Argentina salió a jugar con dos hinchadas, la suya propia y la de todos aquellos que en el Planeta Fútbol queremos de corazón que el genio que nos alegró tanto sea, por fin, campeón mundial. Por eso, cuando Messi ejecutó el penal la sensación fue de que inauguraba con un grito de gol el mundial suyo. Pero el fútbol está hecho de intensos y variados matices y las ilusiones son apenas eso: ilusiones.
El que mejor entendió el partido fue el técnico de Arabia Saudita, el francés Hervè Renard, un especialista en entrenar selecciones menores: Zambia, Angola, Costa de Marfil y Marruecos, ese técnico al que no persiguen las cámaras, supo mejor que nadie que su equipo podía enfrentar a Argentina con 12 jugadores. Los de su oncena más el VAR.

Una inmensa mayoría deploramos al VAR, ese infame intruso que está desvirtuando al fútbol con el pretexto de la tecnología pero, por ahora, digamos lo que digamos, el VAR existe y juega. Y el DT de Arabia supo entender que el VAR era su jugador número 12 y para usarlo desempolvó un viejo sistema que estaba confinado en algún polvoriento archivo del fútbol, un sistema de juego que Menotti llamaba el achique y otros la trampa del off-side.
Esta modalidad entró en desuso hace mucho tiempo porque tenía un componente suicida: bastaba un mínimo error de coordinación entre los defensas y, entonces, el rival tenía por delante 30 metros para correr y quedar mano a mano con el solitario arquero. Por eso, en el inicio del partido, al ver que Arabia usaba el achique en su versión más audaz con 40 metros de distancia entre el arquero y la línea de defensa, uno pensaba que era un inexplicable suicidio. Pero el técnico Hervè Renard dio al mundo una lección de interpretación: convirtió al VAR en su mejor jugador porque se percató de que ese adefesio de invento cobra la posición adelantada midiendo un pedacito de hombro —que no influye en el juego— y pronto dirán que también las uñas largas generan un fuera de juego. Su apuesta le dio magnífico resultado: tres goles argentinos anulados.

Pero no todo fue virtud del técnico de Arabia. Su apuesta tuvo a un gran colaborador: el DT argentino Leonel Scaloni. Fue impresionante escucharlo en la conferencia de prensa post partido diciendo, muy apesadumbrado, que sabía cómo jugaba Arabia, que sabía que ponían su defensa muy adelantada; entonces ¿por qué no planteó un partido para explotar esa situación que ya le era conocida? Scaloni dijo también que conocía el rol del VAR automático; entonces ¿por qué no practicó con sus jugadores el evitar caer en fuera de juego?
No se necesita ser un sabio del fútbol para entender que bastaba con retrasar a Messi y ponerlo de lanzador para que, con su precisión en el pase, ponga balones en esos 40 metros de espacio abierto, en ese desierto árabe que el rival obsequiaba. Junto a ello, debió ensayar que sus delanteros miren a los costados y se ubiquen un paso más atrás de la defensa árabe y así evitaban el VAR. Se rompía esa línea y en ese primer tiempo habría existido una goleada que hoy estarían celebrando los albicelestes. Nada de eso vio ni entendió Scaloni. Su propia alineación muestra que no entendió nada de lo que propuso Arabia porque debió partir con Julián Álvarez y su velocidad en lugar del Papu Gómez.

No estamos comentando con la facilidad de quien escribe con el partido concluido, en este caso, al segundo gol anulado era posible ver que Argentina tenía la opción de conseguir una goleada pero su técnico nunca entendió lo que estaba ocurriendo en el campo.
El equipo argentino está contaminado por lo podríamos llamar el periodismo-ficción. En sus crónicas, comentarios y análisis hablan de lo que la realidad no muestra. En el caso de Scaloni tras cuestionarlo inicialmente pasaron a elogiarlo en exceso porque los resultados lo acompañaban. Pero, en realidad, Scaloni es un técnico inexperto y la cruda realidad de una competencia de altísimo nivel como un Mundial lo ha puesto al descubierto.
Es verdad que el DT argentino es un hombre que sabe corregir los errores pero no olvidemos que quien corrige, previamente, se ha tenido que equivocar. Ya había errado con la convocatoria de dos lesionados (Joaquín Correa y Nicolás González) a los que tuvo que retirar de la concentración. En el partido debut insistió en jugar con Cristian Cuti Romero como central desdeñando el gran presente de Lisandro Martínez en el Manchester United. Corrigió el yerro poniendo a Martínez a los trece del segundo tiempo pero ya Romero había permitido el primer gol de Arabia. Finalmente, los tres cambios simultáneos que realizó fueron, precisamente, de jugadores que debieron iniciar el partido.

Otro detalle que desnuda a Scaloni y su cuerpo técnico es que parecen estar trabajando mirando a sus jugadores y no a los rivales. Un dato muy concreto. De los once jugadores que alineó Arabia Saudita, nueve provienen del equipo Al Hilal y ojo con el dato: son entrenados por el argentino Ramón El Pelado Díaz. ¿Buscaron su consejo? No.
No se trata de apuntar al técnico porque sí. En el imponente estadio Lusail Iconic se vio a un equipo como Arabia Saudita sabiendo a qué jugaba y a una Argentina sin un esquema de juego y cuando un equipo logra una victoria con apenas dos disparos al arco que convierte en goles significa que en el vestuario del derrotado las cosas no están muy claras.

En el comentario del diario español Marca hacen este apunte “Argentina no parece una selección con un campeonato por ganar, sino un grupo de iluminados con una misión por cumplir. Y en la mochila llevan todo un país que sólo reconoce el color albiceleste cuando del combinado nacional se trata. Tanta presión de momento se traduce en un batacazo colosal”.
Todos esperamos de corazón que en la concentración argentina piensen hasta el sábado que la cabeza fría enfocada exclusivamente en el partido siguiente, sin nombres, ni afectos, ni presiones, puede reconducir el camino y el logro que Leo Messi largamente se lo merece