La sensación de humillación del primer tiempo fue el sinsabor de la noche. Amargos 45 minutos iniciales. Sabemos, al igual que la mayoría de selecciones, que jugar contra Brasil es jugar contra el favorito de siempre. Pero la manera de perder —si acaso es inevitable— es lo que cuenta. La dignidad del derrotado también es importante. En ese primer tiempo, el elenco nacional parecía una oncena de calichines jugando contra los que saben de fútbol. Desordenados como en los partidos de aprendices, incapaces de mantener el balón y temerosos de poner la pierna. Humillación en la cancha y en los televisores. Si Perú venía jugando bien, haciendo una Copa América para el orgullo ¿qué pasó para tener ese primer tiempo bochornoso? La respuesta es una: los que tienen sabiduría también se equivocan. Manteniendo la gratitud que se merece hay que decir que en esos 45 minutos se equivocó Ricardo Gareca.

A raíz de la suspensión de Carrillo, algunos especulaban con que Perú utilizaría un sistema 3-5-2. No tenía sentido pensar en esa opción porque Perú jamás ha usado tal sistema y no era asunto de creer que, de pronto, se optaría por un dibujo que requiere mucho trabajo previo. La sensatez hacía pensar que la opción tendría que ser un 4-4-2 flexible. Es decir, plantar dos líneas de cuatro y el segundo delantero (Cueva) retroceder al momento de defender para tener una línea de 5 jugadores en el mediocampo. Es la manera en que se solían parar casi todos los equipos (grandes o chicos) que se enfrentaban al Barcelona de Guardiola. Le reducían los espacios y con esas dos líneas cortas le hacían la vida difícil al equipo protagonista.
Lo habría podido hacer Perú ubicando en el mediocampo a Wilder Cartagena. Incluso, en las prácticas, se ensayó esa variante. Pero al mediodía de Río de Janeiro, Gareca optó por la decisión equivocada: decidió poner en el campo una defensa de 5 jugadores, tres centrales y dos laterales jugando en línea. Su idea de mantener el primer tiempo en cero, era acertada; errada fue la manera de querer obtener ese cero. Lo traicionó la teoría. Jugar con tres centrales requiere de tiempo de entrenamiento para lograr los necesarios e imprescindibles automatismos para que cada quien entienda cuándo salir y cuándo quedarse; para saber de memoria quién toma a cuál de los rivales; y, en fin, todos los movimientos necesarios cuando se ataca y se defiende, cuando hay pelotas paradas y cuando salen los laterales. En una palabra, el sistema que puso Gareca sirve para un club y no para una selección. En un club se trabaja a diario y se puede lograr que todas las piezas se entiendan en un sistema poco usual como el de tener tres centrales, más aún cuando los laterales no tienen salida y carecen de velocidad como Corzo y Trauco.

La muestra contundente de que el sistema falló es la manera en que jugó Perú: como principiantes. Con un desorden que le dejaba espacios a un equipo brasileño que cuando tiene espacios equivale a una fiera que encuentra a la víctima para despedazarla. Si Pedro Gallese no fuese el excelente arquero que es —sus virtudes se han potenciado con el trabajo de Oscar Ibáñez, el preparador de arqueros—, ese primer tiempo habría terminado en goleada.

En el segundo tiempo, hubo un cambio fundamental: salió Gareca, el teórico, y entró Gareca, el maestro. Técnico inteligente como pocos dio una lección enorme de cómo recomponer un equipo en apenas 15 minutos de descanso. Volvió a una defensa de 4, sacó a Ramos y Trauco y más adelante a Corzo y esa línea de fondo integrada por Lora, Santamaría, Callens y López, por vez primera junta, funcionó muy bien. La inclusión Raziel García fue otro acierto. Un clásico 4-4-2 con jugadores sin experiencia y ante Brasil. Cuando la noche pintaba para la vergüenza, volvió el Perú de Gareca. Buen toque de balón, juego asociado, marca atenta. Hubo momentos en que salieron jugando con clase. Un tuit que circuló merece ser citado: “El mediocampista del Madrid diciéndole al del Liverpool que hay que marcar a Raziel García, del Cienciano. Hermoso”. Y en ese elogio, junto al aplauso a los jugadores, debe ir el aplauso a Gareca y al comando técnico. Empezamos humillados y terminados con calidad futbolística. La ansiedad del técnico brasileño Tite, fue la mejor muestra del buen juego peruano.

El Perú del segundo tiempo tuvo más brillo que Brasil. Y si en el fútbol jugará la justicia el marcador final debió decir 1-1. Pero la justicia, ya sabemos, no juega y tampoco existe ni en los estadios ni fuera de los estadios.
No pudimos ser otra vez finalistas pero no importa. El camino andado tiene luz. Y, si vemos la oscura realidad que ha instalado la barbarie de la gestión de Lozano, hay magia porque de esta Copa América, la selección de Gareca está volviendo con nuevos jugadores. Es increíble cómo puede generar jugadores si tenemos en cuenta que desde finales de 2019 a este 2021, la FPF ha suspendido de manera mísera los torneos Sub-17 y Sub-18. Están clausuradas las divisiones menores, hay dos generaciones perdidas y Gareca inventa jugadores donde no hay mientras Lozano activa el fútbol femenino porque le sirve para un negocio.

Si debemos resumir esta Copa América en pandemia, cabe señalar que estamos entre los cuatro mejores, tenemos nuevos jugadores. Nuestra pobreza futbolera da frutos. Imaginen si se trabajara en serio en el torneo local y en las divisiones menores.