la reserva. Diez meses después volvería a primera ante Atlanta, pero a los 18 minutos ya le habían hecho 3 goles, se retiró lesionado a los 27. Las estadísticas del futuro gran arquero no presagiaban nada bueno. En sus primeros 117 minutos jugando en Primera le habían convertido un gol cada 13 minutos.

Fillol con la camiseta del club Quilmes embolsando el balón.

Solo jugaría dos años en ese club, pero le marcaría la vida para siempre. “Hoy, si me preguntan, digo que soy hincha de Quilmes por todo lo que representa en mi vida: en Quilmes me probé, viví la adolescencia, debuté en Primera, conocí a mi señora, me casé y nacieron mis hijos. Quilmes es lo máximo para mí”, declaró en el 2006 para la revista El Gráfico.

En el 72 pasa a Racing. En La Academia se empieza a perfilar como maestro y se le menciona como “seleccionable”.  Ese año ataja seis penales. River lo mira y se interesa. En el 73 el interés va en serio. Fillol dudaba, no tenía ganas. 17 años llevaba el club de Núñez sin campeonar. Lo convence Ángel Labruna, entonces técnico del Racing y ex jugador histórico del River, sin mayores argumentos: “¿Usted está loco? Si no va a River yo mismo lo voy a cagar a trompadas, ¿me entiende? River es la casa blanca”. Y va. Con él el club millonario ganaría el título del 75 tras 18 años de sequía. Sería su primer título, pero vendrían seis más: los metropolitanos de 1977, 1979 y 1980; y los Nacionales de 1975, 1979 y 1981. Labruna, a quien considera su padre futbolístico, moriría en sus brazos en 1983.  “Lo que todavía no me perdono es que no llegué a agradecerle todo lo que hizo por mí. Ese fue el dolor más grande: haberlo perdido sin poder decirle gracias”

Es jugando para River Plate que llega a la selección argentina y participa en el Mundial de Alemania 74 como tercer arquero. Debuta ante Alemania Democrática el 3 de julio con el 12 en la espalda. 1 a 1 es el resultado. En ese equipo argentino jugaba Miguel Brindisi, quien le había convertido el primer gol de su carrera a los tres minutos de su fatídico debut en el 69. En 1977 es elegido jugador del año, y al año siguiente subiría al Olimpo. Sin diálogo desde el 75 con el entrenador, finalmente en diciembre del 77 recibe una llamada, era César Luis Menotti convocándolo. “Yo acepté y le dije que iba a jugar el Mundial. Tenía una moral tremenda. El 5 de enero del 78 me presenté en Villa Marista, me sentía un paracaidista porque los muchachos venían de tres años laburando. Gatti no se presentó, acusó una lesión, pero no sé, en Boca jugaba…”. Finalmente sale campeón, y fiel a su gusto por los partidos difíciles, realiza en el partido final contra Holanda las que él considera sus mejores atajadas, dos tapadas que valieron un título, el más codiciado por cualquier jugador de fútbol.

La mirada de una leyenda en la cancha de River Plate.

“Estas fueron las dos atajadas más importantes de mi carrera: ante Johnny Rep y Robert Rensenbrink. Tuve la suerte de haberlas realizado en la final de un Mundial”, escribió Fillol en su cuenta de Twitter recientemente. “Con las manos o con los pies, la clave fue que la pelota no entró. Eso será siempre el ABC de un arquero”, agregó. En ese mundial fue elegido como el mejor arquero del torneo y para no perder la costumbre le atajó un penal al polaco Deyna. Jugó también el mundial de España 82, y fue titular en todos los partidos clasificatorios para México 86. No se explica su exclusión por el entrenador Carlos Bilardo, “No soy rencoroso, pero sí sentí dolor porque en el 86 había jugado todas las eliminatorias, y porque definimos la clasificación en cancha de River contra Perú, cuando a Uribe le saqué el 1-3. Según Grondona fue una de las mejores atajadas que vio en su vida: se vino solo, definió abajo y pude agarrarla. Era el 3-1 y afuera del mundial”. Ese fue el final de Fillol en la selección argentina. Entre 1974 y 1985 había tapado en 58 partidos.

Fillol en la gloria. Cargado en hombros tras ganar el campeonato Mundial de Argentina 78.

A nivel de clubes había seguido acumulando títulos. En el 83 y tras un conflicto con la dirigencia de River, consideró aterrizar, pero otra vez apareció su ángel Labruna para convencerlo de seguir en vuelo y se lo llevó al club Argentino Juniors. Solo jugó 17 partidos. De ahí voló al Flamengo de Río de Janeiro. Con el popular equipo carioca ganó las Taças (copas) Guanabara de 1984 y Río 1985. Vendría después su experiencia europea. A los 35 años gana con el Atlético de Madrid la Supercopa de España 1985 y es subcampeón de la Recopa de Europa. En el 87 regresa a Argentina, al arco de la Academia y no deja de acumular diplomas de post grado. Con Racing gana la primera edición de la Supercopa Sudamericana en 1988. Se despide del fútbol tapando para Vélez Sarsfield en 1990, y, esta vez, a diferencia de su debut, su retiro fue el soñado. Realiza un partido perfecto contra su ex club, el de su niñez y con el que más ganó: River, y lo deja sin chances de campeonar. Le ataja un penal al Polillita Da Silva y los del fortín ganan 2 a 1. La prensa lo califica con diez puntos. En su último partido iguala a Gatti con 26 penales atajados. A los cuarenta años se va el tercer mejor arquero de Sudamérica del siglo XX según la IFFHS después de Amadeo Carrizo y el paraguayo José Luis Chilavert. En 1996 la AFA lo incluye en la selección argentina ideal de todos los tiempos, por encima de Carrizo.

Fillol y el destello de su elasticidad bajo los tres palos.

Fillol, Gatti y los penales.

Ambos atajaron 26 penales, pero la estadística le da ventaja a Fillol, a quien le patearon 107 veces contra 131 del Loco Gatti y en menor cantidad de partidos, 589 contra 725. Es decir que el Pato tapó el 24.3 % de los disparos desde los once metros, uno cada 26 partidos. Gatti lo hizo una vez de cada 27.88 partidos, el 19.8 %. El récord de penales atajados en una temporada y sin acudir a las estadísticas es de Fillol, cuando jugando para Racing en 1972, tapó 6, a Bulla, de Independiente; Héctor Scotta, de San Lorenzo; Juan Ramón Verón, de Estudiantes de La Plata; José Santiago, de Lanús; Rubén Suñé, de Boca Juniors; y Rubén Délfor Bedogni, también de Estudiantes. Excepto el primer encuentro ante Estudiantes, igualado sin goles, el resto de los partidos los ganó Racing.

Gatti y Fillol o Boca y River, dos de los arqueros más representativos del fútbol argentino.

¿Cuál es la clave? “Hay que ser medio gitano, tener buenos reflejos y buenas piernas. Gitano porque hay que adivinar reflejos, porque hay que ir y manotear; y piernas porque por más que adivinés, si las piernas no te dan para llegar, no la sacás. Al arquero muchas veces lo come la ansiedad y se mueve antes. Yo trataba de aguantar hasta lo último. Si es ansioso, el arquero pierde el 50 % de las condiciones”.

Frases
“El arquero debe ser desconfiado: no tiene que confiar en su defensor, ni en la pelota, ni en el pique. Para el arquero, ser desconfiado es una virtud”.

“El objetivo primordial del arquero es que la pelota no entre en el arco; el estilo es un accesorio”.

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