Venían de dos derrotas en la Libertadores y este domingo se reencontraron con la victoria en Ate, en el Monumental, en la casa del eterno rival. Fue goleada para reencontrarse con la hinchada blanquiazul. Fue goleada para devolverle la alegría a la familia grone. Fue goleada con un doblete de un chico de 22 años, Jairo Concha, que definió, en cada uno de sus goles, con enorme categoría. Fue tarde blanquiazul a punta de goles.
El marco del estadio crema era más monumental que nunca, la fiesta estaba preparada para recibir al clásico rival y la hinchada de Odriozola había pintado de carnaval el coloso de Ate. Pero, al final, su equipo les entregó una tarde de tristeza. En la tienda de Alianza Lima se anunció un cambio de sistema que se caía de maduro. Bustos apeló a la línea de cuatro para darle solidez a su defensa y también le metió mano a la oncena dejando a Mora y Lagos, laterales habituales, en banca.

El encuentro se inicio con un Universitario que intentó meter a los blanquiazules en su campo, pero se encontró con un rival que no se dejó avasallar y el trámite se volvió de ida y vuelta, golpe por golpe. Ahí en el toma que te doy fue que la calidad individual y mejor planteamiento de los hijos ilustres de la Victoria generó la diferencia. El argentino Bustos se animó a poner a Vílchez por derecha, quién siempre buscó y logró ser protagonista, y al “Tato” Rojas por izquierda para contrarrestar la velocidad de Polo por esa banda.
El segundo acierto fue resguardar a Jairo Concha con tres escoltas como Benavente, Benítez y Lavandeira. Sin hacer un gran partido el “Chaval” y su buen pie siempre fueron una válvula de escape para Concha en su función de armador del equipo y quién fue determinante con sus dos anotaciones y también asumió con autoridad la responsabilidad de ser el conductor blanquiazul.

El paraguayo Benítez fue generoso en despliegue y categoría haciéndonos recordar al “Pájaro” del Cerro Porteño y selecciones paraguayas.
Párrafo aparte merece la actuación del uruguayo Lavandeira que llegó en el 2015 para vestir la camiseta del UTC y hoy redondeo su mejor partido en los 7 años que lleva en el fútbol peruano. Lavandeira no sólo corrió y metió como todo buen charrúa, además se asoció con buen fútbol y mucho criterio para temporizar los ataques de los íntimos. Participó en tres de los cuatro goles que sellaron un victoria que se recordará por mucho tiempo y se metió en el corazón del Comando Sur, que esta vez no pudo acompañar a su equipo desde el cemento de la tribuna Sur.

Sin quitarle mérito al planteamiento del técnico Carlos Bustos, no se puede omitir del análisis la anarquía que denota el juego de Universitario. El conjunto crema no dejó ver una idea de juego clara y eran sólo un cumulo de esfuerzos individuales empujados por su hinchada. Jugadas ya diez fechas del campeonato peruano, aún no se ve la mano del uruguayo Álvaro Gutiérrez, y la afición merengue ya comienza a perder la paciencia. El técnico crema no sólo se vio sorprendido por el planteamiento inicial del rival, tampoco tuvo reacción para replantear y equiparar el juego. Por si fuera poco con los cambios que realizó desordenó aún más a su equipo y se partieron en dos grupos de 5 jugadores, unos que atacaban y otros que defendían con una orfandad total de elaboración de juego. El mediocampo fue un sector que los cremas ignoraron que existía durante el 80% de los 94 minutos disputados en el coloso de Ate.
Si los cremas lograron equiparar el trámite durante 30 minutos -15 últimos del PT y 15 iniciales del ST – fue a punta de su empuje y garra clásicos, personificados hoy en su lateral izquierdo Iván Santillán. El zurdo fue el único jugador merengue con una actuación por encima de los 6 puntos y quién propició el descuento, al centrar un balón envenenado al área intima, que terminó empujando en propia puerta Pablo Míguez. Sin embargo cuando parecía que el empuje de la Trinchera Norte iba a impulsar al equipo para obtener el empate, una vez más intervino en el juego la sapiencia del banco visitante.

Bustos leyó bien el el desarrollo del juego y mandó a calentar al combativo Arley Rodríguez para tapar las embestidas del “León” Santillán y el negocio le salió redondo. El colombiano no sólo se comió la banda derecha también coronó su actuación con un soberbio gol de cabeza. Fue el tercero de la tranquilidad, luego de un contragolpe ejecutado como lo manda el manual del juego, cuando las agujas del reloj ya marcaban los 25 minutos de la etapa complementaria. Para redondear la fiesta intima y ante un rival totalmente inconexo entre líneas, apareció la figura del goleador Hernán Barcos para definir a placer en el área chica rival ante una grosera falla previa del zaguero Federico Alonso. Era el cuarto gol a falta de diez minutos para el final que sentenciaba cualquier esperanza de los locales.
A pesar de la diferencia de rendimientos colectivos en ambas tiendas, el clásico del fútbol peruano nos deparó un duelo lleno de emociones dentro del campo y un marco espectacular de asistentes que le dieron ese toque de fiesta, que siempre debe acompañar al deporte rey por excelencia.
